En esta nota Daniel Rosso plantea la necesidad de poner sobre la superficie del debate público la relación de los procesos de concentración y centralización de las telecomunicaciones y las TIC, con las nuevas sociedades de la aceleración, los individualismos, los desechos invisibilizados y los tiempos superpuestos de explotación del trabajo y extensión de los espacios de consumo que se construyen a partir de esas infraestructuras.
Por Daniel Rosso*
(para La Tecl@ Eñe)
Clarín versus Milei
El anuncio de la compra de Telefónica de Argentina por parte de Telecom, controlada por el Grupo Clarín, sacudió el mercado de las Telecomunicaciones y Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC) en el país. Las dos compañías reúnen más del 60% de lo que recaudan las comunicaciones móviles, el 45,3% de la conectividad fija a internet, el 79% del servicio básico de telefonía y el 41% de la TV de pago, según datos del Global Media and Internet Research Project citado por Martín Becerra en “Milei contra el monopolio de Clarín” en El DiarioAR. El gobierno reaccionó denunciando la operación como monopólica.
En otra nota publicada en La Tecl@ Eñe, Luis Lázzaro sostiene que “el hecho consumado por Clarín desafía la expectativa del gobierno de Javier Milei de avanzar por su cuenta en la reconfiguración del escenario comunicacional a partir de socios internacionales (Starlink entre ellos) y de aliados locales, como el grupo Werthein (DIRECTV, Sky, TyC), que le permitirían disputar los nuevos mercados tecnológicos, vinculados con la conectividad, la IA, las redes sociales y el 5G. En el tire y afloje entre estos espacios de poder se juega la suerte de los dispositivos de formación de opinión pública con sus lógicas consecuencias en términos de la salud democrática”.
En este marco, el grupo Clarín y el gobierno libertario se enfrentan por imponer los actores que lideren la concentración y la centralización del capital en las telecomunicaciones y las TIC. Pero se trata de una disputa más general: las distintas fracciones del capital confrontan por el control de las nuevas sociedades tecnofeudales. No es sólo un debate sobre monopolios o posición dominante: es la discusión sobre quién controla el conglomerado estratégico donde se establecen las bases materiales de las nuevas sociedades de la aceleración.
La búsqueda de la aceleración constante
La alianza entre el capital financiero, el capitalismo de plataformas, las telecomunicaciones y las TIC se sostiene en una búsqueda común: la mayor velocidad de circulación. Nace así una sociedad nómade en la que la valorización financiera se superpone con la aritmética de los movimientos: la economía de las cifras en los tableros electrónicos con la economía de los datos personales en las superficies digitales. En esos escenarios, la ansiedad ilimitada de los ciudadanos es la contribución de su mundo emocional al movimiento de la historia.
El objetivo buscado por la concentración y centralización del capital en las telecomunicaciones y las TIC es la aceleración constante. No es sólo un modelo de rentabilidad ampliada: es el control de parte de la infraestructura sobre la que se diseña este nuevo modelo de sociedad de la aceleración. De allí que ese capital tecno financiero opera sobre los ciudadanos cuando estos vagabundean por las superficies digitales o consumen monedas sin cuerpos en aparatos inteligentes a los que se apegan como a un corazón metálico.
En simultáneo, la valorización financiera excede la colonización de la economía para extenderse a la totalidad del mundo de la vida: la financiarización actúa como un lenguaje expansivo.
El individualismo una forma ideológica
La nueva economía de plataformas nace allí donde “se rentabiliza la información que compartimos al vincularnos”, sostiene Ariel Gurevich en “La Vida Digital. Intersubjetividad en tiempos de plataformas sociales”. Es decir: mientras se producen los datos en el interior de las relaciones personales. Lo social es al mismo tiempo un vínculo y un espacio de monetización. En la conexión con los otros y otras hay millones de peajes con rentabilidades al paso. Lo social es anexado por el intercambio mercantil y, en simultáneo, replegado para ceder espacio al individuo neoliberal.
Las nuevas derechas promueven el individualismo como la forma ideológica del individuo. Debilitado lo social, lo que se impone son sujetos expansivos y sin empatía que ejercen la crueldad o la indiferencia. Expresan un pensamiento que, como el de Javier Milei, es una anti sociología: la idea de individuos en creciente soledad que priorizan las conexiones digitales monetizadas. En esta perspectiva, mercado y sociedad son entidades superpuestas.
Los desechos invisibilizados
El individualismo actual es un producto perfeccionado por la aceleración digital. En ese sentido, Milei es mucho más peligroso por la sociedad que diseña que por su síntoma. Porque intenta transformar lo social en un campo de batalla entre sujetos expansivos y violentos. Busca diseñar una sociedad para la libre circulación de los depredadores.
La alianza entre el capital financiero, el capitalismo de plataformas y las telecomunicaciones lideradas por las nuevas derechas, como lo es Milei en la Argentina, encarnan un modelo de distribución regresiva de emociones y culpabilidades. En la esfera pública hay estigmatizados, vulnerables y culpables: todos ellos son responsables por su propia debilidad, su desamparo y fragilidad. Son culpables invisibilizados. Ante ellos, el resto de la sociedad tiene el derecho a la indiferencia: está exceptuada de ingresarlos en su campo de visión. Son desechos invisibilizados: la contracara del mercado de las miradas en los espacios digitales.
Los cambios en la administración del tiempo
La sociedad es una métrica donde se diferencian distintas formas de plusvalía. Hay cada vez fragmentos más pequeños de atención en fragmentos cada vez más pequeños de tiempo. La sociedad de las redes es dependiente de las miradas. Pero se trata de miradas que se fragmentan, aceleran y miniaturizan en unidades de tiempo cada vez más fugaces. La mayor velocidad de circulación conduce a la brevedad, la dispersión, la aceleración y la fuga. Lo que instaura el nuevo sistema tecno digital es un radical cambio en la administración del tiempo: en lugar de linealidad lo que irrumpen son tiempos acelerados y superpuestos. Por eso, además de plusvalía absoluta hay una radicalización de las plusvalías relativas: las que genera la aceleración de los tiempos, las que produce el multitasking con sus tiempos superpuestos y las derivadas de la ampliación del valor de uso de los tiempos muertos o no utilizados en diversas velocidades.
Paula Sibilia en su libro “Yo me lo merezco. De la vieja hipocresía a los nuevos cinismos” recuerda a Reed Hastings, cofundador y director de Néflix, cuando lanzó su idea de “competencia contra el sueño”, esa “enorme reserva de tiempo” disponible para colocar allí el visionado de gran cantidad de productos audiovisuales. Es decir: el sueño como un espacio que el mercado podría conquistar como tiempo de consumo de series y películas.
“Sumando las horas de actividades multitarea de una persona en nuestro tiempo la jornada es de 31 horas, calcula Bifo Berardi, de las cuales sólo 6 horas y media se dedican a dormir”, cita Sibilia. El multitasking es una modalidad de ampliación del tiempo: en este caso ya no es el tiempo lineal que propuso utilizar el director de Néflix, sino el uso del tiempo en varias líneas superpuestas. Tiempos de producción y tiempos de consumos que también tienden a superponerse.
La ley del desarrollo desigual y combinado
Sobre el movimiento intenso de las distintas fracciones del capital en sus desplazamientos globales, se elevan los cimientos de otro tipo de sociedad que tiende a superponerse con las viejas tramas del subdesarrollo y la dependencia en los países periféricos y neocoloniales. La Ley del Desarrollo desigual y combinado que alguna vez formuló Trotsky tiene plena vigencia. La concentración y centralización del capital en las telecomunicaciones y las TIC requiere de discusión. También, como bien plantea Florencia Saintout en otro artículo aparecido en La Tecl@ Eñe, es imprescindible seguir debatiendo la relación entre esa concentración y centralización y el debilitamiento de la democracia: “La concentración mediática, entonces, pone en peligro a la democracia. Lleva a que unos pocos, que poseen el control de los medios, le den forma a lo que entendemos por opinión pública. Lejos de ser plural y diversa, pasa a ser el reflejo de los intereses de unos pocos. La información deja de ser un espacio de intercambio y debate para convertirse en una herramienta de poder que refuerza la desigualdad y limita la participación ciudadana”.
En esta nota estamos planteando un tercer enfoque complementario: la relación de estos procesos de concentración y centralización con las nuevas sociedades de la aceleración, los individualismos, los desechos invisibilizados y los tiempos superpuestos de explotación del trabajo y extensión de los espacios de consumo que se construyen a partir de esas infraestructuras. Y la urgencia de llevar estos debates a la esfera pública antes de que ella desparezca.
Buenos Aires, 7 de marzo de 2025.
*Sociólogo, periodista y director de AM530.