En un presente asediado por la creciente y preocupante multiplicación de los discursos de odio, el film más reciente de Roman Polanski busca la enunciación autoral de una minoría para construir el alegato victimizante del “artista maldito” frente al escándalo que lo involucra por delitos sexuales. Con esta clave de lectura, Román Keszler hace una crítica “a contrapelo” de Yo acuso, reflexionando sobre las relaciones entre el autor y la obra y los conflictos entre ética y estética.