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Libros: Invocación del guerrero – Por Gabriel Rodríguez Molina

En su última obra Vicente Zito Lema hace un raconto de su obra y con nuevos poemas canta como si invocara, al soplar el polvo que ha dejado el viento sobre las máscaras del tiempo, a su más preciada diosa: La memoria.  

Por Gabriel Rodríguez Molina*

(para La Tecl@ Eñe)

 

Si, como escribió alguna vez el gran poeta alemán Goethe –Un hombre ve en el mundo lo que lleva en su corazón– el corazón de Vicente Zito Lema está hecho de pura memoria, la que pareciera conformar un músculo latente que el poeta ejercita desde la palabra acudiendo quizá a la vieja costumbre de los diálogos que perfumaban las tardes de los antiguos gimnasios griegos. Porque el poeta trae siempre al Otro, vuelve sustancia su carne, dialoga todo el tiempo con lo ausente, hace llaga de ese dolor y convoca a los gusanos del olvido.

¿Qué hiciste con el amor mientras el otro sufría? Pregunta al inicio de este nuevo libro gestado desde el encierro (Peste y Memoria, Poéticas; Editorial Gráfica 29 de Mayo con obras de Luis Felipe Noé). Y esa pregunta golpea, en todo el libro, como si fuera una llave que entrega el poeta, acaso como si conformara, esa pregunta, una de las cuerdas que se tensan en la lira con la que luego, como el eterno Orfeo, deberemos pulsar para calmar al Cancerbero que se manifiesta página tras página en forma de hedor, de rémora, de oscuridad, de baldío, de sangre, de muerte.

La carne del olvido es descalcificada por el poeta con el escalpelo de la memoria que se viste de poesía con los harapos de la belleza: Hoy sabemos (dice Vicente) el silencio mueve los labios del espanto … la palabra abre el cofre donde los dioses encerraron esperanza.

En el umbral, entonces, que se teje entre la fuerza de lo ausente y la crudeza de la palabra, mezcla particular entre lo sagrado y lo profano que ha cultivado Vicente Zito Lema a lo largo de los años, aparecen los espejos, los monstruos, la peste. Y tras esas estacas, esos clavos que perforan los huesos, aparece siempre la sangre de la belleza ¿Alguien plantará flores para la mañana? Se pregunta ¿Quién moverá el cielo mañana? Insiste mostrando la estela de un futuro posible, tal vez un vestigio del hondo final: Aunque tiemble/como una bestia herida/siento que es una eternidad/lo que falta de la vida.

En ese jardín que muestra Vicente contemplamos entre las flores del mal los cardos del olvido, entre el perfume de la belleza las flores de la vida que levitan, invisibles, entre las reflexiones que, poéticas, se instalan como engranajes perfectos entre la oscura bilis que parece teñir el óleo: No dejes callar la música de tu corazón, susurra la voz del poeta, las nubes rojas son la sangre de los locos, detalla esa mano con aromas de hierba que traza palabra por palabra el esqueleto de un cuerpo insepulto. Pero el poeta no se cansa, se arremanga y sigue cavando el pozo que se ha propuesto, acaso para arrojar su propia voz y dejarla como semilla. Canta, el poeta, sin elevar la voz, pero con pulso preciso: El infierno está en la tierra, intuye. El cielo se detiene, enuncia. La poesía será hecha por todos los hombres, concluye, sintetizando su posición, dejando como una plegaria esa oración a orillas de un cielo al que le ha cantado con la invocación con la que los antiguos guerreros llamaban a sus más preciados dioses en los momentos más duros de la batalla.

 

VICENTE ZITO LEMA: Peste y Memoria | Poéticas – Con obras de Luis Felipe Noé (Editorial Gráfica 29 de Mayo, 180 páginas)

 

Buenos Aires, 12 de agosto de 2021.

* Narrador, cronista, poeta y dramaturgo.

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