El discurso – Por Ricardo Rouvier

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El discurso – Por Ricardo Rouvier

Foto: Mariano Fuchila

Foto: Mariano Fuchila

Ricardo Rouvier analiza el discurso presidencial en la apertura del período de sesiones ordinarias 2022 en el Congreso de la Nación. Pospandemia, acuerdo con el FMI, crecimiento económico y condicionamientos en el frente político externo e interno.

Por Ricardo Rouvier*

(para La Tecl@ Eñe)

La alocución presidencial para la apertura del Congreso de su año legislativo tuvo ribetes particulares debido a las circunstancias en que se produjo. No se puede dejar de considerar la singularidad del contexto que comprende desde la situación nacional pos pandemia hasta el enfrentamiento bélico en Europa, espacio pacificado desde el Acuerdo de Yalta. Hay un horizonte de condicionamientos  que constituyen una verdadera amenaza al país, incluido el propio acuerdo con el Fondo. Amenaza que nuestro país no puede evitar, por nuestra pertenencia a la periferia occidental del planeta, y por sus problemas macroeconómicos que están desde hace años. Hasta un conflicto tan distante como la invasión de Ucrania puede afectar nuestra balanza comercial, a favor por el precio de la soja y en contra por la importación de petróleo y gas. Si bien hubo una recuperación del PBI, de 10,3% en el 2021, compensando la caída del año anterior, la situación socioeconómica está plena de urgencias, incluida la deuda externa, la proporción de pobreza e indigencia, la caída de la capacidad de compra del salario, etc. Esto fue acelerado y profundizado por el COVID 19, del cual aún estamos saliendo.  

Los condicionamientos políticos internos también juegan su papel. Es indiscutible que la coalición gobernante presenta fracciones internas que interceptan entre sí en el ejercicio de la gobernabilidad. Las contradicciones implican distintas narrativas bajo el paraguas del panperonismo frente a la prepotencia de la realidad que bloquea el camino.

Hay un relato que pone el acento en la condicionalidad,  y en tomar el mejor camino que se pueda dentro de la inevitable hegemonía mundial capitalista, y el otro que apunta a denunciar ese dominio para cancelarlo. Mientras tanto, el capitalismo internacional sigue su viaje, casi indiferente, a lo que ocurra en sus costados. Todo indica que con la actitud denunciativa no alcanza.

La coalición opositora también muestra diferencias en el pensar y el hacer sembrando dudas sobre la estabilidad que un gobierno 2023 requiere. Por ahora su esperanza de volver está puesta en la fragorosa interna de su adversario, la situación socioeconómica (sobre todo la inflación) y la erosión de la memoria del electorado sobre los cuatro años de Macri.   

En los dos años transcurridos de la presidencia de Alberto Fernández se intentó, a veces infructuosamente, alcanzar la armonía que hubo en las elecciones del 2019 con el formato de una identidad superior: el Frente de Todos. Luego hubo varias interpelaciones internas y también la estrategia del silencio entre los socios, que es una forma retórica para manifestar una aceptación limitada o la negatividad del otro. La reciente renuncia de Máximo Kirchner a la dirección del bloque de diputados, es un acontecimiento que debe sumarse a esta lucha que hay, desde hace mucho, entre lo que llamamos los “posibilistas” versus los “ideólogos”, que mantienen diferentes cosmovisiones respecto del poder en el mundo, en la región y en lo local. Muchos de los debates giran alrededor de un tema mágico por lo intocable. El tema es cuál es la posición del gobierno y la dirigencia del Frente sobre el capitalismo; y si la respuesta es positiva, a cuál de ellos hay que orientarse. Hay otros, del mismo espacio político, que proponen cancelar el sistema. Para que ese debate tenga la seriedad que merece hay que proponer el cómo. Desde que Perón, en 1947, planteó el camino del “capitalismo humanizado”, la apertura y controversia dentro del peronismo permanece latente y refugiado en cada fracción, sin resolverse el gran interrogante.

Ante este escenario, el presidente Fernández intentó volver al protagonismo con su exposición en el Congreso, y ser la autoridad política que la sociedad, en su profundidad, espera que sea. Algunos anticiparon que el 1° de marzo se iba a producir el relanzamiento del gobierno, pero  eso no terminó de concretarse. El contexto inundó el texto.

Hubo ejes obligados en la exposición: el acuerdo con el FMI, el crecimiento de la economía  y la situación crítica en Europa, que puso sobre la mesa la definición de cuál es el posicionamiento de nuestro país en el mundo. Finalmente, en este punto, la posición fue alinearse con la tradición de nuestras relaciones exteriores, sin sobreactuar la condena a Rusia.

Con un acompañamiento limitado de manifestantes en la plaza de los dos Congresos, el Presidente emprendió el texto. Desde lo formal, el discurso fue largo (debería saberse que el tiempo de atención del receptor sobre un comunicador que lee es más limitado que cuando utiliza una forma mixta o directamente no lee). Dejó la impresión que hubo escasa práctica de lectura previa (una cantidad de furcios superior a lo habitual); y el ritmo  monocorde hizo que la alocución se hiciera tediosa.  

Es importante en la emisión de discursos políticos administrar las pausas, y la gestión de los silencios, y el énfasis que se pone cuando se quiere subrayar alguna parte.

Lo mejor del discurso fueron las afirmaciones en torno a no habrá cambios sobre seguridad social, el trabajo y tarifas, dando a entender un éxito del gobierno frente al FMI, lo que fue contestado con beneplácito por los presentes. Se dedicó un tiempo necesario, pero extenso al compromiso del Estado en la lucha contra la pandemia (señalamos la duración porque los estudios motivacionales indican que la sociedad no quiere ni hablar de la epidemia); pero era necesario nombrarlo para ratificar la responsabilidad del Estado y el gobierno.

Un discurso político siempre tiene uno o varios destinatarios. El preferido es Macri, que es construido como contradestinatario dada su negatividad por haber contraído la deuda y su mala gestión. Se está eligiendo a un opositor que quiere reincidir en las próximas elecciones, pero tiene un techo por encima del cual no crece en votos. Las comunicaciones contrarias al líder del PRO refuerzan su límite para aumentar el consenso.  

Ahora, es un problema que tiene el usar repetitivamente en la narrativa oficial (el Presidente, los ministros y los medios de comunicación afines) de blanco a Macri. Hay que considerar que así como es inevitable hacer puntería sobre su figura, al reiterarse va perdiendo efecto con el tiempo. Prueba de lo que decimos lo señalan varias encuestas en que la población va focalizando, cada vez más, en Alberto Fernández la responsabilidad por la deuda con el FMI, perdiendo peso el responsable de la deuda. ¿Esto es absurdo? Sí, es absurdo, pero así funciona la relación entre la comunicación y la opinión pública; y no es como a uno le gustaría.

Esto, más la mención enfática presidencial a la judicialización de la deuda, determinó que una fracción, el PRO, de Juntos por el Cambio, se retirara del recinto mostrando poco respecto a la institucionalidad y carencia de autocrítica. La coalición opositora siempre tuvo la actitud de evitar la mención del dislate financiero del 2018. El retiro de la bancada del PRO fue planificado y tuvo más impacto en la interna que afuera. En la opinión pública cayó mal y se disolvió a las pocas horas. Las banderas de Ucrania en las bancas constituyeron una provocación hacia el oficialismo, que intentó anticiparse con el minuto de silencio, pero CFK les ganó de mano. Hubo un olvido en la exposición del Presidente.: el estrago en la Provincia de Corrientes.

Otro contradestinatario fue la Corte Suprema, lográndose un efecto dramático cuando con la mención presidencial la cámara de televisión giró y tomó de lleno a los Ministros del Tribunal. Esto también es reiterado, y se introdujo seguramente por efectos de la relación interna en el Frente, donde Alberto Fernández tiene que dar prueba de que se quiere echar a la Corte. La pregunta política es: ¿eso es posible? No están los votos para el juicio político; no hay una movilización popular como para presionar la salida del supremo tribunal. Entonces, ¿cuál es la ganancia política de emprender una batalla que no se va a ganar? Otra cuestión es la reforma judicial (así nombrada), que es apoyada por la gran mayoría de la opinión pública desde hace muchos años.  

La parte final del discurso fue su momento más débil, porque el Presidente hizo un largo listado de promesas de gestión; e imprimió más velocidad a la lectura. Se notó mucho el ejercicio de cortar y pegar de las propuestas a futuro de las Secretarías de Estado y de Ministros sin una edición adecuada. Tenemos muchas dudas sobre cuánto de eso habrá sido correctamente asimilado por la recepción, considerando que la producción del sentido requería otro formato. Hubo aspectos importantes, como la inversión en Ciencia y Tecnología, que quedó desjerarquizada por la mención sin destaque.

En síntesis, contexto económico, social y político muy complicado  (es un tema mayúsculo que la vicepresidenta y parte del Frente no creen en el acuerdo), pero lo posible (los votos estarían con la ayuda de la oposición) es que hay que dar el paso de aprobación para ganar tiempo, diferir los pagos, y volver a sentarse con el FMI dentro de un tiempo. Esto lo creían antes que Rusia invadiera Ucrania, ahora están más seguros.

El presidente, con el discurso, obtuvo una dosis de centralidad que necesitaba. Fue protagonista del acontecimiento, hizo un repaso de lo hecho, y planteo la opción del crecimiento como el único camino. Lograr el crecimiento de la economía simultáneamente con el pago de la deuda se convierte en una épica; o, tal vez, en un milagro.

Buenos Aires, 4 de marzo del 2022.

*Lic. en Sociología. Profesor Universitario. Titular de R.Rouvier & Asociados.

1 Comment

  1. Sara Berlfein dice:

    O una utopía?🥴

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