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El fetichismo de la Cuarentena – Por Osvaldo Fernández Santos

El psicoanalista Osvaldo Fernández Santos ensaya en este artículo una respuesta a las opiniones vertidas por el decano de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, Lic. Jorge Biglieri, expresadas en la entrevista que le realizara la periodista Diana Baccaro en el diario Clarín en la edición del 4 de julio. 

Por Osvaldo Fernández Santos*

(para La Tecl@ Eñe)

           

La realidad y la ficción apocalíptica se han interceptado, dando lugar a lo siniestro.

Millones de muertos en el mundo por una enfermedad de fácil contagio, que se propaga velozmente, ocasionada por un virus, el covid-19.

Científicos y laboratorios, trabajan a destajo buscando una vacuna, con motivaciones diversas, las hay humanitarias y las hay monetarias.

Algunos países roban a naciones aliadas, respiradores e insumos imprescindibles para enfrentar la pandemia o procuran apropiarse de la vacuna futura. Mientras otros países ofrecen solidariamente médicos y medicinas. Los valores preponderantes de las ideologías rectoras de cada quien, quedan plasmados.   

La pandemia arrasa con vidas, sistemas de salud, economías, y certezas. Los pobres son las principales víctimas (también de las fuerzas represivas), después rankean las personas de mayor edad, los portadores de enfermedades preexistentes y el personal de salud.

A nivel internacional la experiencia ha demostrado en forma taxativa que en aquellos lugares en los cuales se han aplicado medidas de cuidado (cuarentena, distanciamiento social, uso de barbijos), las consecuencias letales y traumáticas del covid-19 han sido significativamente menores que en aquellos en los cuales se las obvió. La existencia o no de cadáveres tirados en las calles, la necesidad o no de tener que elegir quien recibe un respirador, no son una diferencia menor en el impacto material y subjetivo. Del mismo modo contundente, se comprobó que las economías se vieron afectadas en grados similares, más allá de las estrategias implementadas ante la existencia del avance, por ahora irrefrenable, del virus.

La angustia ante la muerte, la conciencia de la finitud, la incertidumbre frente al porvenir, han sido activadas por la demasía de lo real, corriendo el velo que en la cotidianeidad facilita la existencia.

Lo familiar se tornó repentinamente terrorífico, y los mecanismos de defensa usuales ante la presencia de lo siniestro se desplegaron en el inquietante entramado histórico: la negación (tomar noticia pero no conciencia de la situación) y la desmentida (aceptar la realidad pero sustituirla por una teoría).

La respuesta saludable dada en el país (con el sistema de salud arrasado en modo previo por el neoliberalismo), propició elementos materiales y simbólicos para, por un lado, mitigar los estragos materiales de la pandemia, y por el otro lado, facilitar la metabolización psíquica. La dominante implicación social activa en los lineamientos de cuidado, más allá de las dificultades/necesidades singulares y de los efectos secundarios que portan, ha operado y opera como sostén de la salud física y mental.

En este contexto, en el cual por supuesto la lucha de clases no se ha detenido (embestidas brutales pro Vicentin, súper-ricos, Black Rock,…), se ha suscitado un acontecimiento doloroso para el acervo cultural y científico de la sociedad, el intento de apropiación del prestigio de la UBA para socavar al gobierno.

La perversión previa de los significantes república, libertad, libertario, instrumentada en la parasitación del sentido común, es un antecedente que no cesa de lesionar la conciencia colectiva; y debe advertirnos sobre el potencial peligro en ciernes.

En los medios corporativos de comunicación, la representación UBA está siendo resaltada para azuzar la desmentida como mecanismo psicológico, facilitar el desplazamiento desde la pandemia a la cuarentena como determinante del malestar y padecimiento subjetivo, amén de procurar psicopatologizar el sufrimiento y las reacciones ante lo traumático de la catástrofe mundial.

La avanzada mediática se sustenta en declaraciones realizadas por el decano de la facultad de psicología, Lic. Jorge Biglieri -repudiadas desde colegios de psicólogos y ámbitos académicos-, en base a mediciones de un “observatorio de psicología social aplicada”  de reciente creación, que ha comprobado que la sal es salada por responsabilidad del salero, o dicho en términos de la metodología tautológica implementada, que a medida que se prolonga el salero, perdón la cuarentena, aumentan los padecimientos mentales.

 

Buenos Aires, 15 de julio de 2020

*Psicólogo – Psicoanalista

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