Horacio González sostiene en este artículo que con la asunción de Alberto Fernández como presidente y de Cristina Fernández como vicepresidente, asistimos otra vez en la Argentina a un espíritu fundacional que llama a la unidad nacional al tiempo que sugiere tácitamente que esa unidad es tan necesaria como condicionada por el hecho de que su enunciación contiene su necesaria dificultad. González afirma que la experiencia política que se abre en la Argentina está relacionada con una de sus tradiciones, la más notoria pero la menos mencionada, la de un humanismo crítico a la espera de un nuevo nosotros activo, que sabrá criticar justamente las descaminadas opciones de lo humano que ofertó el mercado torpe del ideario neoliberal.