Las constantes referencias fúnebres de Elisa Carrió exhiben una variada erotización con la muerte. Y dejan en evidencia una esperpéntica pose trágica y un latente propósito exterminador.
Por Vicente Muleiro*
(para La Tecl@ Eñe)
Postemilla. 1: Absceso que supura. 2. Punta visible de un tumor.
Maten. Lúcido eslabón estético entre menemismo y massismo ella, Moria Casán, había dicho de Elisa Carrió en 2018: “Cuando insulta dice la palabra ‘muerte’, dice ‘maten a este, maten a Durán Barba…mucha palabra matar o morir.” Sin mencionar la pesada cruz metálica que la Coaligada Cívica suele cargar a proa, la pícara one remachó: “Si sos cristiana y católica tenés que tener compasión por los seres humanos. Tal vez esté mal medicada”.
Matarán. El carro lingüístico de Carrió está siempre repleto de cadáveres. Sobre la fórmula presidencial frentista de 2015, Daniel Scioli-Carlos Zannini, arrojó: “A Scioli lo matarán para que Zannini sea Presidente (…) así como murió (Alberto) Nisman se puede morir Scioli”.
Gracias a Dios, se murió. Es que la fe de la gringa chaqueña carece de la doble faz del cristianismo histórico. Con esa libertad arma figuras retóricas por las que debiera reclinarse en el confesionario. Como en su visita a Córdoba tras la muerte accidental del ex gobernador José Manuel de la Sota en 2018: “Gracias a Dios se murió”, dijo y casi guiña el ojo con la complicidad de quien se cree piola.
¡Me quiero morir! Las intensas relaciones con la parca tienen varias vías celestes en Elisanta. No solo preanuncia muertes y celebra otras, también pide la propia. En su reciente aparición funeraria salmodió: “Yo no escondo más. Prefiero morirme”, con voz y rostro quebrados. Hay que saber ponerle el cuerpo a los significados cuando son tan graves.
¡Mátame! Pero el repertorio anímico puede variar y exaltarse como en una levitación mística: “Sería divino (Luis) D’Elía matándome a mí. Sería un final heroico, maravilloso”. Por el reverencial temor a caer en el machirulismo, dejamos para el psicoanálisis veloz otras connotaciones sobre las fantasías de la rubia burguesa ante los representantes del campo popular que el poder bestializa.
La muerte como deber. Con D’Elía estiró otra vez su extensa cuerda de la ofrenda sacrificial. La equivalencia buscada es ampulosa y bíblica y, para un católico respetuoso, hereje: “Debo morir para que todos vivan”, se escuchó en el Gólgota. El Cordero de Dios sube y sube para desde las alturas volver a rescatar a los vivos y a los muertos. Una fantasía impertinente que jamás pronunciaría alguien que se sabe uno más de la grey.
Pura muerte. Es también de profunda raíz cristócrata la intención de “purificar” a Juntos por el Cambio. En el Jordán que Jesús “purifica” desde el Antiguo Testamento flotaban heces y otras inmundicias. En la última dictadura este lenguaje terrible y salvífico estuvo de moda. El siniestro vicario castrense Victorio Bonamín mandaba estas admoniciones: “El Ejército está expiando la impureza de nuestro país. Los militares han sido purificados en el Jordán de la sangre”. En Carrió la admisión de carroña en la propia tropa puede tomarse como una contribución cívica. Pero el engreimiento moral desde donde se pronuncia la ingresa sin esfuerzo a la troupe de pecadores.
La parca da rating. Acaso la eutanasia política que le pide a sus pares de Juntos, o la eutanasia vital que le rogó a D’Elía, conformen una ingeniosa salida ante la sospecha de que es la vida política la que se le apaga con escasa gloria. No quiere irse a su Exaltación de la Cruz silbando bajito. En su ciega competencia con Cristina Fernández prefiere terminar como heroína trágica. No corre con ventaja, no pende sobre su cabeza un juicio donde Pilatos se lavará las manos. Sólo le queda el mediocre recurso de la espectacularidad para colorear el tramo (que no el tiro) del final.
Pompas fúnebres. No está sola la muchacha en su erotización fúlmine. En los medios del Eje (mónico) se escribe con pompa fúnebre. Como estas líneas negras que, a propósito de un incierto “albertismo”, escribió un editor: “todavía da signos de vida”, garabateó, pero en medio de “espasmos cadavéricos” o “el paciente respira”. Los políticos no actúan, ni buscan operar sobre la realidad sino que gastan su última “bala de plata” o la más degradada de “cobre”. La necrología heavy reemplaza a un género que supo conocerse como análisis político.
Destino esdrújulo. Algo se le cumplirá sin embargo a Elisa Carrió. Y no será un destino trágico, aunque sí esdrújulo, o sea, como quien diría, es un decir, digamos: ridículo.
Buenos Aires, 15 de agosto de 2022.
*Escritor, dramaturgo, poeta y periodista.