Cada vez más conectados y cada vez más solos, en la era del circuito de control global a través de los gigantes tecnológicos, hemos llegado a un grado de sumisión colectiva que es el núcleo de esta Modernidad: el producto somos los humanos.
Navegamos por la nube convertidos en protectores del capital global y de sus dueños. Hay capas enteras de la sociedad que se han adherido totalmente no ya a la ideología neoliberal, sino a la forma de vida neoliberal.
En la sociedad de la hiperconexión hemos sustituido la solidaridad por el narcisismo. Desde una engañosa empatía, esa conectividad ha generado una especie de sociedad de la interpretación, el engaño y la impostura.