En Argentina uno puede cruzarse, ya sea mirando la televisión o leyendo el diario, con desopilancias tales como Novaresio y Pichetto hablando de literatura, con Carrió citando a Habermas o con algún agudo periodista contándonos cómo Felipe González le contaba a Julio Sanguinetti que la democracia es una ética de la derrota. Ética de la derrota, dicen, y se emocionan con el socorrido lugar común. Que no sólo es vulgar: en su boca también es mentira.