Marcelo Brignoni arroja como botella al mar una serie de preguntas ante un peronismo conducido desde un ambacentrismo obstruccionista que no contempla la autocrítica y menos la necesidad de una renovación que dé nuevo bríos al Movimiento Popular.
Como decía Lenin: todo es ilusión, menos el poder. La tensión Cristina-Axel es una adaptación local de ese axioma. Inesperada, precipitada, inoportuna quizás, pero dada al fin.