Julián Axat sostiene en esta nota que no entregar alimentos a los que mueren de hambre constituye dolo de un grado de real malicia que agrava la figura de la malversación, un acto que no puede ser desatendido por la justicia. Axat agrega que lo imperdonable de esta obscenidad excede la dimensión penal, llegando a la escala religiosa y humana.