Las expresiones de la principal oposición política, de los discursos de los comunicadores y medios más irresponsables y desaprensivos, y de grupos de manifestantes que exhiben una actitud imperativa frente a medidas de cuidado de la comunidad ante la pandemia, ponen en juego términos que remiten a valores fundamentales como la libertad y la democracia, o bienes culturales valorados como la educación, contrapuesta a la salud pública o el trabajo, puestos en un registro emotivo que los vuelve totalmente abstractos. Es decir, desconectados de la práctica y de su materialidad. Una estrategia que se desarrolla en el terreno del adversario para defender sus propios valores. Así, se neutraliza el debate y se desarma la crítica política, expropiada de sus enunciados más caros, de sus propias palabras.