Un dios ausente – Por Hugo Presman

Vicentin y el fondo de la cuestión – Por Ricardo Rouvier
16 junio, 2020
Foto: La Garganta Poderosa
Pandemia y Resistencia Villera – Por Nelson Santacruz
17 junio, 2020

Un dios ausente – Por Hugo Presman

La existencia de Dios es uno de los grandes misterios que acosan al hombre desde el origen de los tiempos. En esta nota, Hugo Presman parte de un libro del psicoanalista argentino Emilio Rodrigué, que considera que Dios, después de crear al mundo en los primeros seis días, al séptimo, habiendo completado su obra descansó y al día siguiente, ya descansado, se fue. A partir de ahí la nota va desde la crucifixión de Jesús a George Floyd, pasando por el presidente del Banco Santander en Portugal, todos muertos sin poder respirar.

Por Hugo Presman*

(para La Tecl@ Eñe)

 

En su último libro, “La respuesta de Heráclito”, publicado en el 2006, el prestigioso psicoanalista argentino Emilio Rodrigué, que murió poco después, en febrero del 2008, escribió en un capítulo titulado “El octavo día”: “Nada en un principio. En el primer día Dios hizo la luz y vio que era buena, dándole el nombre de Día.

En el segundo día, se separó el agua y la tierra seca.

En el tercer día, Dios hizo el Sol, la Luna y las estrellas.

En el cuarto día, Dios hizo la hierba verde y el árbol de fruto y vio que eran buenos.

En el quinto día, Dios hizo a los reptiles grandes y pequeños, las ballenas y los otros mamíferos, los cefalópodos y los peces. También hizo las aves y los insectos.

En el sexto día Dios hizo al hombre.

En el séptimo día, habiendo completado su obra, descansó.

Y al día siguiente, ya descansado, Dios se fue.” 

Ese Dios, cualquiera fuera su nombre, venerado por las religiones monoteístas, estuvo ausente en Auschwitz y en la ESMA; en África, en Ruanda, en 1994, con los Hutus asesinando a machetazos a los Tutsis, ochocientos mil en cuatro meses; en el Mar Mediterráneo donde los migrantes mueren ahogados; en los gulags stalinistas, en Guantánamo, un campo de concentración norteamericano en territorio usurpado, en Palestina, donde su población es sometida y hacinada; o en las salas de pediatría oncológica de los hospitales. No estuvo en Hiroshima ni en Chernobyl; ni en las trincheras de la Primera Guerra Mundial o en los horrores de la Segunda. Sólo algunos ejemplos de una lista infinita.

En cada lugar donde la pobreza convierte a sus perjudicados en sobrevivientes, en un mundo crecientemente desigual con concentración de la riqueza y potenciación de la pobreza, Dios seguirá en su reposera espacial, descansando eternamente. El sábado o domingo, según las religiones son días no laborables, donde Dios parece haberse quedado. Tal vez por eso no escuchó cuando su propio hijo le susurró en la cruz: “Padre ¿por qué me has abandonado?”. Mucho menos a George Floyd cuando el agente Derek Chauvin con la rodilla en su cuello le impidió respirar hasta matarlo.

La crucifixión provoca también la muerte por asfixia. Como muchas veces produce el Covid-19 que es democrático por su generalización, pero que finalmente resulta diferencial en la probabilidad de resistir de acuerdo a la ubicación social y en las posibilidades de tratamiento hasta que el sistema sanitario implosiona. En esa generalización alcanzó y se llevó al presidente del banco Santander en Portugal, Veira Monteiro. Su hija angustiada escribió: “Somos una familia millonaria, pero mi papá murió solo y sofocado, buscando algo gratis: el aire. El dinero se quedó en casa”. Con una diferencia de 2020 años de Jesús, George Floyd y Veira Monteiro también murieron buscando desesperadamente respirar. Los dos primeros pobres y el tercero millonario, aunque por motivos diferentes: Jesús por una propuesta revolucionaria para su época, cosa que el poder y los imperios nunca toleraron; George Floyd, pobre, negro desocupado y con Covid-19 por las tres primeras sinrazones; y Veira Monteiro exclusivamente por la pandemia.

Ese mismo problema respiratorio lo tiene el planeta a través de la contaminación y el calentamiento global. La vida en su sentido más amplio, es un juego de equilibrios insólitos. La cuarentena planetaria ha dado tiempo para que la tierra mejore sus condiciones de hábitat. Hace varios siglos que crucificamos al planeta, maltratamos la tierra y el aire con la misma desconsideración e ignorancia como los grupos medievales atacan a la cuarentena, son antivacunas, desconocen las cifras de muertos que provoca el Covid-19  y consideran que la tierra es plana. En el extremo de la colonización cultural, franjas sociales que viven bien y han accedido a todos los niveles de educación, consideran a la empresa privada como propia y al Estado como ajeno.

El Dios ausentado, en los diez mandamientos cristianos es ególatra: “Amarás a Dios sobre todas las cosas” y demandante: “No tomarás el nombre del Señor en vano”. Además no era, o no es muy divertido considerando el sexto mandamiento: “No fornicarás”

En función de nuestro comportamiento nos prometen, después de muertos, un paraíso o el infierno. Difícil que éste sea peor que algunos de los horrores que los humanos diseñamos a través de los siglos, en el maltratado planeta.

Cuando el miedo se propaga en el mundo, ausente Dios, la ciencia es la última apuesta para encontrar el antídoto o la vacuna que nos devuelva un poco de la tranquilidad en un escenario de incertidumbre superlativo. Esa incertidumbre que nos sugería disfrutar el ex ministro de educación y actual senador por “Juntos por el cambio” Esteban Bullrich.

El conocimiento acumulado y la política, imprescindiblemente la política instrumentando las medidas necesarias, sustituyen a ese Dios que según Emilio Rodrigué en el séptimo día, descansado, se fue hace ya un tiempo prolongado.

 

Buenos Aires, 16 de junio de 2020

*Coconductor del programa radial EL TREN, con más de 16 años en el aire. Contador Público recibido en UBA. Fue profesor de Economía Política en la Facultad de Ciencias Económicas de la misma Universidad. Es Periodista. Sus trabajos son publicados en diversos medios nacionales e internacionales. Es autor del trabajo de investigación “25 años de ausencia” y participó con trabajos en los libros “Damián Carlos Álvarez Pasión por el libro” e “Insignificancia y autonomía”. Debates a partir de Cornelius Castoriadis.

Además es coautor del libro “Bicentenario de la Revolución de Mayo y de la Emancipación Americana».

 

5 Comments

  1. Angel Barletta dice:

    Bien, Presman. Aunque tal vez Dios, más que descansando debe estar agarrándose la cabeza, todas nuestras esperanzas (incluídas las Suyas) deben estar en los hombres de Ciencia y en los buenos administradores de la política.
    «Bulrichs»: abstenerse

  2. eu dice:

    «A veces pienso que Dios creando al hombre sobrestimó un poco su habilidad». — Oscar Wilde

  3. cristina nagy dice:

    Propongo solemnemente: cada columnista, luego de bajar su línea sobre qué y cómo ser, cuente qué hace con su basura domiciliaria.
    Para empezar ¿vio?

  4. Rebeca Presman dice:

    El.que no cree seguirá sin creer.El que cree seguirá.creyendo y programado su proteccion

  5. Santiago dice:

    Estimado Hugo, siempre es tentador negar a Dios o afirmar que no existe ante hechos terribles como los que narrás. Sin embargo, creo que omitís o distorsionás ciertos conceptos de la religión judeo cristiana. Por caso, ¿bajo que parámetro distinguís lo bueno de lo malo, lo humano de aquello que ofende a la dignidad y condición humanas? O más bien, ¿de dónde proviene tu idea de las categorías antes mencionadas? Mal que te pese, buena parte de aquello que Occidente reconoce como valores provienen de la tradición judeo cristiana. Un ejemplo: en la antigua Esparta, aquellos niños que nacían con algún impedimento físico eran arrojados desde un peñasco. Contrariamente, Jesucristo predicó «Dejen a esos niños y no les impidan que vengan a mí: el Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos» (Mateo 19:14), además de sanar a los enfermos y perdonar los pecados. ¿Cuál de ambas opciones es más cercana a lo que entendemos como valores humanos? Es ciertamente contradictorio que niegues a Dios bajo los mismos preceptos que él instituyó por medio de los profetas y apóstoles. Si negamos a Dios y declaramos que está ausente, asimismo debemos considerar una mentira todo lo que enseña el cristianismo. Si somos ateos seámoslo de modo consistente y no defendamos valores que atribuimos a un Dios al que simultáneamente negamos. Luego tratás de ridiculizar algunos de los mandamientos interpretándolos literalmente. En el caso de “Amarás a Dios sobre todas las cosas”, omitiste la parte que dice «y a tu prójimo como a tí mismo». Independientemente de eso, no se trata de rendirle culto a un sujeto ególatra. Se trata de ordenar la vida del hombre en función de la fuente de vida y verdad que, según las tres religiones monoteístas, es Dios. ¿Creés que solamente los creyentes adoran a un Dios? ¿Acaso el dinero, poder, hedonismo, consumismo, individualismo, no son dioses hechos a imagen y semejanza del hombre? En sus Confesiones, San Agustín los denomina deseos desordenados. Por último, afirmás que «la ciencia es la última apuesta para encontrar el antídoto o la vacuna que nos devuelva un poco de la tranquilidad en un escenario de incertidumbre superlativo.» No es la ciencia por sí misma la que va a encontrar la vacuna o tratamiento para el covid 19 sino que dependerá del imperativo ético bajo el cual orientemos la investigación científica. Hace setenta y cinco años, la misma ciencia a la cual pretendés colocar en lugar de Dios fue instrumento para arrojar dos bombas atómicas sobre poblaciones civiles. Además de los diez mandamientos, Dios le dio al hombre libre albedrío para actuar en el mundo. El mal uso o abuso de dicha libertad es responsabilidad de los humanos. Culpar a Dios de dicho abuso equivale a hacer responsables penales a los padres de un asesino o violador.