Una frase de Jorge Luis Borges, o por lo menos que se le atribuye, dice: “Lo propio del infierno no son los tormentos sino su irrealidad”. Tanto en la dictadura establishment-militar como en la presidencia de Javier Milei, la irrealidad crea un escenario fantasmagórico e inverosímil donde lo absurdo se naturaliza, y el disparate y la mentira envueltas en la crueldad, extienden sus largas sombras oscureciendo la visión, algo que en la literatura se encarnó en el realismo mágico.