En nuestro país se oculta una realidad dolorosa y cruel: el trabajo infantil. Niños y niñas, marginados de su derecho a una infancia feliz, se ven obligados a trabajar en condiciones inhumanas y peligrosas. Claudio Altamirano afirma que la erradicación del trabajo infantil no es solo una obligación moral, sino una prioridad para construir un porvenir más justo y humano.
Por Claudio Altamirano*
(para La Tecl@ Eñe)
En nuestro país, como en muchos rincones del mundo, se oculta una realidad dolorosa y cruel: el trabajo infantil. Niños y niñas, invisibles y olvidados, marginados de su derecho a una infancia feliz, se ven obligados a trabajar en condiciones inhumanas y peligrosas. ¿Acaso lo que no se ve no existe?
Son los nadies, condenados a una vida de supervivencia diaria, que desde temprana edad se ven forzados a trabajar en el campo sin recibir un salario digno ni poder reclamar sus derechos. Su poder adquisitivo devaluado no les permite acceder a los alimentos esenciales, convirtiéndolos en víctimas de un sistema que los explota. Niñas, niños y adolescentes pobres que trabajan en ambientes insalubres y peligrosos, arriesgando su salud y su futuro. Esta situación es el resultado de una injusta distribución de la riqueza, que mantiene la marginalización y condena a los más vulnerables a la explotación.
Es fundamental reconocer que el trabajo infantil no afecta a todos por igual. La discriminación basada en clase social, etnia o condición migratoria agrava la situación para grupos vulnerables, como las niñas indígenas o las niñas y niños de familias migrantes.
Las niñas, además de trabajar, asumen responsabilidades en el hogar, limitando su tiempo para la educación y el juego. El documental “El futuro ¿será para todos?” denuncia esta problemática y su impacto en el rendimiento escolar. A través de historias como la de Estela, una niña que pregunta: “Voy a 4° B, me encanta la escuela ¿está mal?», el documental nos invita a reflexionar sobre las complejas vinculaciones entre género, trabajo infantil y educación, mostrando cómo estos factores afectan el desarrollo y el bienestar de la niñez.
Las familias, atrapadas en una espiral de pobreza, ven a sus hijos sacrificar su educación y su niñez para ayudar en la subsistencia. Las cifras oficiales y los informes burocráticos no reflejan la angustia de estas infancias vulneradas, excluidas de una sociedad que prioriza el lucro y desestima la justicia social.
La causa de estas injusticias se encuentra en un modelo de producción que no valora el medio ambiente ni la vida humana y que prioriza el beneficio económico por sobre la dignidad y los derechos de los más vulnerables. El trabajo infantil es una problemática global que afecta a millones de niños y niñas en todo el mundo. Según la OIT y Unicef, actualmente hay 160 millones de menores de entre 5 y 17 años trabajando, y casi la mitad de ellos realizan labores peligrosas. A pesar de los Objetivos de Desarrollo Sostenible que buscan erradicar esta situación para el año 2025, se proyecta que aún habrá 140 millones de niños trabajando en esa fecha. Esta realidad subraya la urgencia de tomar medidas efectivas a nivel nacional e internacional para proteger los derechos de la infancia.
Sin embargo, las medidas adoptadas por el gobierno que asumió el 10 de diciembre de 2023 están claramente orientadas a desencadenar una catástrofe socioeconómica. La reducción del gasto público en educación y salud afecta directamente a la niñez pobre. La eliminación de programas sociales que brindaban asistencia a familias de bajos ingresos ha aumentado la presión económica sobre éstas, forzando a más niñas y niños a integrarse a la fuerza laboral para contribuir al sustento familiar. Como se ha evidenciado en crisis previas tanto en Argentina como en otros países, esta situación conlleva inevitablemente a un incremento dramático en la explotación laboral de infancias y adolescentes.
Unicef estima que siete de cada diez niños en Argentina viven en la pobreza, ya sea por carencia de recursos económicos o privación de derechos básicos como vivienda, educación o salud. Este panorama afecta a aproximadamente 8,6 millones de niños y adolescentes, con un 31% enfrentando pobreza en ambas dimensiones. La situación se agrava con el incremento acelerado de la pobreza e indigencia, que afecta a más de siete y dos millones de menores respectivamente, desde 2017. En una Nación donde alrededor del 70% de su niñez vive en la pobreza, es la falta de recursos económicos la que obliga a muchas familias a recurrir al trabajo infantil para sobrevivir, limita el acceso a necesidades básicas como la educación y la salud, empuja a las niñas y niños a trabajos peligrosos e informales, consolidando un ciclo de marginación y explotación.
La Universidad Católica Argentina (UCA) proyecta que la pobreza podría alcanzar el 60% en marzo, según el Observatorio de la Deuda Social. Agustín Salvia, su director, advierte sobre un posible estallido social debido a la inestabilidad económica y al crecimiento de la pobreza. El gobierno de Milei, con sus políticas anarcocapitalistas, está agravando la desigualdad y la precarización. La casta de Milei no la ve.
La solidaridad es fundamental para erradicar el trabajo infantil. Es la necesidad absoluta e ineludible de la solidaridad lo que nos impulsa a actuar en conjunto para construir un mañana donde todas las niñas y niños disfruten su infancia. A través del esfuerzo colectivo y empático, debemos abordar los problemas que afectan a los más vulnerables, uniendo fuerzas para promover el cambio y la justicia social.
Las políticas del gobierno anarcocapitalista de Milei, que incluyen recortes en servicios sociales y desregulación del mercado laboral, están exacerbando la desigualdad y la precarización. Estas medidas aumentan la vulnerabilidad de las familias pobres, obligando a sus hijas e hijos a trabajar en condiciones aún más precarias y peligrosas, prolongando el ciclo de pobreza y explotación infantil.
Este sistema, que perpetúa la explotación infantil, queda invisibilizado debido a la desatención de ciertos medios de comunicación. En lugar de informar, educar y denunciar, estos medios priorizan el rating y optan por ignorar la situación. Sin embargo, su rol debería ser promover acciones para erradicar el trabajo infantil, protegiendo así los derechos fundamentales de las infancias
Para revertir esta situación, documentales como «Tareferos» y «Tabacaleros» testimonian, en primera persona, la cruda realidad del trabajo infantil en la agricultura. En «Tareferos», se muestra cómo niños y niñas trabajan largas horas en los yerbatales, soportando condiciones climáticas extremas y sin acceso a servicios básicos. En el cultivo de la yerba mate, conocido como tarefa, la alta precarización e informalidad laboral fomentan el uso de mano de obra infantil y adolescente. Sandra, de 11 años, trabaja largas horas en los yerbatales para ayudar a su familia. «Quiero ir a la escuela, pero no puedo dejar de trabajar», dice con tristeza. «Trabajamos de día para comer a la noche».
Por otro lado, el documental «Tabacaleros» revela la exposición de las niñas y niños al tabaco y a productos químicos tóxicos, poniendo en riesgo su salud a corto y largo plazo. Los tabacaleros, que solo reciben un ínfimo porcentaje del valor de su producción, relatan cómo en tiempos de cosecha «no hay feriados, no hay domingos». Estas historias, con sus hijos pequeños ayudando en tareas peligrosas como la manipulación de hojas de tabaco impregnadas de pesticidas, reflejan la desesperanza y la necesidad de estas familias.
Estas producciones nos confrontan con la vida de infancias y jóvenes que, en lugar de estar en una escuela, pasan sus días trabajando arduamente para apenas poder comer. Niñas y niños que no son vistos como sujetos de derechos, sino como manos pequeñas para la labor.
Como educador y documentalista, he intentado visibilizar esta injusticia para generar conciencia crítica en nuestra sociedad, promoviendo la empatía y la solidaridad. La educación, como componente estratégico, debe abordar las situaciones de vulneración de derechos y problemáticas ambientales. Debemos trabajar para cambiar los patrones de producción y consumo que sostienen la explotación y el saqueo.
La erradicación del trabajo infantil no es solo una obligación moral, sino una prioridad para construir un porvenir más justo y humano. La responsabilidad del Estado, de acuerdo con la Convención sobre los Derechos del Niño, es garantizar los derechos de la infancia, asegurando que cada niño y niña pueda vivir, crecer y desarrollarse en un entorno seguro y saludable. En Argentina, el trabajo infantil está prohibido por la legislación laboral y se considera un delito penal. La Ley 26.727 establece el Régimen de Trabajo Agrario, que prohíbe específicamente el trabajo infantil y establece modalidades de protección para los trabajadores agrarios
Es imperativo que el gobierno tome medidas efectivas para proteger a los sectores más vulnerables de la sociedad. La educación, la salud y el bienestar de las niñas, niños y adolescentes deben ser prioridades absolutas en la agenda política, para construir un futuro más digno. El trabajo infantil constituye una violación de los derechos de la infancia, perjudica su bienestar y es dañino para su desarrollo integral.
Al invertir en el bienestar de la infancia, estamos invirtiendo en el futuro de nuestra sociedad. Debemos asegurar que la única labor de nuestros niños y niñas sea aprender y jugar, no trabajar para sobrevivir. La escuela debe ser el único lugar para nuestros jóvenes, un espacio de esperanza y desarrollo, no de explotación y sufrimiento.
Como escribió uno de nuestros máximos poetas, Armando Tejada Gómez:
Es honra de los hombres proteger lo que crece,
cuidar que no haya infancia dispersa por las calles,
evitar que naufrague su corazón de barco,
su increíble aventura de pan y chocolate
poniéndole una estrella en el sitio del hambre.
De otro modo es inútil, de otro modo es absurdo
Ensayar en la tierra la alegría y el canto,
Porque de nada vale si hay un niño en la calle
En un mundo donde prevalece la indiferencia y el silencio, es nuestro deber como educadores y ciudadanos alzar la voz por aquellos que no pueden hacerlo. Porque lo que no se ve, también existe, y es nuestra responsabilidad sacarlo a la luz y combatirlo. Cada uno de nosotros debe asumir un rol activo en la denuncia y erradicación del trabajo infantil, promoviendo cambios estructurales que aseguren una vida digna para todos las niñas y niños.
La Universidad Nacional de José C. Paz (UNPAZ) ha lanzado el “Ciclo Miradas de Infancias”, un espacio de reflexión sobre la relación entre la niñez y la escuela. El objetivo es fortalecer los derechos de niñas y niños en respuesta a los desafíos actuales. En el marco de esta iniciativa, se llevará a cabo el tercer encuentro titulado ‘Infancias, Educación y Trabajo Infantil’ con motivo del Día Mundial contra el Trabajo Infantil. Durante este evento, se analizará el papel crucial de la escuela en la prevención y erradicación del trabajo infantil, así como las estrategias educativas para proteger a niñas y niños en situación de vulnerabilidad. Estas actividades buscan sensibilizar a la comunidad educativa sobre la gravedad del trabajo infantil y la relevancia de su erradicación.
Las fotos pertenecen al documental «¿El futuro será para todos?», de Claudio Altamirano.
Buenos Aires, 3 de junio de 2024.
*Educador, escritor y documentalista argentino.
2 Comments
Como siempre Claudio con las palabras acertadas en estos tiempos de políticas desacertadas para con nuestras infancias. Las palabras de Tejada Gómez lo dicen todo. Excelente
Muchas gracias, por tus palabras, Santiago!! Abrazo fraterno