La pendiente de degradación del radicalismo como movimiento popular se expresa en sus actuales dirigentes, quienes exhiben una mediocridad apabullante y que aceptaron ser representantes del establishment y furgones de cola de una coalición que polemiza por ver quién representa mejor a la ultraderecha. El caso del gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, que desempeña el papel de súper halcón de una falsa paloma como Horacio Rodríguez Larreta, es la máxima expresión de esa degradación política.