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Gabriel Fernández analiza en esta nota el rol de los medios dominantes de comunicación cuya línea editorial sostiene que todo aquél sector, partido o gobierno que promueva políticas de bienes de producción y consumo, debe ser hostigado y desprestigiado con acusaciones de populismo y deshonestidad. Fernández sostiene que así se mueven todos los espacios comunicacionales contra quienes amenazan la renta en cualquier variante.

Por Gabriel Fernández *

(para La Tecl@ Eñe)

 

Cuando el interés geoeconómico coincide con la orientación política de un Estado, el país beneficiado, crece. Hay muchos ejemplos al respecto. Aunque el clásico es la acción industrial roosveltiana en los Estados Unidos, hay otros –significativos-: la Argentina en los dos tramos peronistas, la Rusia con Vladimir Putin, la China reacondicionada, el Irán desde la Revolución, la Bolivia de Evo. Sólo por hacer mención a un puñado de ejemplos recientes.

Como contracara, si las franjas que absorben la riqueza social para trasladarla a las finanzas, la renta y la fuga predominan políticamente, el país afectado se hunde. Los casos resultan numerosos, van desde la Francia de Macron hasta la Argentina de Macri, pasando por los Estados Unidos de Reagan en adelante, la España progresista, una gran parte de África hasta el arribo chino para barajar y dar de nuevo, la Colombia narco financiera, el Chile apéndice británico.

El Papa canaliza la voz de la Multipolaridad. Esto es, una mirada tercerista afincada en su origen pero también en la función que le otorgó El Vaticano: situar a la Iglesia en los nuevos tiempos. Estos eclosionarán en 2025, cuando se crucen los vectores. Mientras Eurasia igualará en ascenso los indicadores económicos básicos de Europa y los Estados Unidos, los de la dupla recién indicada persistirán en baja. El mundo no será igual, porque el mundo ya no es igual. Lo ha explicado con nitidez el teórico Henry CK Liu y una buena mirada a fondo sobre los datos concretos, permiten reafirmarlo.

La confusión al respecto radica en la narración abrumadora de los medios de comunicación concentrados en el orden mundial y la estupidez tradicionalista de los espacios universitarios sociológicos y económicos. De otro modo, la simple comparación de los PBI protagónicos y de sus segmentos industriales contribuiría a esclarecer quién se despliega y quién claudica en el presente planetario. La vida no es sencilla, claro, pero algunas claves no son tan misteriosas e inaccesibles como parece.

La victoria del Consenso de Washington en los años 80 que derivó en un gobierno mundial orientado por el tándem Reagan –Thatcher, expandió el dominio del capital financiero urbi et orbe. Sus hacedores usufructuaron en profundidad la hegemonía y entre muchas otras cosas se adueñaron de las acciones esenciales de los grandes medios de comunicación. Las agencias, la CNN, The New York Times, The Washington Post, El País, La Nación, Clarín, por solo mencionar los conocidos por estas playas, quedaron en manos de los bancos de bancos, las empresas de armamentos y las dedicadas a la producción y comercialización de drogas, donde cabe incluir a los laboratorios más importantes.

Aunque el Efecto Tequila primero, y el sinceramiento de Lehman Brothers más de una década después quebraron la orientación y anunciaron el retorno vivificado del capitalismo productivo, esos medios quedaron bajo el mismo control. El emerger de las redes sociales les complicó el panorama ante la democratización del mundo emisor y la lucha actual que desarrollan se asienta en la búsqueda del establecimiento de la censura en internet. Pero lo cierto es que la mirada que se difunde a diario es la siguiente, a modo de línea editorial harto forzada: todo aquél sector, partido o gobierno que promueva la producción de bienes de producción y consumo (trabajo), debe ser hostigado y desprestigiado con acusaciones de populismo y deshonestidad.

Así se mueven todos los espacios comunicacionales contra quienes amenazan la renta en cualquier variante. Lo cual suscita situaciones extrañas y absurdas que hacen dudar de la estabilidad psicológica de los receptores persistentes: pues en la andanada propagandística  antiproductiva se llega a proclamar que un gobierno despliega ciencia y técnica para elaborar satélites con el objetivo de “hacer caja”, que otro escogido en 14 oportunidades por el voto legal y masivo de su población es una “dictadura”, que quienes elevan el nivel de consumo para dinamizar el mercado lo hacen por “demagogia” o que la ampliación de servicios educativos y sanitarios para la población implica un “gasto innecesario”.

La dualidad contrastante entre realidad y narración va llegando a un límite. Esto nos ha permitido inferir que se avecina una nueva etapa en la comunicación. Pero eso, casi, no importa: se avecina una nueva etapa para la humanidad. Si las fuerzas coaligadas en el Consenso de Washington se relanzan y vuelven a gobernar el orbe, sobran unas cinco mil millones de personas; una más, una menos. Si la Multipolaridad se abre paso, las nuevas tecnologías pueden contribuir a elaborar un planeta contenedor, con perspectivas favorables para el despliegue humano que aún ni alcanzamos a percibir. En todo esto hay una paradoja de interés.

Se trata del rol que la historia humana le ha deparado a nuestra patria. En este Sur hasta hoy gobernado por lo peor de las vertientes rentísticas y antiproductivas, ha surgido la filosofía práctica que anunció el futuro. En 1953 Juan Domingo Perón presentó su propuesta de unidad Argentina – Brasil – Chile; en 1974, su Mensaje Ecuménico. En la Década Ganada los herederos de esta tradición política impulsaron el Unasur y sentaron base exitosa en el combate contra los Fondos Buitre –el ala combativa de los bancos- en Naciones Unidas. Por lo visto, la contradicción está por resolverse. Pero estos cuatro años han sido de un retraso apreciable dado que el resto de los actores siguió avanzando en materia de inversión y desarrollo científico técnico. Ahora, el pionero arranca de atrás; como Haití tras haber plantado bandera en el tramo de las revoluciones americanas.

Las cartas están echadas y aquél cruce de vectores indicado no será obturado por un puñado de medidas económicas. Si los medios condenan esta visión por los intereses antedichos, la estrechez de miras del circuito académico la objeta porque su dirección, su contundencia y su claridad son evaluadas como “simples”. Todos sabemos que quien tiene dificultades explicativas arranca advirtiendo que el asunto es “muy complejo”. Sin embargo, esto que decimos, es cierto.

El mundo no marcha hacia el Medioevo ni hacia el Socialismo. Es curioso (y aunque moleste, grato para este redactor), pero se enfila con energía hacia el Capitalismo.

 

Buenos Aires, 14 de agosto de 2019

*Director La Señal Medios / Sindical Federal / Área Periodística Radio Gráfica

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