Por Manuel Quaranta*
(para La Tecl@ Eñe)
La vida –la conjunción improbable de azar y resoluciones ajenas, sumada a una ínfima, aunque relevante, porción de voluntad– se encarga a veces de colocarnos en lugares insospechados; insospechados incluso hasta el mismo momento de ocuparlos. Una vez allí, el lenguaje –siempre sobreadaptado a las circunstancias– comienza a llamar destino a aquello que antes era apenas un espejismo. Usted, Alberto, se encuentra en esa situación. Comenzará a ocupar un lugar central en nuestra historia –Presidente de la Nación– cuando seis o siete meses atrás ni siquiera lo soñaba –o lo soñaba en secreto, como se sueña lo auténtico–. Usted, Alberto, según nos informan, un “hombre ambiguo” –condición que tratan de impugnar los recientes adoradores de lo unívoco–, deberá hacerse cargo de un país económicamente devastado luego de cuatro años de gobierno de Mauricio Macri –un ser insustancial, un hombre sin atributos ni espesor, un sujeto dueño de una asombrosa indiferencia ante los fenómenos del mundo–. Su tarea, Alberto, aparece verdaderamente ardua, y verdaderamente lo es. Porque la tarea no consiste sólo en revertir el desastre económico y social perpetrado en estos cuatro años, sino que además debe enfrentar un proceso histórico –alentado en el último tramo del período macrista– que promueve un retorno del fascismo –del racismo, la xenofobia, el resentimiento y la crueldad.
Si usted, Alberto, falla –y fallar significa eludir la política, la política concebida como la potencia de repartir de nuevo lo sensible, de darle su parte a quienes no tienen parte, si bien procurando, en tiempos de susceptibilidad exasperada, no hacer sentir heridos a los heridos; ¿difícil, no?; un ejemplo cercano será el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito– el futuro de la Argentina quedará en manos de personajes sombríos –léase Patricia Bullrich o Miguel Ángel Pichetto, ¿necropolíticos?– cuyos arrebatos pretendieron reavivar el atávico y nunca extinguido desprecio humano por la vida ajena, la vida extranjera, la vida del Otro –personajes que pretenden excitar nuestras más mortíferas pulsiones instalando un estado de excepción permanente en el que primen el temor, la angustia, el sacrificio y la injuria; ¿exagero?–. Ese es el siniestro airecillo que viene avanzando a paso firme en la producción de subjetividades, subjetividades cautivadas por aspiraciones individualistas –aspiraciones que durante doce años de kirchnerismo de algún modo se fomentaron– y por una irresistible democratización del miedo –la inminente posibilidad de convertirnos en víctimas, reales o imaginarias, lo mismo da–, en detrimento de valores colectivos y emancipatorios –con los límites propios de cada caso.
Querido Alberto, se lo aseguro, si su gobierno malogra la oportunidad que acabamos de concederle, el fascismo reprimido retornará envalentonado para liquidar el capítulo de una Argentina plebeya, popular y heterodoxa –y abrir el de una Argentina regida por los infames y mezquinos valores de la autoayuda y el coaching–. En vistas de este aciago –aunque evitable porvenir–, Alberto, estoy convencido de que la misión fundamental de su gobierno reside en contener –limitar, obturar, impedir– la propagación planificada del odio –un odio tantas veces estimulado, valga la paradoja, por la inclusión social y una redistribución progresiva de la riqueza; ¿qué hacer, entonces?; el ensayo reclama también una torsión cultural, subjetiva, simbólica; el ensayo reclama suturar la herida abierta en el terreno de lo común, de la comunidad, del compartir; el ensayo reclama reponer o reinventar el deseo de cuidar del Otro en lugar de exigir su aniquilación: Alberto, es con todxs. Y usted lo sabe.
Termino con un recuerdo.
En el año 2000, el filósofo francés Alain Badiou brindó, junto a las Madres de Plaza de Mayo, una conferencia titulada “La ética y la cuestión de los derechos humanos” donde sostuvo la imperiosa necesidad de rehabilitar el sueño socialista arrasado por el neoliberalismo –la vida de derecha imponiéndose a cualquier otra forma de vida–. La presentación de Badiou concluye –casi a manera de premonición– proponiendo una dicotomía que creo, Alberto, determinará su mandato: “Política o barbarie” –bárbaros son aquellos que sólo pueden ejecutar una política de la enemistad, bárbaros son aquellos que sólo pueden articular una poética del odio.
Con la confianza renovada –en tierras propensas al cultivo de la desilusión y el escepticismo–, mi más íntimo deseo es que no falle.
Un fuerte abrazo.
Rosario, 3 de diciembre de 2019
*Mg. Manuel Quaranta – Profesor Adjunto de Problemática Filosófica – Universidad Nacional de Rosario
4 Comments
Muy bueno, es por ahi. Si trastabillamos el gobierno por el odio se va a agrandar. Y sabemos que es su intención. Por lo tanto es con todos los que nos oponemos al odio.
Muy bueno!!… Diría que todes acorde a su lugar en este «juego»debiéramos tener presente ese cuidado…del otro…
un placer leer tus post! abrazo
Hermosos deseos, no se puede pedir tanto. Los políticos juegan con problemas más acuciantes q los filosóficos. A veces, hay q justificar sueños no logrados. Hoy pido paz, tranquilidad y un bienestar como brizna q pueda crecer