Tiempos de pestes recuerdan tiempos manicomiales. Tal vez porque todas las catástrofes de la civilización repiten comunidades de terror, campos de desolación, compendios de inclemencias. Y tampoco hay manera de suprimir un saber continuamente desmentido que nos espera en el funesto después del después: el capitalismo está destruyendo la vida con nuestro consentimiento.