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LA FIESTA DEL MONSTRUO – POR DIEGO TATIÁN

Saturno devorando a su hijo - Francisco de Goya.

Diego Tatián sostiene que si lo peor llegara a suceder, quedará organizar un común cuidado de lo que es frágil, o de lo que está vivo, e impedir su resquebrajamiento con acciones y con ideas más potentes que la truculencia de una motosierra.

Por Diego Tatián*

(para La Tecl@ Eñe)

Se amenaza con que los investigadores del CONICET pasarán a desempeñarse como inspectores de gallinas y aves de corral. La historia, sin dudas, no es escasa en ironías. Su predilección no es la superación de lo ominoso sino su retorno. El retorno de algo familiar y sin embargo extraño. El retorno de lo que en realidad nunca dejó de estar ahí, solo provisoriamente contenido por obra de la política.

La ostentación de brutalidad, la prepotencia hacia los y las demás, el desprecio por el trabajo científico, el regodeo anti-intelectual en la ignorancia y la abominación de la cultura en tanto motivos de seducción política no es algo novedoso en la casta millonaria. Sin embargo, presenta cada vez singularidades propias. Que en este caso provengan de alguien que dice pregonar ideas liberales pero adopta el emblema de una motosierra para imponerlas, puede ser comprendido como un avatar tardío de la recurrente “fiesta” que la violencia augura a quienes le tributan su deseo (“los salvajes unitarios están de fiesta”, escribía José Hernández tras el asesinato del Chacho en Olta). Una fiesta que la historia conjuga con lo más oscuro una y otra vez.

El empuñamiento de una motosierra reescribe “La fiesta del monstruo”, sólo que esta vez -a diferencia del injusto cuento que Borges y Bioy escribieron en 1947, con epígrafe de “La refalosa”- sin ninguna inocencia del mal. Cuarenta años de democracia disipados sin más en la desembocadura de un adminículo de destrozo (cómo no pensar en el macabro film de Tobe Hooper sobre la masacre de Texas, traducido en la Argentina como “El loco de la motosierra”). Y todo convertido en merchandising preelectoral: motosierras de juguete que los padres regalan a sus hijos; un muñeco de pelo revuelto que porta el arma amarilla en pleno paseo público, junto al que los transeúntes se fotografían divertidos, o que se venden en tiendas de baratijas en versión pequeña. ¿Qué cifra la amenaza con una motosierra, festejada con incontenible ludibrio por miles de personas? Las grandes violencias de la historia suelen estar precedidas por una extendida banalidad, que sólo cuando lo peor ha sucedido se revela en su espesura.

Al igual que en el injusto -y extraordinario- cuento escrito en cocoliche por Borges y Bioy, tampoco en esta fiesta que la historia reescribe en nuestros días de manera invertida se sabe quién es el monstruo: el hombre que blande una motosierra con gestos de ferocidad o los miles que desalentados, desesperados o regocijados en su cinismo, se sienten estimulados -o vengados, o expresados en su deseo de castigo, o aun esperanzados- por la violencia prometida.

Si lo peor llegara a suceder -si la crueldad encuentra, otra vez, condiciones para su desencadenamiento y su manifestación como en tantas ocasiones antes-, quedará organizar un común cuidado de lo que es frágil, o de lo que está vivo, e impedir su serramiento con acciones y con ideas más potentes que la truculencia de una motosierra, y de sentido contrario.

En tanto, urge hacer crecer y prosperar una “fuerza de la no violencia” que sea capaz de reconocer y explorar otras formas de revertir la adversidad material en la que se hallan sumidas tantas personas. Las medidas de reparación económica recientemente implementadas por el gobierno argentino -tardías y acaso motivadas por el apremio electoral- indican un rumbo que debió haberse tomado mucho antes, para que “las promesas incumplidas de la democracia” no troquen en abismo y destrucción.

Será tarea de la tradición nacional-popular -tantas veces reducida a la “barbarie” por las clases dominantes- conservar la posibilidad de que todo sea de otro modo: evitar la caída libre en el deterioro sin fondo de quienes menos tienen; resistir el despojo de derechos que sume al trabajo material y a los trabajadores en la precariedad de la anomia; rebatir un destino de inspección de gallinas para quienes trabajan en el desarrollo de la ciencia pública.

Córdoba, 4 de octubre de 2023.

*El autor es investigador del Conicet y docente de la UNSAM.

1 Comment

  1. albertina dice:

    Alerta imprescindible, repaso indispensable

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