Durante su intervención en el Foro Económico Mundial de Davos, Javier Milei se refirió al ‘wokismo’ como una epidemia que debe ser curada para asegurar el progreso de la civilización occidental y de la especie humana. Sin embargo, sus afirmaciones representan un riesgo para las minorías y todo aquel que piense distinto a su plan de gobierno.
Por Romina Cancinos*
(para La Tecl@ Eñe)
El paso del presidente Javier Milei por el Foro Económico Mundial de Davos, en Suiza, vuelve a despertar la necesidad de reflexionar sobre la peligrosidad de su retórica en una sociedad ya polarizada.
A modo de breve resumen, es suficiente decir que el mandatario dedicó sus minutos de fama para apuntar contra la “ideología woke”. El concepto ‘woke’ (desperté) nació en la cultura afroamericana a principios de la década de 1960 en su lucha contra el racismo. Con el tiempo, el término fue ampliándose y abrazando diversas causas a tal punto que, en 2017, fue incluido en el diccionario de Oxford entendido como “alerta ante la injusticia en la sociedad, especialmente el racismo”.
Para Milei, esta ideología es un “virus mental” y “la gran epidemia de nuestra época que debe ser curada, es el cáncer que hay que extirpar”. Lo invito, lector/a, a releer las frases y detenerse un momento en el último verbo.
Continuemos. Según la Real Academia Española, ‘extirpar’ cuenta con tres definiciones: 1. Arrancar de cuajo o de raíz; 2. Acabar del todo con algo, de modo que cese de existir; (dejaré de lado la tercera por vincularse a un proceso quirúrgico). En el discurso de nuestro jefe de Estado, el uso de dicha expresión no es una desafortunada elección de palabras, sino que denota una intención, un anhelo enunciado en otras ocasiones.
Previo a su paso por el Foro, Milei publicó una defensa hacia Elon Musk luego de que este hiciese el saludo nazi durante los festejos por la asunción presidencial de Donald Trump en Estados Unidos. El texto, “Nazi las pelotas”, finaliza con una amenaza hacia los “zurdos” (que, al parecer, para el líder de La Libertad Avanza es cualquiera que critica su gestión, políticas o dichos): “(…) los vamos a ir a buscar hasta el último rincón del planeta en defensa de la libertad” y agrega “zurdos hijos de puta tiemblen”.
Vamos con otro ejemplo. En septiembre del año pasado, el presidente compartió en sus redes sociales un video acerca del “Virus KU-K12”, nombre que alude a la expresión despectiva ‘Kuka’ con la que se llama a kirchneristas y también peronistas. En este video puede verse a sus adversarios políticos y actores de la cultura deambulando como zombis por una Buenos Aires destruida. Otra vez, una ideología política es presentada como una enfermedad que ataca los cuerpos e infecta las mentes.
Estas estrategias discursivas, alejadas de la mera confrontación política y ya vistas en la historia, contribuyen a la naturalización y propagación de los discursos de odio, como así también a la deshumanización del que piensa distinto, visto ahora como un enemigo a eliminar.
Asimismo, este tipo de narrativa no sólo representa un riesgo para la democracia, sino que se traduce en una sociedad cada vez más dividida, en retroceso cultural y quita de derechos. “Hasta que no saquemos esta ideología (woke) aberrante de nuestra cultura, nuestras instituciones y nuestras leyes, la civilización occidental e incluso la especie humana no logrará retornar la senda del progreso que demanda nuestro espíritu pionero”, afirmó Milei en Davos.
Por lo tanto, no es llamativo que luego de su discurso se haya dado a conocer la intención gubernamental de avanzar en proyectos para la eliminación de la nomenclatura “X” del Documento Nacional de Identidad utilizada por las identidades no binarias o la erradicación de la figura de ‘femicidio’ como agravante en el Código Penal.
Es que, para los líderes de derecha, el wokismo abarca feminismo, diversidad, inclusión, equidad, entre otros. Desde su perspectiva, estos movimientos e ideales fueron pervertidos para atentar contra los valores tradicionales y la familia. Para Milei, este ‘mal’ actúa como una plaga que invade la política, las instituciones educativas, los medios de comunicación, las mentes y que requiere ser combatido.
En ese sentido, el mandatario se muestra como la esperanza en medio de una ‘guerra’ entre ‘nosotros’ o ‘ellos’. En su imaginario, la salvación solo es posible a través de la llamada “batalla cultural”, cuyas armas predilectas son la violencia y la falsedad. No es inesperado, entonces, que el presidente recurra a un caso de abuso infantil perpetrado por una pareja homesexual para acusar a toda la comunidad LGBTIQ+ de pedófilos. Tampoco es casual que insista con la idea de que el feminismo busca la superioridad de la mujer frente al hombre. Para justificar las medidas de atraso y las políticas de destrucción, es necesario contar con la figura de un villano. Villano que hoy, según demuestra nuestro gobernante, está compuesto por mujeres, gays, transexuales, militantes por los Derechos Humanos, estudiantes, docentes, ecologistas, todo aquel que pueda desafiar y cuestionar su plan de gobierno.
Si el lenguaje es política, resta preguntarse por qué debería temblar quien piensa distinto, para qué se buscaría a un opositor hasta el último rincón del mundo, cómo se extirpará a movimientos y luchas encabezadas por personas. Frente a un contexto de crueldad legitimada, es imperativo recordar que todo Estado debe velar por cada uno de sus ciudadanos, independientemente de su ideología política. Y en un año de elecciones legislativas, es urgente replantearse qué tipo de país deseamos y qué clase de sociedad queremos ser.
Buenos Aires, 30 de enero de 2025.
*Periodista y estudiante de la Licenciatura en Periodismo en UNDAV.