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Macri ya fue – Por Manuel Quaranta

Macri ya fue, pasado, presente y futuro condensados en una línea recta, en tres recónditas palabras que al confluir en un verso dicen mucho más de lo que callan y callan mucho más de lo que dicen. Macri es sin ser, sin sustancia, Macri es puro presente, un presente pasado, un pretérito simple, cero futuro.

Por Manuel Quaranta*

(para La Tecl@ Eñe)

 

La poesía es el sendero luminoso del presente por donde fluye, fraguada en el pasado, la sustancia etérea del futuro.

Un ejemplo:

Ya fue.

Macri ya fue.

No debería haber sido,

y sin embargo…

En rigor, el único verso realmente esencial es Macri ya fue. Pasado, presente y futuro condensados en una línea recta, en tres recónditas palabras que al confluir en un verso dicen mucho más de lo que callan y callan mucho más de lo que dicen. Callan al decir y dicen al callar. Sólo el oído entrenado en el arduo trabajo poético sería capaz de oír el susurro errante e inasible de ese verso que deviene canción de despedida (y por qué no de bienvenida). Macri es y no es. Rúbrica contradictoria que produce una dislocación lingüística u ontológica (quizás ambas), una tensión intrínseca a la práctica poética. Una ambigüedad radical. Ser y no ser. Macri quería ser, pretendía perseverar un instante más en la existencia y no pudo, o no supo, no pudo o no supo seguir siendo lo que era, aunque, paradójicamente, continúe siendo; Macri es sin ser, sin sustancia, Macri es puro presente, un presente pasado, un pretérito simple, cero futuro.

Hablamos de poesía. Hablamos de tiempo.

Hablamos del pasar de largo. Hablamos de volver.

Hablamos de recuerdos.

El 29 de octubre del 2015, arrastrada (y arrasada, tal vez) por una ola de fiebre amarilla que pronto se convertiría en tsunami, la poeta Luciana Porchietto publicó en su blog unos versos que llevo grabados en mi cuerpo como si fueran un tatuaje mal hecho; años, cuatro inolvidables años tratando de penetrar en los designios de un poema que anunciaba el acontecer de una inminencia o la inminencia de un acontecer:

Si votás a ese, te lo juro, porque lo vi,

se van a morir de hambre los pajaritos esos que aparecen

ni bien arranca la primavera y que a algunos le alegran la mañana.

La chica que te gusta se va a ir con otro, sobre todo si te gustan las chicas.

Se va a ir con un empresario muy rico, como Grobocopatel pero más viejo,

y va a dejar de escribir poemas para hacer la comunicación interna en Monsanto.

 

Si lo votás, lo veo claro como el agua, veo todo, ya lo vi,

los nenes que aprendieron a escribir su nombre se van a quedar sin cuadernos,

la camisa esa linda que te compraste se te va a encoger en el primer lavado,

la amalgama de la muela se te va a partir masticando tu abulia,

vas a volver a tener acné como en los noventa, pero a los cuarenta y dos,

y no te va a entrar nunca más el jean que te compraste cuando tenías cinco kilos menos.

 

Se va a perder la tuerquita que hace andar la rueda del camión preferido de tu hijito

y no la vas a encontrar nunca más.

Todos los pitbulls y los rottweilers comprados en los últimos años se van a rebelar contra sus dueños, atacándolos, cuando llegan de trabajar doce horas.

Tu contrato de alquiler va a ser escalonado, pero sin decirte el porcentaje.

Ese ministro que querías se va a volver gordo y triste.

Tu médico de cabecera te va a hacer una receta infinita de Alplax y va a cerrar el consultorio.

 

Si lo votás a él, creéme, acá pega más la luz, estoy viendo todo, y no te quiero asustar pero te aseguro que las series que te gustan van a terminar todas mal,

que las canciones sin sentido van a llenar las radios,

internet va a escupir los memes más horrorosos del universo,

va a volver esa banda horrible pero sonando peor, y teniendo más razón que nunca,

y tu prima lejana te va a mandar desde su hotmail muchos powerpoints del arte de vivir.

 

Si lo volvés a votar como ya lo votaste, y claro, estás en tu derecho,

yo te cuento que veo canguros bebés muriendo en la panza de sus madres,

koalas ahogados de calor en ese salto de las cataratas que se llama Dos Hermanas,

y mariposas de siete colores congeladas al lado del mar, cerca de Bahía Blanca, por una ola polar nunca vista.

 

No exagero:

veo ricos muy ricos comprándose anillos que nunca van a usar, porque no van a tener tiempo,

y pobres muy pobres contratados a prueba para lustrarlos,

veo una hilera de almas buscando esa vacante que dice “Lustrador de anillos. Buena presencia”

escrita en una letra chiquita al final de los avisos clasificados.

Y sí, lo inminente se hizo carne, como se hizo carne el Verbo, el verbo sagrado de la poeta Porchietto que presagia (¿Porchietto también pitonisa?), iluminada por la luz lánguida de una zarza ardiente, el futuro. Pero ella no lo nombra expresamente (los dioses son perversos), lo dice en tonos menores, casi a medias; cuenta lo que ve, y lo que ve es poco, cuenta lo que vio, y lo que vio es muy poco, pero lo vio claro, lo vio claramente, aunque no vea, aunque no haya visto, aunque sea ciega. Y sin embargo nos pide que le creamos, nos implora, nos da su palabra, jura, jura que sabe, jura que lo vio, que lo vio venir, y lo vio venir, efectivamente, y lo que vio venir fue una tragedia, una suma de tragedias nimias que, combinadas, conformarían la Gran Tragedia (ruina sobre ruina), una Gran Tragedia incluso a riesgo de exagerar, de ser exagerada, con letras de molde, porque ella exagera, aunque asegure lo contrario, y justamente cuando ella exagera parece ser más verdadera: nunca es más verdadera que cuando exagera. Entonces uno piensa, ¿qué hubiese sucedido de haber escuchado el canto general de la poeta?, ¿se habría evitado la Gran Tragedia? ¿Y si en realidad no escribió esos versos para evitar nada? ¿Y si los escribió con el sólo fin de esculpir la piedra preciosa del tiempo?

Hagamos un paréntesis.

(Suspendámonos.

Pidamos silencio.

Escuchemos).

Poeta Hugo Gola, coterráneo de la poeta:

De tanto en tanto tenemos alguna iluminación que nos da certidumbre, pero esa certidumbre no tiene valor práctico, es incomunicable y fugitiva.

Poeta, Juan José Saer, coterráneo de ambos:

Para reencontrar la poesía más allá de la historicidad del lenguaje –no voluntariamente– (el poeta) debe poner en suspenso la crítica y la lingüística para atender a la extrañeza que le permite ir hacia la poesía, apoyarse en ella.

Prófugos o profetas de la lengua:

murmuremos.

Encendamos el fulgor en las cosas.

Que el misterio se demore.

Uno, dos, tres.

Que el misterio no se nombre.

Que los no incautos yerren.

Traicionemos la razón.

Hagamos fiestas sin refugio ni timón.

Recuperemos la abundancia.

Escribamos, de una vez,

con mano firme,

versos leves;

escribamos,

con paciencia,

la historia;

escribamos la lenta

e irremediable

declinación:

Macri ya fue.

 

Rosario, 16 de septiembre de 2019

*Licenciando y Profesor de Filosofía por la Universidad Nacional de Rosario y Magister en Literatura Argentina.

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