La aprobación en Diputados del aborto legal, seguro y gratuito impulsado por el movimiento femenino permite que la sociedad de un salto cualitativo hacia la ampliación de los derechos humanos. El Patriarcado somete a las poblaciones de la América Latina profunda, y por ello es urgente su erradicación.
Por Ricardo Rouvier*
(para La Tecl@ Eñe)
Se ha suscitado un fuerte debate y una movilización a favor y en contra de la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo desde el momento en que el Ejecutivo presentó la iniciativa. A pesar de que fue considerada una cortina de humo del oficialismo, más allá de si es verdad o no, se abrió una participación de jóvenes, sobre todo de mujeres, que acudieron a la defensa del proyecto en forma masiva. Ya no interesaba, como pasa tantas veces en la historia, de quién había sido la idea. La idea crece si hay un campo fértil y se libera de sus autores. Es más, la causa fue reapropiada por la militancia.
La Argentina vieja que anida inconscientemente en todas las fuerzas políticas, fue conmovida por la ola verde que anunciaba algo que venía del fondo del progresismo e, inclusive, del liberalismo de izquierda. Además de los expertos que dieron su opinión en las comisiones de la Cámara, se movilizó una parte de la sociedad. Más allá del debate alrededor del núcleo más agudo del problema, como la invasión quirúrgica en clandestinidad, del cuerpo de la mujer, se reiteró hasta el cansancio, la necesidad de la educación sexual, la distribución de preservativos y otras tareas de prevención.
Muchos políticos recurrieron a su propio olvido, ocultando los obstáculos que se pusieron para que ninguna de estas políticas se cumplieran, y esto sucedió de igual manera en territorios tradicionalmente gobernados por un peronista o por un radical. Ambos coinciden en haber conservado y cuidado el patriarcado imperante. ¿Qué había ocurrido con esta febrilidad y popularidad que alcanzó la causa? Lo que ocurre para que algo se vuelva histórico, deben juntarse la necesidad y la oportunidad, cosa que no había pasado ante la aparición de las pioneras feministas de finales el siglo XIX.
El aborto se practica desde los comienzos de la humanidad, se sigue practicando y se seguirá practicando, siendo ubicado por el pensamiento dominante en la sombra de la vida, en la “otra” vida, lejos de la mirada pública. Y se agrava entre las mujeres pobres como un agregado aberrante de la desigualdad. Aberrante en la muerte, la mutilación y la vergüenza.
Las encuestas que siguieron con sistematicidad este tema en los últimos 20 años en nuestro país, nos advertían que la aprobación de la despenalización era una tendencia creciente.
Hay una continuidad entre el matrimonio igualitario, el movimiento “ni una menos” y la despenalización. Esta escala que tiene a la mujer como protagonista emergente de la transformación que se va desplegando desde hace varias décadas. Es una revolución cultural que, sin duda, muestra que la multiculturalidad, a pesar de muchos obstáculos, avanza. Y prospera pese a los reaccionarios de derecha y también de algunos que desde el socialismo real persiguieron a las minorías sexuales; y también allí, a las mujeres les costó mucho liberarse de los mandatos culturales impregnados con más fuerza que los textos de Marx y Engels.
Ni bien se expandió el tema de la despenalización se hizo transversal, como había ocurrido con otros temas como el matrimonio igualitario. Esto provoca al sistema político, porque desnuda un problema muy importante: la relación crítica entre cultura y política. Hay avances culturales que se expresan en la integración de las minorías étnicas y de orientaciones sexuales, lo que permite una ampliación de la libertad de costumbres y una sociedad más integrada en este sentido. Todo indica que los cambios culturales corren por delante de la corporación política. Y eso explica en buena medida que amplios segmentos de la sociedad, sobre todo los menores de 40 años, estén bastante lejos de la política. Están en “otra cosa” decimos de los jóvenes, no pudiendo integrar a dichos segmentos etáreos en nuestro mundo, en nuestra historia; salvo excepciones como las juventudes políticas.
La composición del voto en la aprobación de Diputados estuvo marcada por las diferencias internas en las fuerzas políticas. El Si y el No surgieron de la sumatoria de un mosaico de identidades. Y el ajustado resultado final impactó sobre el Senado y sobre gobernadores alineados con el No. También impactó dentro del oficialismo, donde el episodio de provocación de la diputada Carrió, fue porque advirtió tarde que el gobierno operaba hacia la aprobación. El problema de Macri con sus votantes, que mayoritariamente están en contra, no era un problema insoluble para el gobierno enredado en el caos económico y financiero.
Si comparamos con la ley de Matrimonio Igualitario, que fue aprobada el 5 de mayo del 2010 con 126 votos afirmativos en Diputados, y 110 en contra y 44 abstenciones, este proyecto de ley de despenalización tuvo una elección más apretada; recibió un apoyo de 129 diputados contra 125 votos en contra, mostrando que esta cuestión afecta más profundamente la conciencia y las creencias de los legisladores.
Respecto al matrimonio igualitario el PRO se partió por la mitad, igual que la UCR, mientras que el FpV puso 46 votos a favor y 29 en contra. Respecto al tema del aborto el kirchnerismo logró 54 votos (fue la bancada más numerosa de apoyo al proyecto) y 11 por la negativa, mientras el interbloque oficialista que incluye al PRO, obtuvo la mayor concentración de voto negativo; fueron 65 comparado con los 42 positivos del mismo bloque. En cambio la UCR dentro de ese bloque logró que la voluntad favorable al proyecto superara lo desfavorable: 24 a 16.
Como vemos hubo cierta linealidad ideológica y también un cierto nivel de voluntad individual. Los representantes de Cambiemos, por ser más conservadores y más influenciables por la religión, se inclinaron más por la negativa a modificar la norma que convierte al aborto en un delito, en razón de sus improntas filosóficas y culturales en que la vida comienza desde la concepción y privilegia este concepto en relación a la decisión de la madre en continuar o no con el embarazo. Una posición más tradicional, frente a la modernidad de los países centrales, en que la despenalización ya existe o avanza. Que una parte de la UCR se incline más por la ley, se explica desde que el radicalismo cobija un liberalismo progresista que, a veces es negado desde sus alianzas o sus olvidos, pero que existe como tradición (recordar que la UCR todavía adhiere a la Internacional Socialista).
En el panperonismo hay que distinguir al kirchnerismo, fracción progresista del peronismo, del peronismo no k. Durante su período de gobierno propugnó el matrimonio igualitario (concurrió a apoyarlo Néstor Kirchner en la única sesión que asistió como diputado) y se aprobaron varias leyes de protección de la mujer embarazada y la de fertilización asistida; pero la negativa rigurosa de CFK a tratar la despenalización generó una contradicción no traumática con sus bases y la demora del proyecto. Hoy esta contradicción se resolvió con el cambio de posición de la ex Presidenta.
También se puede hacer otra lectura según la concentración urbana, en los lugares en que hay mayor población por kilómetro cuadrado y crece la clase media, sobresale la postura a favor de la despenalización. Pero, en el peronismo no k las posiciones son opuestas. Jefes políticos provinciales se opusieron o aceptaron a regañadientes el Matrimonio Igualitario, y ahora muestran resistencia a la legalización del aborto. Tenemos al Ministro de Salud de Macri defendiendo la despenalización y a Manzur, Gobernador de Tucumán, ex Ministro de Salud de CFK y peronista, en contra. El ex gobernador Gioja, hoy diputado, en la misma línea. En cambio el peronista Ginés González García, un referente indiscutido de políticas sanitarias, desde hace mucho tiempo que pregona esta iniciativa.
Fue notable observar la guerra desatada en las redes sociales entre peronistas de formación más católica, adversarios de la práctica de aborto, con peronistas más ligados al progresismo. En un momento de identificación ideológica con la figura de Francisco, este tema no solo es disruptivo para el gobierno sino para parte de la oposición.
Además, y es una obviedad, en las regiones del país con menor densidad de clase media la Iglesia tiene mayor incidencia aún que en los grandes centros urbanos de nuestro país y del mundo. La influencia de los representantes de la Iglesia tiene aún su importancia en vastos espacios de nuestro país, y de la amplia región continental.
Hay que considerar que las estructuras sociales de nuestros países están todavía dominadas por el Patriarcado que junto con el Colonialismo y el Capitalismo, como señala el sociólogo portugués Boaventura Sousa, someten a las poblaciones de la América Latina profunda. El derecho feudal de pernada se ve, aún, impreso en muchas mujeres menores de edad que quedan embarazadas por el crudo ejercicio del poder, donde a veces no hay violación porque hay obediencia y sumisión, incluido el incesto. Episodios como el de María Soledad en Catamarca y otros sin aclarar con patrones de conducta muy similares, también se inscriben en la conversión de una mujer en un objeto descartable. Alguien dirá que no es el caso y que nada tiene que ver aquel crimen con el aborto. Sí, tiene que ver con una estructura social y psico-social que permite que los machos hagan lo que quieran con las hembras; en esa selva disfrazada de ciudadanía, concurren las víctimas y victimarios, enlazados por una misma huella cultural.
Y como se trata del poder frente al no poder, la política es un convidado obligado en dicha estructura perversa. Es un excelente ejemplo a considerar, cuánto le ha costado y le cuesta al Vaticano accionar contra los pedófilos; porque estos no son marginales, son parte de la burocracia eclesiástica esclerosada y oculta en las arterias del poder espiritual. Bueno, al poder laico también le cuesta romper la cadena de implicaciones e impunidad.
En el mundo la legislación permisiva sobre la práctica abortiva alcanza al 60% de la población mundial. Nuestro país se encuentra dentro de los países que ha dado algunos pasos, porque permite el aborto por causas como la violación o incesto según el Código Penal en su art. 86. En América Latina hay países con normas prohibitivas como Brasil, Chile, Paraguay, Surinam y Venezuela. O las de restricción relativa porque permiten el aborto para preservación de la salud de la mujer como nuestro país: Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú. Y los que no ponen ninguna restricción como Cuba, Guyana, Guyana Francesa y Uruguay.
Esta lucha ha encontrado la debilitad de una oposición, que no puede explicar la mortalidad de la mujer embarazada y otras consecuencias de las que actúan fuera de una ley inmoral. Por el otro lado, aparecen las mujeres demandando la soberanía sobre su propio cuerpo y el empoderamiento para decidir por sí mismas. Este encuentro entre lo negativo y lo positivo, permite que la sociedad nacional de un salto cualitativo, otro más, hacia los derechos humanos.
El patriarcado tiene que morir, y esto es urgente.
Buenos Aires, 25 de junio de 2018
*Lic. en Sociología. Dr. en Psicología Social. Profesor Universitario. Titular de R.Rouvier & Asociados.