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Política de las desmentidas – Por Marcelo Percia

El psicoanalista Marcelo Percia plantea en este artículo interrogantes ante la política de desmentida que sectores de la sociedad oponen a una realidad social y sanitaria grave: ¿Cómo ocurre que, en condiciones de pánico e indefensión, una comunidad desee lo que la daña y se resista a lo que la protege? ¿Cómo se sostiene lo que destruye?

Por Marcelo Percia*

(para La Tecl@ Eñe)

 

El sentido común, en su ciega obstinación, se empecina en reclamar: “¡Queremos nuestra vida normal!”.

No sabe ni puede vivir sin esa normalidad, defiende sus hábitos y privilegios queridos, aunque esté a la vista que, así, está matando la vida.

¿Cómo ocurre que, en condiciones de pánico e indefensión, una comunidad desee lo que la daña y se resista a lo que la protege?

¿Cómo se llega a desconocer lo que se conoce? ¿Cómo se sostiene lo que destruye?

Ante lo insoportable se activan defensas.

Freud nombra diferentes modalidades de protección.

Menciono cuatro en su lengua, poniendo entre paréntesis la traducción de José Luis Etcheverry: Verdrängung (represión), Verneinung (negación), Verleugnung (desmentida), Verwerfung (desestimación).

Palabras que concentran abundancias, matices y connotaciones, que en las equivalencias posibles en castellano se pierden.

Pero, más allá de las finas y delicadas distinciones que merecen, todas tienen en común servir para la no aceptación de algo.

Freud (1927) decide emplear la idea de desmentida en su artículo Fetichismo para describir una argucia que consiste en no ver lo que se está viendo.

Alternativa defensiva que muchas veces se confunde y superpone con la represión, la negación, la desestimación.

Una lacerante fórmula política de desmentida en la Argentina dice así: “Cierto: hubo desaparecidos, pero no fueron treinta mil”.

El “fueron menos” confirma las desapariciones, a la vez que, al solicitar constatar el número, aparta la vista del horror. La solicitud de evidencia siempre hiere a las víctimas.

Desmentidas no desconocen la realidad, saben que eso que se llama realidad consiste en una imposición enunciativa.

Desmentidas realizan simulacros de reconocimiento de la muerte para seguir desconociéndola.

Desmentidas no niegan lo percibido, tratan de que la percepción dude de sí misma. Hasta que se sienta culpable de su cruda mirada.

Desmentidas no niegan la muerte, intentan confundirla y confinarla en donde no perturbe.

Desmentidas admiten lo que segundos después desdeñan.

Desmentidas emplean el poder de enunciación para violentar y desconcertar la percepción.

Desmentidas sobreactúan el reconocimiento en lugar de negar, reprimir, desestimar.

Desmentidas introducen paradojas que desquician.

Desmentidas emplean conectores adversativos y opositivos que despellejan la piel mientras declaran querer sanarla.

Comienzan diciendo: “Desde ya…”, “No ignoramos…”, “Sabemos muy bien…”, “Es innegable…”, “No desconocemos…”.

Pero, de inmediato deslizan una idea que contrasta, contradice, pone en duda, debilita, se opone, a la anterior: “Sin embargo…”, “Aun así…”, “A pesar de…”, “No obstante…”, “Empero…”.

Octave Mannoni (1963) condensa en una conocida fórmula las artimañas de las desmentidas: “ya lo sé, pero aun así…”.

Argumentos de las desmentidas razonan de esta forma: “Asistimos a una extrema terriblez, pero están sucediendo o podrían ocurrir cosas peores”.

Desmentidas practican la distracción. Concitan la atención en otros asuntos para igualarlos con emergencias que, dicen, no quieren negar.

Desmentidas se muestran afectadas por inconcebibles desgracias, pero las disminuyen señalando contradicciones, impericias, equivocaciones, otros peligros; hasta terminar dudando sobre la confiabilidad de quienes las sufren.

Desmentidas se escandalizan ante lo atroz, pero –al mismo tiempo- solicitan, para asegurarse de lo que está pasando, evidencias.

Demandan certezas que funcionen como pruebas mayúsculas de lo que se comienza admitiendo que no necesita pruebas.

Desmentidas operan invirtiendo la crueldad. Ante insistentes y repetidas denuncias de violación, preguntan una fingida ingenuidad: “¿Es cierto que se está pensando en castrar a los varones?”

 

Buenos Aires, 23 de abril de 2021.

*Psicoanalista, Profesor de Psicología de la UBA, autor de Deliberar las psicosis ( 2004); Alejandra Pizarnik, maestra de psicoanálisis ( 2008): Inconformidad (2010), entre otros.

2 Comments

  1. Preciso, original y sardónico. Lo didàctico y dramático del texto son los interrogantes falsarios que enlaza y que exponen la argucia de los falsarios y negadores.
    En la línea del autor se puede decir: ´Si, es cierto que en la ciudad Autòctona cunde y sube la peste, pero también sube el ataque del gobierno Federal que le impide desempestarla libre y autóctonamente`. Duele pensar que toda esta parodia independentista porteña nació malparida de un desesperado pacto entre dos líderes desganados y sin chances.
    Seguro que lo saben: el escudo oficial de la ciudad autócrata, desde 1995 tiene un águila con sus garras salpicadas de sangre. ¿Será que el águila se anidó en La ESMA, y se posó en los cuarenta muertos en aquella Casa rosada de la huida en helicóptero? ¡ Pero un águila! Si para esta intendencia hubiera bastado un tero.
    Gracias al autor de la crónica. Me empujó a estos avejentados pensamientos.

  2. César dice:

    Genial, Marcelo. Lo entendí como una forma de desenmascarar al egoísmo y la estupidez que vivimos siempre y hoy lamentamos más que nunca en parte de nuestra sociedad, pero que gana margen a través de los medios que se benefician con la misma atrofia del pensamiento colectivo. Saludos desee Spegazzini, Cesar.

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