Apostillas insomnes – Por María Pía López

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Apostillas insomnes – Por María Pía López

Foto: Manuel Cortina

Foto: Manuel Cortina

Por María Pía López*

(para La Tecl@ Eñe)

 

* Escribir hasta que nos rinda el sueño. Escribir mientras vamos y volvemos por las fotos y los videos de la madrugada del 30. Bambolearnos en el ensueño de que la noche persiste en nosotres, en ese abrazo victorioso. Tratar de pensar a la sombra de la experiencia sensible. No toda es vigilia la de los ojos abiertos, pero bien sabemos que en la vigilia es cuando más alertas estamos, prestas a saber, a apropiarnos, a manotear lo existente. Vigilia y rancho, campamento tendido en el pavimento, porque si en un mayo europeo se pensó que bajo los adoquines podía haber una playa, nosotres bien sabemos que bajo el asfalto están los ríos profundos de la rebelión. Como los arroyos que surcan la ciudad, entubados, y que en sus nombres a veces ocultan mitologías de redención feminista, como la del Maldonado. Alguien liberará la memoria de esos nombres, la de esa mujer, la Maldonada, que era condenada a muerte por hambre y salvada por la relación con una tigresa. Ayuda mutua entre especies, en esa aldea llamada Buenos Aires que perecía de hambre por el sitio indígena. Digo, se liberarán las memorias bajo el asfalto, de tanto saltar sobre su dureza.

 

* Escribir porque escribir es atrapar los hilos de lo que acontece, mirarlos, separarlos, volverlos a trenzar, trenzar con ellos el vestido de nuestros días. Tejer una casa, una memoria, una interpretación, unas artes de hacer. Escribir para no olvidar, para legar, para regalar. Para pensar. Escribir sobre los murmullos, las conversaciones, los guiños. El pañuelo verde como invitación a un diálogo con quienes no lo portan con comodidad pero que ayer lo veían, en sus labores militantes de sostener cuidados y repartir alimentos, y se sumaban a la esperanza: que hoy ganemos. Escribir como nuestras fotógrafas sacan fotos y construyen con ellas el archivo del presente. Tratar de que imágenes y palabras sean caleidoscopios, descentrados, fragmentarios, rotos, capaces de dar cuenta de lo múltiple y dispar. Disparatado también. Alocado, lúdico, sufriente, deseante, querelloso. Que no busquen la nota única ni la primacía de la representación, sino su desvarío. Su carnaval. Tupí or not tupí. That is the question. Una vez más.

 

*Liminar el viejo manifiesto y aquella frase que nos retornó: hoy contamos con una vergüenza menos y una libertad más. De eso se trata también. Una libertad es exorcismo de la humillación, suspensión de las privaciones. Basta de cárceles, en todo sentido. La calle es hospitalidad para nuestros propios pasados: para aquellas que fuimos cuando fuimos humilladas por gozar o por abortar o por desear o por negras o por pobres o por minas. Para nuestras infancias abusadas y nuestras adolescencias sometidas o castigadas. La calle aloja esas que fuimos y las que somos, para que pueda ser promesa para las que vienen. No hay mundo redimido ni vidas carentes de conflicto ni existencias unidimensionales ni pureza alguna que defender. Ni siquiera imaginables la pureza militante ni la lucidez plena. Saber eso es atender la falta, la fragilidad, nuestra propia opacidad. El charco en el que chapoteamos. La ciénaga, recordaba Rocío Feltrez el otro día, antes que el lago prístino de las ensoñaciones de una nueva humanidad. Audre Lorde y su sensibilidad: “y podemos aprender a tratarnos mutuamente con dulzura aprendiendo a ser tiernas con esa parte de nuestro ser que resulta más inabordable, aprendiendo a ser más generosas con la valerosa y maltrecha niña que llevamos dentro, aprendiendo a rebajarle el listón de los gigantescos esfuerzos que hace para sobresalir”.

 

*Julieta Kirkwood escribía que la exclusión tradicional de las mujeres del campo del saber producía como efecto que el saber recreado por nosotras tuviera “aires de bricolage: se toman conceptos de otros saberes y contextos, atribuyéndoseles un sentido diferente. La re-apropiación -irreverente quizás- no tiene tal vez más sentido que cambiar unas mismas notas en una nueva disposición: una otra clave que resuena mejor en la nueva armonía”. Aires de bricolage, apropiación y resignificación, traducción insolente, recorte a piacere. Porque no se trata de subordinación a una jerga establecida o a una lengua teórica consolidada, sino ese andar a saco, tomando lo que se puede. Insolencia. Lévi-Strauss decía que el pensamiento salvaje tenía la lógica del bricoleur: trabajar con los restos materiales que existen en el mundo, y a partir de ellos componer lo nuevo. Lo diferenciaba del pensamiento occidental, más cercano a la ingeniería: pensar como si lo existente no existiera, a partir de un plano sobre el que se trazan las líneas del proyecto. El bricoleur es el materialista. Nosotras lo somos. Feminismo de los restos, de los pedazos, de las costuras. No de las ingenierías que pretenden diseñar lo vivible y lo deseable. Apenas, atentas, en nuestro insomnio, a lo que insurge. Apenas atenta a pelear -y esa es nuestra vigilia de ojos abiertos- para que no se ahogue lo insurrecto.

 

Buenos Aires, 31 de diciembre de 2020.

*Socióloga, ensayista, investigadora y docente.

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