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Mala, mala, mala eres… – Por Paula Halperín

Imagen: La Tercera

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Paula Halperín narra en primera persona cómo el mercado laboral, pensado para hombres, presenta férreos obstáculos para las mujeres que deciden vivir la experiencia de la maternidad y desarrollar al mismo tiempo su vida profesional.

Por Paula Halperín*

(para La Tecl@ Eñe)

Si nacés con vulva y algún día deseás tener hijos vas a tener que elegir entre ser mala madre o ser mala profesional. Es lo que nos toca todavía a las mujeres, al menos hasta mi generación y algunas que le siguen.

El otro día acompañé a mis hijas al dentista, quien se sorprendió porque, luego de un año y medio de no ir al control (por la pandemia), tenían la boca impecable. Y si bien la genética influye, debo decir que ese poroto me lo anoté a mi favor. Desde que eran muy chiquitas, regularmente las llevaba cada 6 meses al odontólogo.

Mientras me duchaba, orgullosa pensé: ‘¡Qué bien les mantuve la dentadura!’. Y no sólo eso hice bien, sino además cumplir con otros profesionales, la escuela, los cursos extraescolares, la vida social, etcétera… Siempre haciendo malabares con el trabajo y prácticamente sin ninguna ayuda. Podría decirse que soy una buena madre. Pero enseguida me brotó otro pensamiento, ya que mi cerebro tiene por costumbre boicotearse. Tal vez soy una buena madre pero en este momento estoy desempleada y algo deprimida por un hecho “fortuito” que viví hace unos meses (https://www.pagina12.com.ar/328256-calladitas-somos-mas-lindas).

Aún siendo también muy responsable con mis respectivos empleos, a esta altura de mi vida no pude crecer demasiado como profesional. Y siento culpa por esto. ‘¿Podría decirse entonces que soy una buena madre? ¿Qué ejemplo están viendo mis chicas adolescentes? Tal vez cumplo con los requisitos de las tareas de cuidado pero estoy desempleada y deprimida’.

Para tranquilizar mi cabeza pensé que muchas opciones no tuve en mi situación particular, aunque estoy segura de que es la de miles de mujeres. Me separé cuando la más chica tenía un mes y la más grande no llegaba a los 3 años. Prácticamente no tuve ayuda. Todo me costó demasiado. Y si bien me surgieron ofertas de crecimiento laboral alguna que otra vez, siempre terminaban disipándose. Seguramente el tren pasaba y yo prefería no subir por miedo a estar ausente cuando ellas me necesitaran. No puse todo mi empeño en crecer como profesional y lo digo con vergüenza. ¿Pero se me puede criticar por ello? Más de uno pensará que si, que no hubo suficiente voluntad, que no me gusta trabajar, que son excusas, que la meritocracia… Pero yo sentí que tuve que elegir y elegí estar presente en el crecimiento de mis chicas.

Pienso que es un secreto a voces, nadie lo dice cuando soñamos con la maternidad rosa. Pero la realidad es que algún día te van a colgar el cartel de ‘mala’ o, para decirlo de otra manera, vas a estar en falta con algo. Aún en el siglo XXI las opciones de las mujeres son: ser buena madre o ser buena profesional. El mundo no está hecho para que podamos combinar ambas. Incluso para aquellas que finalmente decidan no tener hijos. Esta elección tampoco está naturalizada en la sociedad, sigue siendo una actitud sospechosa. Yo sé que tal vez las cosas están cambiando, pero ¿a qué ritmo? ¿Es suficiente?

A nosotras el Sistema nos hace creer que desde que empezamos a incursionar en el mundo laboral nos independizamos; sin embargo, es todo lo contrario. Ahora tenemos doble exigencia. Y todas terminamos naturalizando la idea de que alguna falencia va a ser necesaria. El título de ‘mala’, en algún aspecto vamos a tener que cargarlo sobre nuestras espaldas: ‘mala madre’, ‘mala profesional’ o ‘solterona malco…’ ¿Por qué se nos exige todo? ¿Por qué no nos facilitan las cosas?

Yo tengo recuerdos de mi infancia y mi papá siempre volvía muy tarde de su trabajo. La que se encargaba durante todo el día de mis hermanos y de mí era mi mamá. Por supuesto que no trabajaba… en un empleo, porque en realidad no paraba durante las 24 horas. Pero jamás nadie dudó de las cualidades de un padre por no estar al cuidado de sus hijos. A los hombres no los miden con la misma vara.

Piensen cuántas mujeres profesionales exitosas conocen, que también hayan podido dedicarle tiempo suficiente a sus hijos y que no tengan complejo de abandono. Apuesto a que no son muchas.

Y esto tiene una respuesta: nosotras nos incorporamos a un mercado laboral hecho en función de los hombres. Pasó el tiempo, porque prácticamente la mayoría de nosotras trabaja, y todavía casi no se adaptó ninguna ley para que podamos correr la carrera desde la misma largada. Ni siquiera la licencia por maternidad está pensada para nuestras necesidades. Conozco a más de una que estaba por ascender en su empleo pero su postparto hizo que un compañero aprovechara la ausencia para birlarle su ascenso.

Asimismo, el hecho de que los hombres no tengan más de dos días de licencia no sólo es injusto para nosotras, que nos obligan a quedarnos con las tareas pesadas del hogar y sin ayuda de nuestro compañero. También lo es para ellos, que se pierden del disfrute de todo lo que significan los primeros días de un nuevo miembro de la familia.

En algunos países progresistas, como Suecia, los padres se reparten 480 días de licencia. El salario está cubierto al 80% durante los primeros 390 días. La madre y el padre pueden dividirlos a su antojo e, incluso, una parte de los días pueden usarse hasta que el niño tenga 12 años.  ¿No es más justo para todos?

Pero volviendo a nuestro mundo, hay más situaciones en las que las chicas corremos con desventajas: cuando tenemos que ir a una entrevista laboral. Es evidente que un empleador va a preferir a un hombre porque sabe que una empleada puede traer niños al mundo (si es que aún no los trajo) y esto le ‘va a causar ciertos problemas’ respecto del embarazo, la lactancia y el cuidado de los pequeños que suelen enfermarse a menudo.

Hablando de lactancia, son muy pocas las empresas que están adaptadas para que la madre mantenga este modo de alimentación para su bebé. Si bien hay una ley que permite trabajar una hora menos, no es suficiente.

En la cuenta de Instagram ‘Mujeres Que No Fueron Tapa’, de Lala Pasquinelli, se muestra una excelente publicidad sobre este tema. En pocas imágenes se ve a un hombre y a una mujer corriendo una carrera desde la misma largada, pero a lo largo del camino ella se encuentra con una serie de desventajas (o exigencias) que terminan haciendo que el hombre sea el que alcanza primero la meta (https://www.instagram.com/tv/CBdjq2nANQD/?utm_medium=copy_link).

Hay muchos puntos más que no voy a profundizar, como la desigualdad de los sueldos, la exigencia corporal y la carga mental, entre otros.

Creo que queda claro que todavía hace falta aplicar muchas políticas para que las actuales y las futuras generaciones que quieran vivir la etapa de la maternidad no necesiten elegir entre ser buenas profesionales o cuidar a su familia. Ojalá que mis hijas algún día puedan decir: ‘hice todo lo que quise y no le debo nada a nadie, ni a mí misma’.   

Buenos Aires, 3 de septiembre de 2021

*Periodista.

1 Comment

  1. Gloria pereira dice:

    Muy buena nota!excelente como todas la notas de @ Paula Hapern!!!

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