El analista político Ricardo Rouvier analiza las tensiones que produjo en el sistema de representación política la llegada de Sergio Massa al Poder Ejecutivo. Rouvier sostiene que la sensación que queda es que el pragmatismo de hoy es el fracaso doctrinario y político de ayer, y que si no se construye fuerza propia, no hay más remedio que jugar con las reglas del otro.
Por Ricardo Rouvier*
(para La Tecl@ Eñe)
La llegada de Sergio Massa al Ejecutivo puso en alerta a las principales fuerzas políticas en razón de que la reconfiguración del gabinete, con la focalización en la cartera de economía, establece movimientos que afectan los sistemas de representación, y por ende, el posicionamiento de los políticos ante la ciudadanía.
Una primera definición es que la ilusión de constituir el “albertismo” se ha desvanecido. Nunca este proyecto tuvo posibilidades cuando su beneficiario no quiso generar conflicto con Cristina Fernández de Kirchner.
Para muchos kirchneristas el paso dado es hacia la derecha, y pone en peligro los valores y principios que dieron lugar a este sector del peronismo desde el 2003. Hay otros, que se muestran conformes de transitar un camino no deseado, pero justificado por la gravedad de la crisis económica y social.
El fantasma de la ortodoxia asoma en una fracción política que hace de su oposición a las recetas liberales una cuestión de principios. La modalidad de liderazgo de CFK le da estilo y forma a esta conducta con sus continuas interpelaciones a las instituciones del poder o a las prácticas dentro del modelo vigente. Pero, a esta demostración de negatividad le falta una etapa arquitectónica que le permitiera al kirchnerismo acumular poder en los diversos frentes de acción política.
La alianza opositora también se ve afectada por los cambios, ya que Massa está posicionado en el centro del escenario ideológico, con vínculos con el poder real y con un acuerdo (se desconocen los detalles) con el kirchnerismo duro por la otra. La elevación de Massa sin duda agudiza la competencia con Larreta por el perfil moderado.
Hasta ahora era la coalición opositora quien tenía una mayor cercanía con el poder económico y mediático en contraposición con el oficialismo. Pero, el cambio de gabinete acerca el cinturón rojo a la Casa Rosada.
La Cámpora, el sector más ideologizado del peronismo, mantiene poder de movilización y despachos preferenciales de la gestión de gobierno, pero no tiene una llegada significativa a las usinas del dominio. Además, su política es teledirigida por CFK y no se advierten señales de autonomía para constituir una tendencia por fuera de su liderazgo. Por ahora, la dirección de la agrupación apoya la llegada de su aliado Massa; la base es la que está preocupada.
El cambio de gabinete cuya autoría es del Ministro, se fundó en requerimientos sobre las cuestiones macroeconómicas que es como una jungla que hay que atravesar sin morir en el intento. Pero, antes está la política y había que resolver el acuerdo con las tres patas de la mesa. El rol de CFK seguirá siendo el mismo: supervisión y poder de veto, y mantendrá el distanciamiento, que la caracteriza, con el epicentro de la explosión.
La coyuntura dominada por las deudas y la inflación, y ejecutando los acuerdos con el FMI, determinó en la tríada dirigencial la decisión de preservar el poder, de achicar los daños de un choque inevitable de la economía y construir una alternativa electoral competitiva para el 2023. Faltaría agregar que la movilización popular, conducida por organizaciones que el gobierno no dirige, se intensifica y ha ocupado la calle, cosa que el oficialismo ha perdido. Si la actual experiencia fracasara, es probable que el Frente de Todos y el mismo peronismo estallen por los aires.
Massa, como hizo muchas veces en su flotante vida política, esperó que la fortuna lo eligiera, y finalmente lo fue; opacando aún más la figura presidencial, pero también exponiendo a CFK como ejecutora principal. La reestructuración significó una transmutación ideológica hacia el pragmatismo que se impuso para alcanzar la estabilización a pesar de las tempestades.
No hay duda que los acontecimientos ocurridos tensionan, desde el punto de vista conceptual, a las diferentes fuerzas políticas, pero sobre todo los niveles del oficialismo: Gobierno, Frente de Todos y peronismo. Con consecuencias distintas, y diferentes velocidades de impacto, se genera un reordenamiento de las formas de representación social. Nadie duda dentro que el área económica giró acercándose más al establishment. La promesa es que luego de la estabilización las condiciones serán mejores para todos. En el camino nos acompañarán la inflación, la amenaza de tarifazo, la devaluación y el déficit fiscal.
Este gabinete, consciente o inconscientemente, apunta a la consolidación de la propiedad privada, y la búsqueda del acuerdo o anuencia de los factores de poder económico internacional y nacional. Como pasó hasta ahora, el gobierno tratará de seducir a los capitales externos, con mucha menos retórica gubernativa reformista como usaba Alberto Fernández.
Esta restructuración no va acentuar la intervención del Estado en la economía del país, tampoco impulsar la economía solidaria. El individualismo continuará siendo el eje hegemónico del punto de vista cultural y desde la subjetividad cooptada de la población; y esto tiene un valor especial a la hora de tomar el sendero de la dogmática o de la pragmática, ya que aquella tiende a recrear lo colectivo y ésta última pone el énfasis en la experiencia individual y la utilidad como resultado.
La izquierda y los dirigentes de los movimientos sociales resistirán a este elenco gubernativo y a este programa, que no da lugar a las soluciones pedidas por las organizaciones. El objetivo es que finalmente las multitudes ganen la calle y logren doblegar al oficialismo. No hay ajuste económico que no provoque inmediatamente una reacción popular.
La crisis elige su medicina, y en un mundo que se corrió hacia la derecha, aparecen a mano las recetas del neoliberalismo que asoman como posibles en un gobierno que repudia el liberalismo a cada minuto. Lo pragmático como racionalidad apunta a lo posible y su negatividad, o sea, lo que no es posible; y entra en contradicción con las convicciones. Para algunos, lo posible es una renuncia a la lucha, y para otros, es el único sendero que nos lleva al objetivo.
Desde el reformismo, hoy en nuestro país surgen inquietudes que apuntan al futuro de este movimiento ante un mundo que ha incrementado la velocidad del cambio.
¿Es transitoria esta reestructuración?; ¿O llegó para quedarse en un envase peronista y no macrista? ¿Se puede volver al camino del proyecto populista? Estas preguntas abren otros interrogantes que apuntan directamente sobre lo construido desde el 2003 como soporte institucional popular fuera de la discursividad ineficaz. La sensación que queda es que el pragmatismo de hoy es el fracaso doctrinario y político de ayer. Si no se construye fuerza propia, no hay más remedio que jugar con las reglas del otro.
Buenos Aires, 6 de agosto de 2022.
*Licenciado en Sociología. Profesor Universitario. Titular de R. Rouvier & Asociados.
1 Comment
Que pasó,que pasó General/a?
Se a llenado de gorilas,el gobierno (popular?)
Jorge
Bahía Blanca