En el presente texto, Diego Tatián evoca uno de los aspectos menos conocidos del trabajo de Oscar del Barco. Sus dibujos y pinturas -propone- nada tienen que ver con el mundo reducido a un mínimo de experiencia al que nos confina el complejo sistema de dominación en curso. Hacen más bien un hueco en el mundo así sometido para preservar lo que se halla reprimido u oculto.