La continuidad de los casos impactantes que involucran a la plana mayor del macrismo y que enseñan su derrotero delictivo, juega en contra sino deriva en una operatividad judicial o política.
Por Vicente Muleiro*
(para La Tecl@ Eñe)
Postemilla. 1. Absceso que supura. 2. Punta visible de un tumor.
La serie puede dibujarse aproximadamente así:
1) Impacto noticiable. Macri o Vidal o Rodríguez Larreta o un miembro de la Comparsa o la Comparsa Suprema completa o el fiscal Stornelli o el ex ministro Caputo están hasta las manos. Hay choreo, prevaricato, un repertorio delictivo que puede aún llegar al crimen.
2) Lecturas sagaces, lecturas indignadas. Encabeza la vicepresidenta con los análisis más punzantes y las ironías más inteligentes que se consiguen en el mercado discursivo. Difícil que alguien la emparde. En la menguada cadena de medios democráticos y nac and pop a la que pertenecemos, se celebra, y es del todo pertinente que así sea, la dramática persistencia de esa voz. Le sigue un coro de indignación subrayada y sincera. En ocasiones asoma una expectativa en la que va la vida: esta vez no zafan.
3) Puntos suspensivos. El ritmo pirotécnico decrece. Más adelante, en algún momento, se desvanecerá.
4) El chiquero. Los emporcados y las repetidoras que integran su cadena nacional se asoman con tal confianza que ni siquiera miran hacia los costados. Se mandan nomás. Trogloditas simiescos, embutidos en una escena pública que no les demanda ni una mínima ética de sujeto y predicado, salen a hablar, sin resquemor. Dicen mentiras planas y estupideces simples envueltas en un desprecio que es lo más sincero que poseen.
5) Fin o casi.
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Pirotecnia. La naturalización de esta serie es una abyección. Debilita la acción política al trasvasar apenas a una secuencia informativa que, como tal, indefectiblemente le llegará una curva declinante. Nace como bomba de estruendo y termina en un pif de cañita voladora.
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Resaltador amarillo. La catástrofe, ahora que gran parte del periodismo es genérica y políticamente amarillo, no provoca relieves en la planicie de la atención digital. Detrás de los carteles rojos, de palabras como alerta, urgente, exclusivo, último momento, aparecen suaves ondulaciones lacustres. Y cuando en verdad hay un maremoto, no se nota. El “escándalo” que derrumbaría las supuestas columnas institucionales de “cualquier país serio” se desinfla sin gloria.
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La sociedad de la indignación. Nicolás Mavrakis, estudioso argentino del filósofo coreano Byung Chul Han, escribió: “La imagen de una ´sociedad de la indignación´ naufraga en medio de opiniones fugaces”. Se conforma así una sociedad “incapaz de construir un ‘nosotros’ a la altura de cualquier petición real”.
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Devaluaciones. El oxímoron de la estabilización explosiva devalúa a la política y a sus oficiantes en la peor clave, la que converge con el escarnio propuesto desde los pisos más altos de las torres espejadas. Es que cuando figuras como “la Gestapo Pro” o la “Gestapro” culminan en un alzarse de hombros lo que sí se percibe con intensidad es el crujido, el quiebre.
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Bajar la cabeza. De paso, el desinfle consolida lo peor: la despolitización. La reforzada sensación de desamparo de quien carga con expectativas de cambio. Y que resulta devuelto, más depreciado, al lugar de una subordinación que se quiere eterna.
Buenos Aires, 6 de enero de 2022.
*Escritor, dramaturgo, poeta y periodista.
1 Comment
El 1 de febrero es yo creo una respuesta contundente algo va a tener que cambiar en la pata jurídica económica de la dictadura que sigue gobernado