El neofascismo neoliberal del siglo XXI vino a demostrar, una vez más, que la copa de los ricos nunca derrama, que el capital siempre prefiere fugar, evadir, huir hacia las guaridas fiscales antes que asumir cualquier riesgo innecesario. Frente a ello, habremos de persistir en nuestras inquebrantables memorias históricas y reservas simbólicas, en los saberes plebeyos, en las construcciones colectivas y, sobre todo, en los abrazos reparadores que aún nos esperan.