En la Hora de los Pueblos, Perón señaló que la política comienza por la política internacional: “…. Lo que importa es la política internacional que se mueve desaprensivamente por dentro y por fuera de los países.”. Agregaríamos: “desaprensivamente” dentro de nuestras casas, de nuestra educación, de la comunicación mediática, de nuestras ideas y de nuestra voluntad. Ejercer el control mundial establece las principales pautas nacionales y naturaliza el mundo como es, y no como debería ser.
Por Ricardo Rouvier*
(para La Tecl@ Eñe)
El mundo atraviesa una transición, con una pandemia que no tiene fecha de vencimiento y aún no sabemos cómo quedará el perfil de la humanidad cuando termine; y otra transición es la que se refiere a la redistribución del poder mundial en la bipolaridad que se va afianzando. EE.UU. trata de resistir al desarrollo veloz de la República Popular China, un capitalismo en expansión en otra cultura como la del Asia Pacífico y conducido por la innovación y creación tecnológica, dominado por las multinacionales y por un Estado presente; frente a un capitalismo de mercado sostenido por la hegemonía norteamericana y sus aliados tradicionales, la UE, Canadá, Japón y países dependientes con el mismo modo de producción. El poder mundial emite mensajes a través de las autopistas informáticas y alcanzan en tiempo real al planeta entero. Gran parte de esos contenidos pasan por legitimar el mundo tal como está; y la inhibición de las tentaciones insurrectas. A nosotros nos toca la pesada carga que pone Occidente en la corriente caudalosa de la emisión dominante.
Las contradicciones que subsisten y las desigualdades que permanecen, y que se han profundizado por la epidemia, ocurren en forma sistémica mientras el mismo se recrea manteniendo el privilegio de la propiedad privada de la producción de bienes y servicios. Hoy, la economía del conocimiento es el Santo Grial del capitalismo, que fija la relación entre las naciones a través del control sobre las patentes.
En este mundo bifurcado entre occidente y oriente no hay guerra fría como en el siglo XX, pero hay disputa comercial y tecnológica; y amenazas de conflictos (desde Ucrania hasta el mar de China), pero se proyecta, hoy como competencia comercial, sobre las periferias en la que nos encontramos, y no como extorsión nuclear, como ocurrió hasta hace unas décadas. Esto no asegura que no haya una futura conflagración entre las potencias, pero no nos parece que eso vaya a ocurrir ni ahora ni en el futuro próximo.
La flexibilización sistémica para sostener el péndulo hegemónico explica que Biden se corra hacia la discursividad progresista mientras plantea un realineamiento del mundo Post-Trump a partir de valores que son originarios del mundo liberal. Ahora, sin la prepotencia nacionalista del ex presidente, EE.UU. eleva la disyuntiva entre Democracia y Autocracia, en que incluye a China, Rusia, Corea, Vietnam, etc., y también agregará (lo anticipó Tamara Harris) a los populismos. Es obvio que nuestro país reúne los requisitos del régimen de la democracia formal pero también tiene un perfil populista a través del peronismo en el gobierno, y puede verse colocado en los márgenes del mundo, según sus compromisos internacionales y el rol del Estado y el mercado. Ese temor a las orillas explica varias de las conductas del gobierno.
En el ámbito del Mercosur también juega lo internacional y lo nacional, y flamea el estandarte de la Patria Grande sobre el fantasma de la balcanización. La posición de nuestro país es la defensa de la alianza MERCOSUR, frente a las amenazas del Uruguay a tomar su camino con la cercanía de Brasil y de Paraguay, rompiendo virtualmente la unión. La bilateralidad que aparece como salida uruguaya es el vínculo preferido por los EE.UU. (rechaza las alianzas que no la incluyan) según los tratados comerciales que ya tiene con Nicaragua, México, Chile, Colombia, Costa Rica, República Dominicana, el Salvador, Guatemala, Honduras, Panamá y Perú. No hay solamente culpas gringas sobre el estado de integración sino también propias en que la alianza no pasara de ser una Unión Aduanera.
El posicionamiento internacional de nuestro gobierno desde el inicio de su gestión fue el de la pluralidad, respeto por la soberanía, no injerencia en los asuntos de otros países; y esto se demuestra con el apoyo a los países o movimientos progresistas de América Latina y el rechazo a la agresión al Estado Palestino, desde Israel. Y, por otro lado, la reciente participación en la reunión sobre el cambio climático destacada por el presidente Biden.
Desde los inicios de la administración nuestro país trató de establecer una relación más cercana con algunos países centrales dentro de la UE, sobre todo los gobernados por la socialdemocracia o la centro derecha y no por la ultraderecha. No llama la atención que el presidente de España Sánchez y dirigente del PSOE, manifieste que Cuba no es una democracia. Aunque el presidente Fernández se autoperfiló como socialdemócrata, y eso en el contexto del peronismo es un matrimonio difícil de consumarse.
Es evidente que la isla no responde a los cánones de la democracia liberal, que es el régimen dominante en gran parte de Occidente más la India. Así como nos preguntamos sobre la evolución del capitalismo y la relación entre EE.UU. y China, también nos preguntamos cuál será el futuro de los tres países latinoamericanos que esperaban una irradiación revolucionaria que no ocurrió. Pero ese futuro es propio y de nadie más.
En el tablero de comando norteamericano, las tres naciones latinoamericanas díscolas están categorizadas como enemigas; ratificado por la creciente presencia China y Rusa en la región. Para nuestra política oficial estos son países soberanos de la región, pero no tratamos a los EE.UU. como un régimen imperialista. Fruto de la pluralidad y el realismo, emitimos gestos para evitar conflictos con el principal socio del FMI. Pero, en el propio interior del Frente de Todos, algunos no acuerdan con transitar por el andarivel de izquierda, como es el caso de uno de los líderes de la coalición, Sergio Massa, con relaciones cercanas a Washington. Algunos dirigentes del panperonismo que especulan con la continuidad en el 2023, consideran que mantener ambas ventanas abiertas es electoralmente indispensable. Esto habilita realizar alianzas internas dentro del Frente que unan al kirchnerismo duro con posiciones de mayor tacticismo frente a lo hegemónico.
Todo indica que el gobierno seguirá siendo principista en el respeto por lo diverso, y que no le va a soltar la mano a Cuba, Venezuela o Nicaragua. Hay un espacio dentro del oficialismo que rechaza el informe Bachelet sobre violaciones de los DD.HH. en estos países. La Alta Comisionada de la ONU pertenece al mismo tronco ideológico de la socialdemocracia europea, que repudia el unipartidismo de Cuba, al chavismo y al sandinismo. En ningún momento nuestra Cancillería señaló que los informes fueran falsos y desligó con habilidad la cuestión de los derechos con la legitimidad de origen de los gobiernos. Por supuesto que las políticas colocaron al gobierno frente al fuego amigo, más la oposición. Para aquellos el gobierno es blando y para la oposición es aliado de regímenes totalitarios.
El presidente Alberto Fernández recordó (también lo hizo López Obrador) la injusticia del cerco aplicado por los EE.UU. contra Cuba. Y esto que para algunos es un anacronismo, es una justa denuncia sobre la violación de la propia democracia que todos los años en la Asamblea de las Naciones Unidas se expresa abrumadoramente contra la coerción. El peronismo adoptó en su historia diversas posturas respecto a esta sanción. Por ejemplo, en los ´70 se afianzó el compromiso con la Cuba revolucionaria. En el 2006, bajo el gobierno de Néstor Kirchner, Fidel Castro visitó la Argentina que reunía en Córdoba al presidente Kirchner, a Chávez y al mismo Castro para discutir sobre MERCOSUR. El voto negativo en la ONU al bloqueo se cambió en el segundo gobierno de Menem, en que se redefinió el status institucional de la isla. El presidente habló directamente de “dictadura”.
Si uno sigue a Menem se encuentra con el Consenso de Washington, la privatizaciones, la guerra del golfo. Si se sigue a Néstor o Cristina Kirchner, se encuentra con la reivindicación de la Patria Grande, una mayor intervención del Estado y los gestos antiimperialistas, sin romper con el imperio. Estas posiciones no se debaten en el conjunto del peronismo, y por lo tanto no hay victoria conceptual de uno sobre otro, sino a través del voto. Si uno gana es porque tenía razón.
Hoy, el gobierno nacional envía gestos amigables a Europa y los EE.UU. destinados a presentar un país propicio y confiable para el capitalismo, y por el otro aparecen rasgos más apoyados en el estatismo y nacionalismo que en general asusta al inversor y a los propios ahorristas que confían más en los bancos o agencias financieras del exterior. Vicentin, la Hidrovía, las ocupaciones de tierras, la posición frente al FMI, son ejemplos en que la diversidad ideológica se conjuga en un mismo espacio. Pero estas diferencias, lamentablemente, no se cruzan en un salón de los Partidos o del Frente, llegan sin mediación a los umbrales del despacho presidencial.
El movimiento político que relacionó más fuertemente a nuestro país con el mundo fue el peronismo (una tesis de Alcira Argumedo señalaba que el 17 de octubre de 1945 fue el inicio del tercer mundo) En el breve gobierno de Cámpora fue Canciller Juan Carlos Puig , un destacado teórico sobre la relación entre las naciones. Antonio Cafiero se interesó sobre la interacción entre los Partidos Políticos de Latinoamérica. El tándem Menem-Di Tella y las “relaciones carnales” marcaron una época; o la etapa kirchnerista en que se impulsaron las alianzas regionales independientes de la OEA como la UNASUR, hoy prácticamente desarmada. Además, el peronismo siempre interesó a ensayistas, economistas y cientistas sociales de buena parte del mundo académico y político.
Desde su origen Perón señaló que la política comienza por la política internacional. “En el mundo de hoy la política puramente nacional es una cosa casi de provincias. Lo que importa es la política internacional que se mueve desaprensivamente por dentro y por fuera de los países”. La Hora de los Pueblos.
Esa cosmovisión tuvo su punto culminante en la Tercera Posición. En esta cuestión, Perón trasciende las fronteras y reflexiona sobre la humanidad y su evolución, lo piensa como unidad comunitaria, sin negar sus individualidades. El líder pensó la Tercera Posición como una superación del liberalismo (que terminaría en dos siglos más, y el “comunismo”, como él decía, que acabaría antes). Hoy este pensamiento, como el resto es expresado, en gran medida, por el Papa Francisco en sus encíclicas.
Con sus más o menos, con sus adscripciones y dudas, el gobierno conjuntamente con el peronismo van a elecciones en que el voto condensará todas las cuestiones nacionales, las demandas de la sociedad, y el escenario regional e internacional. El hecho de que lo externo permanezca lejano y sólo se muestre la mundialización de la pandemia, en buena medida es responsabilidad de la política, que no logra conectar lo externo con lo interno. Mientras se fomentan los contactos con China, Rusia y otros países del Asia Pacífico, se mantiene la postura de respeto mutuo con los EE.UU., y un mayor acercamiento a la UE, con temas comerciales pendientes. Pero, esto no se completa sino decimos que es adecuada la posición de nuestra Cancillería en su respeto por la soberanía de los países distintos al canon occidental o liberal.
Hoy hay una multiplicidad de cuestiones de orden tecnológico, comercial y educativo que vincula a China con Occidente. Este flujo es mayor que cuando existía el mundo socialista en Europa oriental y el Asia. Nuestro país, en función de su soberanía, se engancha en este intercambio a través de proyectos de infraestructura, colaboración en tecnologías de comunicación y en investigaciones espaciales.
Es indudable que somos parte de Occidente (los gestos amistosos del presidente Fernández hacia las autoridades de Francia, España, Alemania e Italia, y sus elogios a Suecia, así lo demuestran) Compartimos la misma o parecida institucionalidad y nos quejamos de la desigualdad universal o de que la democracia liberal no cumple sus promesas. En el caso de Venezuela, Cuba o Nicaragua, no se trata de desvíos democráticos, se trata de otra cosa. Es la eliminación de la democracia burguesa para erigir un sistema político superior. En este sentido, estos países, además de defender sus autonomías, habría que analizarlos críticamente desde el futuro. Pero, una cuestión es un debate o una reflexión legítima sobre los sistemas económicos, políticos y sociales, y otra cosa es la posición internacional de un país soberano sobre otro país soberano que se sostiene sobre la potestad de los pueblos.
Volvemos a citar: “…. Lo que importa es la política internacional que se mueve desaprensivamente por dentro y por fuera de los países.” Agregaríamos: “desaprensivamente” dentro de nuestras casas, de nuestra educación, de la comunicación mediática, de nuestras ideas y de nuestra voluntad. Ejercer el control mundial establece las principales pautas nacionales y naturaliza el mundo como es, y no como debería ser.
Si se trata de realizar la Tercera Posición como un neohumanismo, la voz del Papa Francisco es indispensable, pero no alcanza si no hay una acción política concreta de un conjunto de naciones. En definitiva, depende de la acumulación de fuerza política en manos de los insatisfechos de esas naciones.
Buenos Aires, 21 de julio de 2021.
*Lic. en Sociología. Dr. en Psicología Social. Profesor Universitario. Titular de R.Rouvier & Asociados.