Es posible que se apruebe en el Congreso el acuerdo con el FMI, logrando dar un paso para resolver, dentro del sistema, una deuda extraordinaria contraída por el gobierno anterior, pero el gobierno está contra las cuerdas y lo que viene mostrará su capacidad para evitar los golpes directos o indirectos.
Por Ricardo Rouvier*
(para La Tecl@ Eñe)
Es posible que se apruebe en el Congreso el acuerdo con el FMI, logrando dar un paso para resolver, dentro del sistema, una deuda extraordinaria de nuestro país con el organismo meses después de haber convenido con la deudores privados. Eso nos pondría, según se dice, en el sendero de la recuperación económica.
Firmar ese entendimiento es aceptar una real amenaza sobre nuestra economía y sobre nuestra ya complicada realidad actual; pero evita caer al abismo. En este dilema estratégico, donde lo mejor es lo menos peor se alinean las fuerzas políticas nacionales en pos de ganar poder en la coyuntura, según su propia argumentación sobre la crisis.
La cuestión atraviesa los tres estamentos del oficialismo: el Gobierno, el Frente de Todos, y el panperonismo; frente a esto, la coalición opositora tiene la parte menos compleja. En la dialéctica de las fuerzas políticas, la situación del oficialismo en una coyuntura compleja, hace más cómoda la actitud de la oposición que observa lo que pasa, cuando su adversario no puede constituir un mismo bloque de opinión.
Hay dudas en parte de la dirigencia política y en el propio FMI; si una vez aprobado, vamos a cumplir con la carta de intención. Algunos interpretan que este protocolo gana tiempo para diferir lo más grueso hacia el futuro, y que en el futuro hay que volver a sentarse con el acreedor. Antes del 22 de marzo la Argentina deberá saldar un vencimiento con el organismo de US$ 3.200 millones. Sumando todo el año, se debería pagar más de US$ 19 mil millones, monto que supera con amplitud el nivel de divisas disponibles. El futuro es una palabra cargada de incertidumbre, y la coyuntura ocupa todo el escenario.
El acuerdo comprende un plazo de dos años y medio y se fijan metas fiscales monetarias, inflacionarias y del tipo de cambio (se promete que no habrá un salto devaluatorio), durante el cual el FMI hará revisiones trimestrales de las metas acordadas y entregará el dinero que nuestro país utilizará para cancelar el stand by contraído por el gobierno de Macri; y además, fortalecer las reservas.
Este tema del control de gestión es subrayado por el kirchnerismo, enfatizado repetidamente por CFK cuando menciona la independencia del Fondo al decidir el pago total anunciado el 3 de enero del 2006 por Néstor Kirchner (Página/ 12 tituló : “Cuando la Argentina le dijo chau al FMI”). En realidad, seguimos siendo socios del Club; el logro fue evitar el control periódico. Esta acentuación que el kirchnerismo hace se articula con la visión ideológica que percibe al mundo desde la vigencia de la guerra fría.
El entendimiento promueve en forma directa o indirecta una serie de ajustes. Esta es una palabra clave en la bifurcación política del Frente que involucra diferencias sobre un incremento de tarifas e impuestos (se discute dentro del gobierno sobre cuál o cuáles bolsillos van a caer estas imposiciones, pero hay una mirada focalizada sobre el gran patrimonio y las retenciones), la revisión de los regímenes especiales previsionales (quedando afuera, según aclaró el propio Presidente, el régimen docente) y recortes que involucran presupuestos provinciales. No obstante, el menú a la carta presupone frentes de conflicto con los diversos sectores. Está sobre la mesa la económica y la cuestión política que consiste en el pago de los costos en la opinión pública que verá más limitada sus posibilidades.
El escenario comprende el condicionamiento múltiple y diverso: nacional e internacional, en que la inestabilidad de las variables nos afecta, sobre todo en el impacto que pueda tener en los precios de algunos bienes provenientes de las importaciones o la tenacidad de nuestra propia inflación. Habría un futuro mejor, para nosotros, en cuanto la balanza comercial y la posibilidad de acumular los dólares que permitan sostener al circuito que involucra a la exportación, por un lado, y a los recursos necesarios para mantener el nivel de actividad de la industria por el otro. Lo negativo sería, entre otras cosas, el incremento del precio del gas y el petróleo (incide el conflicto en Ucrania) y la desaceleración del Brasil.
Las presunciones sobre el resultado del PBI nacional en este años no son coincidentes: el Banco Mundial prevé un crecimiento de un 2,6%, pero hay otras previsiones del Ministerio de Economía más optimistas a partir del arrastre del 10% del año pasado más la recuperación de las economías regionales, la reactivación de la construcción y otras ramas.
No sabemos cuánto afectará lo contextual en el crecimiento, pero los caminos del desarrollo parecen obturados. La lógica política de Alberto Fernández en su versión “posibilista” es negociar, persuadir, buscar la flexibilización del FMI y ganar tiempo ante obligaciones que comenzarían más fuertemente a dos años vista, y eso recaería en un gobierno que no sabemos de cual signo será, pero algunos creen que habrá castigo al oficialismo. Si todo sale bien al Presidente lo espera la reelección, cosa que por ahora parece muy lejana, y no solo por el humor del electorado sino por el propio Frente de Todos.
En cambio, el kirchnerismo apela más a la lectura ideológica de la realidad (su razón central es la ilegitimidad de la deuda y la representación del FMI como articulador hegemónico de la regulación del capitalismo global); por lo tanto, no comparte, desde antes de conocer o no el acuerdo, las políticas blandas del Ejecutivo y su Ministro de Economía. Es decir, que los más renuentes a este entendimiento dentro del Frente consideran que no se va a poder cumplimentar las obligaciones, además de anticipar un rechazo de la población a las restricciones que vendrán y eso se traducirá en la posibilidad o no de continuidad. Este sector no plantea públicamente un camino alternativo realista, salvo el deseo legítimo de que las consecuencias no caigan sobre el pueblo. Hay otros sectores del Frente (movimientos sociales, parte de la CGT, todos los gobernadores) que se advienen a que el camino adoptado es inevitable.
La densidad de poder de cada sector panperonista es en estos momentos limitada, y prevalece la lucha intestina entre fracciones, sin capacidad hegemónica. Agregando, por otra parte, que el gobierno desnudaría su propia debilidad si nos preguntamos qué pasaría si se rechazara el acuerdo en el Congreso.
La pregunta que surge es sobre la estabilidad y relación de los estamentos del poder entre sí. El silencio de CFK y la renuncia de Máximo Kirchner tienen un punto en común: no creen en lo que el gobierno ha encarado. Se puede escuchar detrás de estas conductas algo así como: “yo les avisé” respecto a las eventuales consecuencias del acuerdo. Ahora se negocia para obtener el quórum, y una mayoría que habrá que construir sobre los ausentes, los que se abstengan y el voto positivo. El voto parcial de la coalición opositora, que desnudó su incapacidad de autocrítica por la obligación contraída, va a acompañar al gobierno, y que tampoco es la dirección política de la sociedad.
En el recinto los legisladores que no pueden modificar lo escrito, van a producir diversas catilinarias contra el FMI y contra el gobierno de Macri, y contra el gobierno actual. Ante lo cual el Presidente y el Ministro de Economía seguirán encarnando una moderación a la que se le trata de contrarrestar desde Vicentin a la fecha. No sabemos cómo van a procesar los distintos sectores sus propias contradicciones; por ejemplo, qué va a hacer el oficialismo cuando se desnude el ajuste, o cuando la oposición plantea que no aprobarán el acuerdo si suben los impuestos; y los impuestos van a subir.
Una buena parte del recetario es conocido, como la actualización tarifaria (se discrepa en el oficialismo sobre proporciones, segmentaciones y cronograma), incrementar la carga tributaria, emitir moneda o colocar bonos y tratar de alcanzar nuevos créditos de organismos internacionales, ahora con el aval del organismo. Según se afirma, no habrá formulación de reformas estructurales en forma directiva del FMI; cosa que pertenece solamente al debate soberano. Pero una gran noticia sería que se movilice la política nacional, estimulada por la dirigencia para discutir lo que está ausente o comprimido en el consignismo.
Queda para la historia la controversia sobre si este entendimiento habría que haberlo buscado al principio de la pandemia y no al final. Inclusive, para detener el sinfín de los intereses que se van acumulando durante las cuarentenas continuas. Las presiones por izquierda y por derecha son previsibles considerando un gobierno que quiere expresar el centro y que pretende la consolidación de la centralidad presidencial. Obviamente, el poder bicéfalo no es conveniente y termina achicando a las dos cabezas.
El esmerilado de la figura presidencial ha sido constante desde el principio de su mandato (oposición más fuego amigo), llegando inclusive a la injuria.
Esto confirma algo que está en la naturaleza de la coalición; se buscó exitosamente un resultado electoral apelando a un aspirante potable para agregar votos del no kirchnerismo. Pero, no es o no llegó a ser una coalición de gobierno, porque fue capturada desde el inicio por las interpelaciones cruzadas, en voz alta o silente. La balcanización del Estado nos pone muy lejos de la “unidad de concepción”, y Perón es una cita remota.
No habrá victoria de las diversas fracciones dentro del Frente mientras el debate sea entre élites. No es el pueblo, tan abstractamente mencionado, el que oficia de juez, salvo sus sentencias electorales.
Se buscó, en esta oportunidad, consultar con el Congreso como un gesto democrático, abriendo el debate. La posible aprobación no será a libro cerrado y hay mucha movida previa al ordenamiento de la votación incluidas operaciones comunicacionales. La coalición opositora se mantiene en un segundo plano de observación de lo que pasa, considerando que la disputa en la vereda del oficialismo hace a la depreciación electoral. Y si acompañan a la bancada del voto positivo al acuerdo, en parte también lo hacen porque disuelven parcialmente su autoría en este crédito. Por el momento la interna de la coalición opositora está reprimida pero no disuelta. Los halcones y las palomas se mantienen detrás de las cortinas mientras van armando equipos para volver al gobierno.
El gobierno está contra las cuerdas, y lo que viene mostrará su capacidad para evitar los golpes directos o indirectos. Una aprobación del Congreso no termina con las discrepancias ni modifica la controversia sobre los modelos de país que la política y en particular el peronismo eluden debatir.
Buenos Aires, 23 de febrero de 2022.
*Lic. en Sociología. Profesor Universitario. Titular de R.Rouvier & Asociados.