Poéticas del encierro – Por Gabriel Rodríguez Molina

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Poéticas del encierro – Por Gabriel Rodríguez Molina

Si Bachelard planteó en su Poética del espacio la condición natural que ocupan ciertos lugares, por ejemplo, los altillos, dentro de la cartografía emocional de las personas en relación a la introspección sensible ¿Qué imágenes se mantienen solapadas, ocultas, en los calabozos, en las salas de electroshock, en los pabellones, en los patíbulos y en los cadalsos?

Por Gabriel Rodríguez Molina*

(para La Tecl@ Eñe)

 

Siglo IV a.c. Esquilo escribe su Prometeo Encadenado. El titán es apresado por robarle el fuego a los dioses y llevárselo a los mortales.

1398. El poeta catalán Bernat Metge escribe su obra maestra El sueño en el hedor del calabozo, acusado de complotar para la muerte de Juan I. Describe entonces un encuentro onírico con Orfeo, el más alto poeta.

1456. François Villon es condenado a la horca. Su cuello, horas antes, empieza a retorcerse de amargura. Escribe La balada de los ahorcados. No lo ejecutan.

1777. Sade es arrestado. Desfilará toda su vida por los largos y soledosos pasillos de la cárcel. Esperará la guillotina sin que el filo se pose sobre la yugular y será llevado más tarde a un asilo para locos.

1849. Fiódor Dostoyevski es condenado a muerte por conspirar contra el Zar. Le cubren los ojos frente al pelotón de fusilamiento y lo empujan hacia el paredón congelado. Los oficiales se relamen y se ríen hasta que llega un jinete que en un papel ofrece el indulto. Él, por dentro, se siente fusilado. De allí nace La casa de los muertos.

1862. Victor Hugo toma la figura del delincuente Eugène-François Vidocq para trazar Los Miserables y oponerse a la pena de muerte. El personaje principal vaganbundea y se pregunta por el bien y el mal “Se preguntó si era justo que la sociedad tratase así precisamente a aquellos de sus miembros peor dotados en la repartición casual de los bienes y, por lo tanto, a los miserables más dignos de consideración” nos dice.

1897. Oscar Wilde, en la cárcel, acusado de sodomía y de mantener estrecha amistad con los hombres, escribe The Profundis. Una carta al amante que nunca llega. La imagen de una espera frágil y viril. En su soplo se escucha la más cruda soledad.

1921. Jacobo Fijman es llevado por primera vez a Devoto para ser luego trasladado al Hospicio de Las Mercedes. Sus años se irán alargando junto al misticismo que siempre lo envolverá y el calor de su molino que lo abrigará en una larga (y quizá perfecta) letanía que lo encontrará en el manicomio por más de treinta años.

1931. El anarquista Severino Di Giovanni no llega a escribir su último poema en el calabozo dónde esperó su muerte, como tampoco pudieron hacerlo Dalton, Lorca o Heraud.

1939. Artaud entra en un manicomio. Por su cabeza pasan los cables y el electroshock. Le escribirá luego cartas al director del hospital luego de haber soñado con Van Gogh, que antes, en la habitación de un asilo no tan distinto, le ha escrito a su hermano pidiendo dinero y contándole como se pasan los días en una habitación preparada para el olvido.

1946. Ezra Pound es internado en el hospital de St. Elizabeth por traición a la patria. Lo declaran loco para evitarle la pena de muerte. Allí lo visita, de vez en cuando, Williams Carlos Williams. Él, con los labios gastados, con su barba blanca que oculta la piel que se ha ido desgastando, le pregunta ¿Estamos reducidos a ser los idiotas desvariados en la penumbra de un humor crepuscular por ser poetas?

1971. Alejandra Pizarnik, durante la estadía en el Hospital Pirovano, escribe sobre la sala 18, allí, desenfrenada y lírica, escupe con su estilo filoso todo su canto.

 

 

Entonces ¿Qué clase de energías emana el cautiverio?

Si Bachelard planteó en su Poética del espacio la condición natural que ocupan ciertos lugares, por ejemplo, los altillos, dentro de la cartografía emocional de las personas en relación a la introspección sensible ¿Qué imágenes se mantienen solapadas, ocultas, en los calabozos, en las salas de electroshock, en los pabellones, en los paredones de fusilamiento, en los patíbulos y en los cadalsos?

¿Qué voces gimen dentro de esas paredes oxidadas?

¿Será la fragilidad que suscita el encierro lo que hace que estos ruiseñores canten tan fuerte?

¿Será el metal de la jaula una partícula más en la composición del canto?

¿Hace brotar el encierro, acaso, toda la pasión, la sustancia épica?

¿O es el silencio, ese silencio sabio como el de las sirenas –como anhelaría Kafka- el que empuja la sangre hacia el corazón de las almas e inerva con sus ramas los subsuelos donde aquellos marginados han caminado a la sombra de una realidad que los ha expulsado de su paraíso?

¿Será que desde allí parte de su pluma sintió alivio?

¿Será que allí, en esos escombros, pudieron desprenderse de sus máscaras para que las manos trazaran su nervadura al compás de un éxodo que buscaría la belleza?

¿Será que esa música oscura y jadeante, con su fuerza erosiva y asfixiante, es necesaria?

¿Por qué necesitamos rozar los bordes para responder al instinto voraz de escribir a toda costa y así expresar a caso todos los dolores que aquejan el alma?

¿Si la locura es el reverso de la soledad –como dijera Abelardo Castillo- que aloja el reverso del encierro?

¿Olvido? ¿Poesía? ¿Fe? ¿Fantasmas? ¿Muertos?

¿Son los muertos los que hablan a través de ese cuerpo olvidado?

¿Son todos los que antes estuvieron allí, en ese mismo lugar, pudriéndose, viendo pasar las horas del otro lado de las rejas?

¿Son ellos los que jalan las cuerdas del campanario de dónde vemos emerger, ahora, el vuelo de las palomas que migran sin que nadie las vea hacia las tierras más altas y más desiertas?

 

La Plata, 2 de enero de 2021

*Gabriel Rodríguez Molina (1995, La Plata, Buenos Aires) es narrador, cronista, poeta, letrista y dramaturgo. Estudia Medicina y Filosofía en la Universidad Nacional de La Plata. 

Publicó los libros El despertar de los ojos glaucos, Lágrimas de un pájaro, Un cielo que llaman muerte, Me necesitan las flores me necesita el silencio y Severino (Libro publicado por la Ed. Sudestada cuya adaptación teatral se estrenará durante el 2021).  

Participó de la Residencia para artistas del TACEC (Teatro Argentino Centro de Experimentación y Arte Contemporáneo) y formó parte de la Antología de poesía Contemporánea Latinoamericana (Buenos Aires Poetry). Trabajó en la Clínica Final de Obra (auspiciada por la Biblioteca Central de la Provincia de Buenos Aires) con su novela Ensayo sobre la intimidad bajo la tutela de Fernanda García Lao. Estudió dramaturgia con Mauricio Kartun y fue cronista del Teatro Estudio El Cuervo dirigido por Pompeyo Audivert.  

En el transcurso del 2020 grabó Güor. Cantata del Museo Sepulcro, homenaje al Cacique Ranquel Mariano Rosas, obra de la cual es autor. 

Escribió también Poemas de amor locura y muerte (poesía) Nueve Tumbas (cuentos, a editarse en el 2021), La máquina Audivert (anti crónica) y las obras de teatro Duelo CriolloArlt: el poeta en las nubesLa vida puerca Desiertos los bosques sagrados (Continuidad de Las Troyanas de Eurípides). 

Colabora con el Diario El Día de La Plata y con las revistas Ágrafos (Washington D.C.) y Buenos Aires Poetry (Buenos Aires). 

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