A cinco años de la muerte del fiscal Alberto Nisman y a un poco más de 25 años del atentado a la AMIA, las mentiras constituyen hoy una montaña de la altura del Aconcagua y los encubridores y cómplices se presentan como adalides de la verdad. Una radiografía de países, intereses económicos y políticos que obstaculizaron llegar a determinar los inspiradores del atentado, su conexión local y que coinciden en buena parte con los que convirtieron luego al fiscal muerto en un héroe imprevisto.