El contexto epocal no es favorable ni estructural ni coyunturalmente, sobre todo con el peso demoledor de una deuda extraordinaria y con la dificultad de imponer un distanciamiento de la hegemonía mundial. Pero eso no significa que no hay nada para hacer. Está claro que lo determinante es la definición de objetivos que trasciendan la complejidad del corto plazo, que signifique una transformación productiva y una transformación política.