La cultura y el destino del pueblo judío no sólo atrajeron a Borges por razones éticas y humanas sino también por sus alicientes literarios. Las ideas mismas sobre el libro, la escritura, la lectura, cierta sacralidad de lo verbal, reconocen en la herencia judía, si no el aporte único, una fuente irremplazable para la formación de las concepciones borgianas.