La globalización de la economía capitalista se empalma con el método fascista para privatizar la estatalidad. Una prótesis de expansión de esa amalgama está en nuestros bolsillos: el celular, que propaga ese poder oscuro.
El “no hay plata” es menos para las clases que gobiernan que para los trabajadores. En esa contradicción ya tenemos un rasgo de fascistidad, sostiene Rocco Carbone.
Criminalizar al Estado para privatizarlo implica expulsar al Estado del Estado. Expulsar al Estado del Estado quiere decir también expulsar las normas que pueden reglamentar y obstaculizar la voracidad del mercado.