El abandono y la soledad de dos adversarios inclementes, tan diferentes y tan parecidos en la soledad de la muerte como Maradona y Neustad. La soledad privada de Perón, protagonista eterno en su vida pública de un baño de multitudes, y la soledad y el abandono del Che en un paraje perdido de Bolivia. Hugo Presman sostiene que tal vez, con la experiencia de la muerte de los protagonistas mencionados, habría que reformular la ironía del genial Woody Allen: “No le tengo miedo a la muerte, pero no me gustaría estar ahí cuando llegue. Cuando finalmente me ubique y no la logre seducir ni reír con mi último chiste, que me encuentre acompañado”.