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Clase dominante, nunca dirigente – Por Hugo Presman

El gran empresariado industrial argentino va contra las mayorías, está colonizado e ideológicamente tiene anteojeras; carece de un proyecto que, persiguiendo sus propios intereses, consiga incluir a las mayorías. Es difícil hacer un desarrollo capitalista sin la clase social que debería motorizarla. Como alguna vez escribió el ensayista Alejandro Horowicz: “son una clase dominante pero no dirigente.”

Por Hugo Presman*

(para La Tecl@ Eñe)

 

El comportamiento del gran empresariado industrial argentino supera las posibilidades del análisis político y entra rápidamente en el campo de la psicología. Intoxicados ideológicamente, adoptando las premisas de los sectores agropecuarios, adhieren desde un país subdesarrollado a los axiomas neoliberales que por tercera vez lo conducen a una crisis terminal. Desde el análisis político no son consecuencia de un nacimiento propio sino respuestas a las crisis del capitalismo mundial donde surgen como sustitución de importaciones. Desde la psicología, todos los beneficios que reciben de los gobiernos populares (mercado interno potente, protección, créditos favorables, promoción de exportaciones, subsidios) quedan invalidados en su concepción porque la ampliación de los derechos laborales, las paritarias, las limitaciones que los delegados de fábrica le imponen al ejercicio irrestricto del derecho de propiedad, los obnubila al punto de cegarlos. Dueños y Ceos de las más importantes empresas, con todas las consecuencias de las políticas anti industriales del gobierno de Mauricio Macri a la vista y padeciéndolas, crearon en el 2019 un grupo activo de watsapp denominado “Nuestra voz” de una militancia activa a favor de ese oficialismo que los condenaba a su desaparición. Émulos de los gladiadores romanos que antes del combate se acercaban al César y exclamaban: “Ave César: los que van a morir te saludan”. Duros con sus empleados y genuflexos con los poderosos circunstanciales, los más entusiastas empresarios militantes a favor del macrismo corrieron presurosos el 28 de octubre a sacarse una foto con Alberto Fernández al que empezaron a aplaudir y encontrar virtudes que hasta el 26 de octubre supuestamente ignoraban. 

El gobierno de Mauricio Macri puso al frente del Ministerio de Agroindustria a dirigentes de la Sociedad Rural, que por sus posturas históricamente anti industriales, es como poner a un piromaníaco al frente de los bomberos. No era un error, era la instrumentación de un planificado industricidio. Era la forma científica de destruir al peronismo en sus bases fundamentales. La forma de hacer de la desocupación y la pobreza un enorme ejército de reserva irrecuperable.  

La mentalidad semicolonial de la clase dominante es al parecer hereditaria y es apropiada por los empresarios más jóvenes que no se diferencian de los más longevos.

Una anécdota que Alberto Fernández le cuenta a Rafael Correa en un reportaje que le realizó el ex presidente ecuatoriano, ilustra esa situación: “Tuve hace un tiempo una reunión con un empresario argentino, una de las empresas multinacionales que tiene Argentina, o sea que comercia más allá de las fronteras argentinas. Entonces le pregunté cómo le estaba yendo con el gobierno de Macri. Me contestó mal, muy mal, los dos últimos balances fueron negativos. Entonces le pregunté cómo le había ido con Cristina y me dijo: No, no, con Cristina no dejábamos de ganar plata. Entonces le pregunté por quién había votado. Sonrojado me contestó por Macri.  Y ahora que va a hacer, insistí. Me contestó: “No sé”. Le dije: Lo que te pasa es que te da vergüenza votar como tus obreros. La verdad que a vos te va bien cuando hay gobernantes que quieren que te vaya bien a vos y a tus obreros. Y a vos cierta pertenencia de clase no te permite votar como tus obreros. Y se quedó callado”.  Fernández no lo dice, pero el empresario al que se refiere es Luis Pagani de Arcor, una de las empresas más grandes de la Argentina con inserción internacional.

Aunque no es un industrial, ni argentino, el gerente de la línea aérea low-cost Fly Bondi, Julián Cook expresa el pensamiento de muchos de empresarios locales. Hace unos días declaró: “Amo a la Argentina y espero que algún día salga del peronismo, un cáncer que destruye el país poco a poco hace décadas. No puedo creer que Cristina volvió”. No serían tan graves las afirmaciones de este empresario extranjero si no fuera que cuenta con el aval de importantes empresarios nacionales. Así lo cuenta el periodista Alejandro Bercovich en el diario BAE: “Le valió discretísimas felicitaciones de dueños de grandes compañías del sector energético y de accionistas de dos bancos nacionales. Ninguno de ellos se atrevería a reproducirlas en público, pero muchos todavía piensan así. Como en los años 50.”

En la reunión anual de la Unión Industrial, cuenta Jorge Fontevecchia: “Algunos empresarios mencionaban que en estos cuatro años- algo que no sucedió ni en la crisis del 2002- hubo una caída de alimentos del 19% en términos absolutos y 23 % per cápita porque todos los años siempre creció mínimamente el 1% que es lo que crece la población; otros agregaban que el consumo de leche cayó el 30% acumulado en el mismo período hasta que alguien se le escapó “es el peor presidente de la historia reciente” lo que generó un silencio incómodo… Al terminar la conferencia, dos vicepresidentes de la Unión Industrial hicieron declaraciones: José Urtubey dijo que a Macri se lo aplaudió al terminar el discurso sólo por respeto y Guillermo Moretti (industrial rosarino del sector plástico, presidente de la Federación de Industriales de Santa Fe) fue mucho más terminante: “Yo tengo un gran respeto por la investidura presidencial, pero me retiré antes de que hable porque también tengo respeto por mí mismo.”

La mayoría de estos empresarios sólo empezaron a pegarle a Macri cuando fue derrotado. Antes, la mayoría, se disputaba quién era más macrista. El bisemanario Perfil, que tuvo muchas expectativas favorables sobre las políticas neoliberales de Cambiemos, dice ahora: “Fue la triste despedida en la Unión Industrial, el presidente empresario que terminó siendo peor valorado por su propio grupo de pertenencia.”

Mauricio Macri con su discurso aprendido y monotemático, en ese ámbito acogedor durante casi cuatro años, que se había tornado velozmente inhóspito, expresó con poco criterio de oportunidad, que: “Nos hubiese gustado contar con más tiempo para ver los frutos de lo que logramos”. Los resultados catastróficos son indisimulables y hubiese sido suicida conceder cuatro años más. Recorriendo un país que habita en su imaginación sostuvo: “Estamos mejor parados de cara al futuro”        

La lista de caídos en estos cuatro años es extensa, ya sea que cerraron o están en convocatoria o redujeron sucursales. Muchas de ellas son empresas y marcas incorporadas a la vida cotidiana de los argentinos. Longvie, Musimundo, Frávega Grimoldi, Sancor, La Campagnola, Wrangler y Lee de VF Corporation, Estancia El Rosario de los alfajores cordobeses, indumentaria Chocolate, la fábrica de piletas Pelopincho, Siam y Zanella, Metalúrgica Tandil, El Ciervo de Oro, Confitería Boston y siguen y siguen. Para el presidente, los únicos que padecieron fueron los integrantes de la clase media.

Es un panorama que parece reflejado en una frase del escritor metafísico Macedonio Fernández, hace ya más de setenta años: “Fue un desastre tan completo que hasta los sobrevivientes perecieron” Sin embargo la frase exagera, acá hay pocos, pero muy enriquecidos sobrevivientes: concesionarios de servicios públicos, grandes empresas de exportadores agrícolas, mineras, dueños de peajes, parques eólicos, y fundamentalmente los bancos.    

Es difícil contar con empresarios cuya visión del país va contra las mayorías y son capaces, por convicciones equivocadas, de disparar contra sí mismos. Con empresarios que están colonizados y que ideológicamente tienen anteojeras y carecen de un proyecto que, persiguiendo sus propios intereses, consigan incluir a las mayorías. Es difícil hacer un desarrollo capitalista sin la clase social que debería motorizarla. No sólo no lo hace, sino que demasiadas veces vota y milita por sus verdugos. Denuestan y se oponen a los gobiernos que los benefician y apoyan y promueven a los que los conducen al suicidio. Ni siquiera el síndrome de Estocolmo alcanza para caracterizar semejante absurdo.

El peronismo es el que ha reemplazado el papel histórico de esta clase ausente a través del Estado, además de haberlos beneficiado superlativamente sin que se lo reconozca.   

Por todo eso, la caracterización que les corresponde, como alguna vez lo hizo el ensayista Alejandro Horowicz,  es: “son una clase dominante pero no dirigente.”

 

Buenos Aires, 4 de diciembre de 2019

*Coconductor del programa radial EL TREN, con más de 16 años en el aire. Contador Público recibido en UBA. Fue profesor de Economía Política en la Facultad de Ciencias Económicas de la misma Universidad. Es Periodista. Sus trabajos son publicados en diversos medios nacionales e internacionales. Es autor del trabajo de investigación “25 años de ausencia” y participó con trabajos en los libros “Damián Carlos Álvarez Pasión por el libro” e “Insignificancia y autonomía”. Debates a partir de Cornelius Castoriadis.

Además es coautor del libro “Bicentenario de la Revolución de Mayo y de la Emancipación Americana” 

1 Comment

  1. Sara Berlfein dice:

    Pero por que el trabajador los vota ? ?????????

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