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DE LOS DIFERENTES USOS DEL TÉRMINO “OPACIDAD” – POR ANGELINA UZÍN OLLEROS

Angelina Uzín Olleros reflexiona, a partir de una nota escrita por Conrado Yasenza, sobre el concepto de opacidad utilizado como categoría de análisis para el presente histórico del fenómeno político denominado kirchnerismo.

Por Angelina Uzín Olleros*

Especial para La Tecl@ Eñe

Las reflexiones expresadas en el presente artículo han sido motivadas por el escrito  publicado el 7 de julio de Conrado Yasenza en el que el concepto de opacidad se transforma en una categoría de análisis para el presente histórico del fenómeno político denominado “kirchnerismo”. Lo opaco en primera instancia me recuerda al término “brumario”, porque en aquel texto de Marx se describe, justamente en el mes de las brumas, la metáfora de las neblinas entre octubre y noviembre. No es mi intención hacer un análisis del texto, simplemente recordar que ese período estaba cargado de opacidades aquel noviembre de 1799 en el que Napoleón dio el golpe de Estado que puso el punto final de la revolución francesa.

Muchas frases de aquellas reflexiones se han utilizado en teoría política, porque Marx muestra las contradicciones y las contrariedades del devenir humano, el conflicto que desatan las intenciones (buenas y malas), las herencias y legados, la tragedia y la comedia de las sucesivas máscaras que utilizan los actores en el escenario de las dirigencias, los hombres (y mujeres) no hacen la historia a su propio arbitrio, porque las circunstancias son determinadas. Cuál es el margen de maniobra que tiene un actor político para desandar el camino de la toma de decisiones desde sus propias convicciones, qué promesas está habilitado o habilitada para conseguir quien ha llegado al poder ejecutivo, palabra interesante porque “ejecutivo” guarda directa relación con la acción política por excelencia.

“La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y transformar las cosas, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su exilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal” dice Marx; la opacidad del presente en nuestro escenario argentino se ha tornado mucho más compleja, en el lenguaje y la gestualidad política, en la dificultad para definir la orientación del discurso político, la convivencia de fantasmas que también resultan poco claros en sus apariciones. Basta un ejemplo: en su discurso de campaña Rodríguez Larreta utilizó muchas veces la palabra “revolución”, y según él este propósito revolucionario se concentra en el objetivo de “hacer desaparecer el kirchnerismo”.

De acuerdo con Conrado, esa opacidad dirigida al adversario, que a esta altura es “claramente” un enemigo al cual eliminar, tiene muchos objetivos: cargar las tintas en los rasgos de un programa político encarnado en las figuras de Néstor y Cristina Kirchner para desfigurar el rostro de lo que ha sido y es un programa de gobierno y un modelo de país, sobre ellos se arrojaron todos los males para poder configurar el contexto de justificación de su exterminio. Las imágenes utilizadas por Patricia Bullrich en su spot de campaña muestran la barbarie a la que aludía también Conrado en su reflexión, imágenes de desorden y violencia acontecidas en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que una candidata a la presidencia selecciona desconociendo al resto del país y con una “clara” intención de la ética conservadora de la lucha contra mal.

En este juego entre luces y sombras, los medios de comunicación en sus diferentes perspectivas y orientaciones, ofician de técnicos que ubican las luces en el escenario político, iluminan preferentemente a ciertos personajes y oscurecen a otros; durante todo el gobierno de Macri por lo menos dos canales se dedicaron a hablar hasta el hartazgo de “la ruta del dinero k” como si fuese un guión de novela distópica que repetía una y otra vez el libreto y los paisajes del infierno K. A esta circunstancia se agrega una lógica binaria, entre opacidad y transparencia; el sector de los espíritus conservadores y las nuevas derechas insisten en el término “transparencia”, en primer lugar para hacer alusión a la cuestión moral en política: nosotros los buenos somos transparentes, ellos los malos son oscuros, opacos, sin luz, envueltos en las brumas de la corrupción.

Pero hay otro nivel de opacidad, ahora al interior del propio espacio donde no está claro el actual armado para las próximas elecciones y, nuevamente tanto propios como ajenos a la orientación (izquierda, derecha y centro), no tienen en claro cuál es el rumbo, cuál es el posicionamiento, dónde sentarse y hacia dónde mirar. En todas las grillas de sistemas de clasificaciones en teoría ubicamos de un lado y del otro las antinomias, pero en la praxis y en el movimiento que provoca el devenir eso no está tan decidido, “gobernar es también lidiar con el desorden” dijo Cristina al lado de Massa mirando a Wado. No es que de un lado se encuentra el orden y la transparencia y del otro el desorden y la opacidad; hoy, ni los liberales son quienes pueden llevar esa bandera de libertad ni los conservadores son los que agitan la de transparencia moral.

Por último, releyendo el libro Los lentes de Víctor Hugo. Transformaciones políticas y desafíos teóricos en la Argentina reciente (Rinesi, Nardacchione y Vommaro, editores) escrito al calor de los acontecimientos del 2001, podemos leer sobre las reflexiones de Marx a propósito de la lectura que hizo Víctor Hugo del golpe de Estado de Napoleón le petit, “Para Marx el golpe de Estado de Luis Napoleón no había caído sobre Francia ‘como un rayo del cielo sereno’, sino que respondía a una lógica estricta y descifrable, pero que el autor de Les misérables no podía percibir por la simple razón de que estaba mirando con los lentes equivocados. O para otro lado.” (Pp. 38) Víctor Hugo miraba con lentes de novelista y no de historiador. Los antiguos griegos hacían la diferencia entre ver y mirar, de ahí la distinción entre los ojos del cuerpo (percibir) y los ojos del alma (teorizar), la miopía es ver borroso lo que está lejos y la hipermetropía lo que está cerca; la opacidad se debe seguramente, entre otras cuestiones, por los lentes equivocados que utilizan lxs militantes, lxs comunicadores, lxs intelectuales, lxs ciudadanxs. Quizás las brumas reales y ficticias puedan ser construcciones de una mirada equivocada o simplemente una parte del clima otoñal de ciertos proyectos políticos que no logran encajar en el escenario de las agendas de derechas que avanzan en el mundo. Lo dejo aquí a modo de hipótesis.

Este texto contiene lenguaje inclusivo por decisión de la autora.

Paraná, 14 de julio de 2023.

*La autora es Dra. Ciencias Sociales y Coordinadora Académica Maestría en Género y Derechos/UNGS/UADER.

1 Comment

  1. Eddie dice:

    Excelente.
    «El 18 Brumario de Luis Bonaparte» es una joya de la Ciencia Polìtica. Creo que insuficientemente leìdo.