El filósofo Diego Tatián sostiene que en la Plaza del último 10 de diciembre se planteó la más urgente pregunta política de América Latina: ¿cuáles son las pasiones de la democracia que la cuidan, la extienden, la hacen durar y la llevan a la plenitud de su promesa? La respuesta quizá se halle en el discurso que pronunció Lula da Silva, en el que ofrendó lo necesario para acompañar la vida de las ideas que orientan el mundo de anhelos y esperanzas populares: una fraternidad, un compañerismo y una felicidad de saber que nunca se está solo, y que ello se manifiesta, finalmente, en gratitud.