El analista político Ricardo Rouvier sostiene en este artículo que el peronismo está desapareciendo, tanto en lo cuantitativo como en su influencia en el sentido común, y afirma que este drenaje comenzó en los menores de 40 años, en los segmentos más sensibles a las transformaciones provocadas por el tecnoliberalismo.
Por Ricardo Rouvier*
(para La Tecl@ Eñe)
“Las doctrinas políticas no pueden ser eternas, aunque sean eternos los principios que las sustentan”… “una verdad que nos parece hoy incontrovertible, quizás dentro de algunos años resulte una cosa totalmente fuera de lugar, fuera de tiempo y fuera de circunstancias. Una doctrina hoy excelente puede resultar un anacronismo dentro de pocos años, a fuerza de no evolucionar y de no adaptarse a las nuevas circunstancias”.
Actualización Doctrinaria – 1971
Fue el propio Perón quien planteó la crítica relación entre el tiempo y la política. La convergencia de la necesidad y la oportunidad como clave de la dinámica histórica Esta combinación exige la adecuación del pensamiento y acción con una época, adecuación que no siempre se da. O porque las nuevas ideas aparecen mucho antes de su requerimiento histórico y transitan en la soledad de los precursores, o porque presionan sobre los acontecimientos desde la praxis o desde la interpretación. A veces las ideas se mantienen más allá de su obsolescencia como una idealización de la realidad. Y permanecen a través de los actores políticos que intentan, desde sus dogmas, construir una realidad deseada. Hay un eje central llamado evolución que nos permite identificar los factores para movilizar la realidad cultural, económica y social, cómo es el caso de la producción de riqueza con el aporte de la revolución digital. Como señala Marx, la historia ofrece de antemano la solución de los problemas que ella misma plantea. Entonces, el propósito de la política es encontrar las soluciones reales.
Nuestra individuación se constituye en un espacio-temporalidad determinado; pero somos seres sociales, es decir, somos fruto del entrecruzamiento institucional que nos constituye. Somos hijos de nuestros padres (proyecto individual), y somos hijos de un período histórico (hegemonías), que nos determina. En la posmodernidad vivimos un vaciamiento de sentido del segundo, por eso el desafío es encontrar los caminos posibles hacia los mismos valores como la justicia social, entre otros.
Esa institucionalidad creadora transita por la producción material y simbólica de una época. La necesidad son aquellas demandas colectivas que presionan sobre la realidad e intentan modificarla, y la oportunidad es que tales ideas mantengan vigencia como intención dominante. Una cosa es la nostalgia minúscula por el nazismo; y otra cosa sería creer que la envergadura autocrática del III Reich es posible de ser reinstalada; algo parecido podríamos decir de las revoluciones emancipadoras por vía armada del concluido tercer mundo. Un ejemplo u otro caracterizan una etapa en el proceso del devenir/aprendizaje que va estableciendo diferencias con el original.
El siglo pasado fue muy rico en ese aspecto, el péndulo de lo político/económico y social se movió de un extremo a otro, se crearon y se apagaron muchas pasiones. Algunos quedaron atrapados por aquellas utopías, sin advertir que habían desaparecido en su probabilidad. Gran problema para las ideologías críticas de lo existente como el peronismo: Encontrar los caminos para conducir al mismo destino. Algunos alcanzan a sospechar que también se han perdido los objetivos, porque se considera que el sujeto de cambio ha dejado de serlo, quedando congelado como objeto de consumo de bienes materiales y de subjetividad construida por la hipercomunicación.
El paso del tiempo va generando la necesidad de seguimiento de las mismas ideas en las cuestiones de ideación y del hacer. Pero, puede ocurrir que ciertas ideas o prácticas, queden fuera del tiempo al no ser conscientes de los cambios y desechos que generan lo contemporáneo. El patriarcado es una institución, en nuestra opinión, que en Occidente va desplomándose, pero esa caída es apreciada, o no, por sectores y segmentos en forma diferenciada. Algunos se mantienen disciplinados dentro de sus paradigmas, y otros cambian. En lo hegemónico hay una derecha moderna y una derecha conservadora; que a veces se diferencian y en otras se combinan por requerimientos de la sumatoria en la lucha política.
Desde hace años tratamos de objetivar la adecuación o inadecuación de las ideologías y prácticas políticas con la evolución histórica liderada por la IV revolución industrial y la cultura digital. Por supuesto que nuestra realidad nos obliga a mirar críticamente y modificar la actual. Un primer acercamiento reconoce el tránsito tan singularmente adaptativo del peronismo, que le ha permitido contar con Firmenich (la revolución), o con Menem (la contrarrevolución) dentro de la misma identidad, en que ambos se constituyeron en un emblema epocal.
Observamos, como un dato de la realidad mensurada por la investigación social, que el peronismo está desapareciendo; tanto en lo cuantitativo como en su influencia en el sentido común.
Este drenaje comenzó en los menores de 40 años, en los segmentos más sensibles a las transformaciones provocadas por el tecnoliberalismo (“Porque la evolución marcha con la velocidad de los medios técnicos que la impulsan” –J.D. Perón – Abril del ´74).
Este proceso de desperonización es lento y colabora a ocultarlo la enorme burocracia política y social del peronismo que mantiene como blasones las huellas de lo que alguna vez fue un movimiento nacional, con un único conductor. Por supuesto, que todo tiempo pasado no fue un Edén, pero nos preguntamos qué pasó con la sinonimia entre Nación y Peronismo. El requerimiento de la unidad nacional, o constituir mayorías populares. Qué ocurrió con la conformación de la clase trabajadora organizada como columna vertebral. O con el trasvasamiento generacional, o con la participación popular como superación de la democracia liberal. El peronismo, en su representación política, quedó embretado en la disposición electoral y en el marco de la partidocracia, que incluye al PJ. Esto no obsta, para que se siga distinguiendo por el volumen de seguidores, afiliados y militantes.
Los rasgos que identifican a la Argentina moderna tuvieron su motor propulsor en el peronismo. Es su origen, sus valores fundantes constituyen una prueba de su identidad, pero su corpus dogmático quedó paralizado ante la irrupción de la IV revolución industrial, y la predominancia del individuo por encima de la sociedad. Esa predominancia se ha instalado en la política, en que la dirigencia hoy es más importante que el pueblo que los vota. Y el pasado glorioso es más cómodo que el porvenir. Se rescata el trabajo barrial, las organizaciones libres o del Estado que siguen su labor militante, aunque sin conducción nacional. La distancia que hay hoy entre la alta dirigencia y esa base es enorme.
La tendencia a la totalización del peronismo se ha convertido en un archipiélago, con sus 24 islas electorales. El modelo de la Comunidad Organizada como alternativa al orden burgués, queda más como un ejercicio intelectual que en una utopía posible. Es fácil advertir su licuación desde el lenguaje; ya que no es ni siquiera mencionada. A esta ausencia se le agrega la reiterada mención de Proyecto Nacional en las redes y declaraciones de los organismos del movimiento, aludiendo a una demanda suspendida.
Tampoco la centro derecha o derecha, que es la expresión política de la hegemonía occidental, puede asegurar un gobierno duradero, una dirección cultural y moral de la comunidad. Inquieta la posibilidad de que Juntos por el Cambio pueda ganar las elecciones del 2023. Eso no es seguro porque falta mucho, pero es posible. Y ayuda a esa posibilidad el enojo de la sociedad: con el gobierno, con el Frente y con el peronismo. De allí es que en las elecciones anteriores la oposición capturó votos en conglomerados cautivos del voto peronista.
Las posturas reformistas intentan generar modificaciones económicas, sociales y culturales, con los propios elementos del dominio ya que no hay manera de atacar al sistema desde afuera. Esto requiere de una inteligencia aplicada para democratizar la producción de riqueza y distribución y contra la concentración. Pero esto requiere de una construcción política con propósitos claros y compromiso dirigencial que vaya más allá de uno mismo.
El capitalismo dependiente, tal cual existe en nuestro país, tiene resultados fallidos que, si bien logran una satisfacción económica, es restringida en comparación a la proyección productiva de recursos; y mucho más en la extensión de la distribución de esa riqueza. Las diferencias dentro del gobierno y el Frente tienen que ver con los diversos modelos de desarrollo, pero esto, que no debería impedir una alianza electoral y de gobierno, adquiere el volumen de una crisis institucional.
La falta de representación de la democracia es la prueba más contundente de cómo quedan obturados los caminos mientras el régimen sobrevive apoyado en sus promesas, que son ideales no cumplidos. Si hablamos de épocas y de historia, hay que mencionar que la democracia liberal, en el mundo, no ha cumplido el sueño de sus fundadores.
El peronismo, en su razón de ser, debería impulsar su arma estratégica más decisiva, estimular la participación popular en los diversos frentes de la lucha social. Este impulso es fallido cuando las organizaciones libres del pueblo se constituyen desde el Estado, porque esteriliza la propia energía y creatividad popular para hacer política, y promueve una burocracia paralizante.
Cuando el peronismo queda congelado en su mito fundante favorece a sus enemigos, para descongelarlo tiene que hacer un diagnóstico correcto de la etapa, para evitar los anacronismos de derecha o de izquierda. Pero, no sería objetivo, reconocer que siempre ha habido diversas formas de interpretar el peronismo. A veces, esa interpretación es hija de la guerra fría, o a veces es hija del Consenso de Washington.
Es paradójico que aquello que nació para terminar con la República Oligárquica, se convierta en un nuevo estamento burocrático seducido por el consumo, privilegiado y encerrado en su castillo.
Algún lector pensará que es lo mismo un gobierno del Frente de Todos que un gobierno de Macri. No; no es lo mismo, porque el contar con el gobierno coloca al peronismo al borde de sus propias contradicciones sin distracciones, lo coloca frente a los desafíos del poder real. También advierte en la gestión que no basta con ganar, hay que consolidar una mayoría. Y es imposible construir esa mayoría considerando que fuera del 30% todos son culpables.
El peronismo es uno de los movimientos históricos más importantes de América Latina, y tiene una vigencia, todavía numerosa, a pesar de sus más de 70 años; pero su sobrevida no es simétrica a su dinamismo. Acompañó la crisis nacional, de la cual también es corresponsable, y que lleva muchas décadas, e impulsó procesos de acentuación reformista que se fueron agotando con el tiempo. Una prueba es que no hay políticas destinadas a ampliar el Frente por fuera de lo que es pescar en la propia laguna y construir nuevos consensos.
Anticipamos que se va perdiendo presencia e interés de la sociedad civil sobre la política en general y también sobre él peronismo, empezando por los jóvenes que son una señal del futuro que ha llegado.
Buenos Aires, 16 de junio de 2022.
*Licenciado en Sociología. Profesor Universitario. Titular de R.Rouvier & Asociados.
7 Comments
Interesante descripción de la parálisis del peronismo pero el tono general es que por el lado tradicional, invocativo de las pasadas glorias, no hay salida. ¿cuál será entonces la salida? ¿El macrismo barrerá al peronismo? Si la descripción es correcta lo que queda es la necesidad de modificar ciertos conceptos sin plegarse a estructuras evocadas o tomadas en préstamo. ¿Cómo hacerlo y quién lo puede hacer? Probablemente surgirá de la dinámica de los conflictos y de las formas que irá aduiriendo, confiar entonces en lo imprevisto. O sea que no digo nada pero tal como están las cosas mucho no se puede decir.
nombren como lo nombren
es capitalismo
el capitalismo es genocida
En la medida que el Peronismo en el gobierno, insista en ser un partido «del orden», dejara su esencia y su posibilidad de diferenciarse de los neo-liberales oligárquicos que son partidos de los poderosos, dueños del País y de sus instituciones. La derecha se sacó todas sus caretas y muchos pseudos-peronistas se sienten reflejados en el espejo. El Kirchnerismo, la expresión mas contemporánea del Peronismo, debe profundizar su doctrina , avanzando en recuperar derechos y necesidades de nuestro pueblo. Empeñarse en permanecer en los sillones, sin posibilidad de transformar la realidad, es una función transitoria y sin futuro. «El Peronismo será revolucionario, o no será nada,»
No comparto la interpretacion capciosa (adj. engañosa o que induce al error o vision que situa los acontecimientos en una perspectiva estrecha y momentanea) Rouvier no pronostica, proclama su deseo
Los dogmas utopicos señalados como anacronicos por Rouvier, que segun su diagnostico no son comprendidos por los sub 40, estan, mas vigentes que nunca, y seran comprendidos por este segmento etario, en cuanto sea despejada la nebulosa tiniebla urdida por los intereses antihumanistas Estamos en presencia de una posible confrontacion planetaria, donde estan en juego precisamente estos valores ¿cuales? El fin de las hegemonias y el inicio del protagonismo de los sumergidos pueblos de la periferia. Acaso no es contemporanea la lucha por el bienestar de los pueblos. Acaso se eliminaron de la faz de la tierra las injusticias sociales y las naciones gozan de soberania politica e independencia economica. Si Rouvier cree, como Carrel, que vivimos en un mundo feliz le sugiero que haga un repaso, ya no de la situacion mundial, sino la de nuestro pais y nos diga si cree que hemos evolucionado como sociedad. Si en todos los item de las actividades politicas, humanas, culturales, hemos progresado Si asi lo considera, le pido por favor que me lo explique
Coincido ampliamente con Andrés. No me hago cargo de la expresión de deseo de nadie. Ya he leído y escuchado, en mis 70 años, varios diagnósticos parecidos. Desde mí lugar, opino que los ideales básicos del peronismo a partir de las necesidades populares mantienen plena vigencia, más allá de la dirigencia, que siempre ha de ser temporal. Es solo cuestión de tiempo comprobar que el peronismo mantendrá su vigencia, porque la esencia del ser humano de necesidad – satisfacción, sólo puede ser entendía y comprendida desde el ideario humanístico del peronismo. La mercantilización de las necesidades nos va a llevar siempre a la confrontación ricos vs pobres, mientras que el peronismo seguirá invocando la necesidad de una movilidad social ascendente y sobre ese pilar construirá su accionar. Podrá haber lagunas temporales, pero el peronismo seguirá entendiendo la realidad de los tiempos, es cuestión de referenciar a los intérpretes dirigenciales correctos.
«¿El macrismo barrerá al peronismo?»
El propio peronismo ya se encargó de eso. Es evidente y Rouvier tan solo lo confirma.
Así como a partir de 1945 el peso de la emancipación social recayó en los actores del mundo del trabajo, en nuestros días la sucesión de acontecimientos urbanos por las libertades individuales y la propensión a la reestructuración del tejido social argentino, comprometen a la ciudadanía. Donde, desde un horizonte de pelea por la soberanía nacional sobre el petróleo, el litio y los minerales estratégicos, se abren caminos en torno a la defensa del río Paraná, los avances sobre el Lago Escondido y el valiente proceso de incorporación de Las Malvinas argentinas a toda problemática educativa.
La tarea de fomento de la vida y la libertad en todos sus sentidos en las comunidades municipales y regionales, dará origen a formas de relación social y sustento alimenticio de creciente complejidad. Hoy mismo se puede constatar una existencia desigual y variada de esos embriones de capitalización social: cooperativas y mutuales, fábricas recuperadas, clubes, instituciones académicas y científicas, organizaciones sociales, asociaciones civiles y entidades religiosas salpican de núcleos de trabajo y solidaridad las barriadas periféricas a lo largo y ancho de la República.
En el desarrollo de ese proceso de ascenso de la calidad de vida del pueblo sin pedirle nada a nadie, ni planes, ni punteros, perfeccionando la labor de convicción, organización y conducción, se irán perfilando nodos organizativos, centros de convocatoria, lugares de consulta y debate… y también liderazgos genuinos.
Ese Movimiento Nacional y Popular no es un partido ni una institución. Es mucho más, tampoco es peronista, menemista, renovador, federal, o kirchnerista. Tiene su raíz en la madre tierra, su tronco son la historia y las tradiciones y las comunidades populares son sus ramas. Para que dé frutos hay que ocuparla, cultivarla, amarla y compartirla.
Así las conquistas no serán sólo materiales, económicas o mercantiles, propias de la convivencia con el mundo injusto y corrompido por el lucro, la codicia y la usura sino que habrá un salto en calidad del orden de lo espiritual similar al que protegió a la militancia de los orígenes de la primera resistencia peronista: el sentido heroico de la existencia. Ese componente ético es el que garantizará una generosa unidad política y social y el respeto a la diversidad cultural, étnica y de género que caracteriza a los conglomerados humanos.
Tal vez semejante empeño requiera el concurso de varias generaciones de argentinos. La utopía será realidad. No hay apuro.