ENTREVISTA AL POETA VICENTE MULEIRO – POR JORGE BOCCANERA

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ENTREVISTA AL POETA VICENTE MULEIRO – POR JORGE BOCCANERA

Foto: Gentileza-Vicente Muleiro

A la caza de lo súbito, lo fugaz, lo instantáneo.

Jorge Boccanera entrevistó para La Tecl@ Eñe al poeta y periodista Vicente Muleiro, quien publicó recientemente su octavo libro de poesía titulado La mueca de tu afán.

Por Jorge Boccanera

(para La Tecl@ Eñe)

La aparición reciente del último libro de Vicente Muleiro, La mueca de tu afán, es la excusa para entrevistarlo por una obra poética dedicada a “cantar las amorosas furias” con distintos tonos –de la voz apesadumbrada a la celebración- y con numerosos libros editados desde 1978, entre ellos: Para alguien en el mundo estamos lejos, El árbol de los huérfanos, Ondulaciones y Los goliardos.

La escritura de Muleiro, ramificada en forma profusa hacia la narrativa (cinco novelas), el periodismo, la dramaturgia, el ensayo, la biografía y el relato infanto-juvenil, se reconoce, como ha dicho el mismo autor en un diálogo pasado, en los géneros que “priorizan la dimensión poética del lenguaje”.

En La mueca de tu afán reinstala un fraseo de ritmo sostenido con visos de confidencia, expresado en textos breves con predominio del tono coloquial, derivas a juegos de sentido, lucha de opuestos, ironía, imágenes visuales, disloque tipográfico y apuestas verbales que pasan por términos ensamblados, modismos y locuciones populares,

Sin tratar circunscribir la complejidad de una poética en apenas un par de rasgos, podría decirse que una de las facetas de su obra conecta justamente con el término “mueca” que figura en el título de su último libro y que remite a guiño, expresión, visajes, y por ende a lo súbito, lo fugaz. Ya en un poema de su libro El árbol de los huérfanos –uno de sus títulos más logrados- daba secuencias numeradas de un extenso poema recortado en escenas mínimas, a la vez que anota el verso que con una pequeña variante utilizará para su poemario reciente. Escribe: “Fijar un solo rostro de los que pasan tras/ las ventanillas. Tan solo uno y la pequeña mueca de su afán// El tren marchaba en cámara ligera…”.

En definitiva, un libro recorrido por un hablante, un cazador de ademanes; el flaneur que recorre la ciudad semblanteando a sus personajes para captar ese gesto minúsculo, apenas perceptible, ínfimo, tras el que serpentean retazos de vida.

-Jorge Boccanera: Si Los goliardos de 2014, estableció una ruptura con tu producción anterior en términos de clima emocional –una especie de salto entre la bruma nostalgiosa de los inicios al humor zumbón de lo celebratorio-, da la  sensación de que La mueca de tu afán se instala entre ambas instancias; la ironía a ratos amarga y el tono del festejo, ¿lo ves así? 

-Vicente Muleiro: Sí: el clima emocional de mi poesía oscila casi como mi ánimo o como la visiones de y sobre mi entorno familiar, amistoso, social, visiones y sensaciones que nunca son fijas. Pero aquella decisión de tomar a los goliardos que se proponían transgredir en la reglamentada Edad Media da cuenta de una opción por la celebración y el festejo. Me gusta pensar de vez en cuando sobre aquel libro presuntamente perdido de Aristóteles donde se daba de bruces con su edificio lógico para decir que, al fin, la salvación estaba en la risa. No llego a esa otra forma de decepción que sería la comicidad y la ironía permanentes. Pero sin humor estaríamos en un laberinto eterno, arrinconados por el minotauro. El clima de La mueca de tu afán vuelve a la oscilación  pero está escrito sobre el final de la pandemia de Covid, a partir de cierta necesidad de respirar tras el encierro.

-JB: En tus libros se mueven personajes –el maratonista, el nadador, el silbador, el viejo surfista, el jinete, el goleador, el temulento, el resistente-, que parecen repetir el paso de Sísifo, apostando a una meta que vuelve a ser un punto de partida…

-VM: A veces es Sísifo penando hasta la eternidad, pero a veces intento que Sísifo se harte de estar dentro del fatalismo del mito, confunda la roca con una pelota de fútbol y la arroje de una patada contra el sol. Volver a levantar la roca para que se desbarranque no puede ser el mandato occidental que se pretende, hay que completarlo con su reverso. En cuanto a los personajes, me sirven para dar cuenta de ambiciones, tensiones, fracasos. Un pescador pesca el sol e ilumina el mundo o al menos un poema; el goleador retorna al esfuerzo y al sueño de marcar otra vez porque un deseo cumplido enseguida bosqueja otro. O sea que personajes y personajas andan por diversos caminos; lo que no puede faltar es la tensión vital.

-JB: Dentro de lo coloquial, tu poesía cruzada con imágenes visuales, se va trenzando el soliloquio de quien se visita en el espejo y merodea alrededor de una identidad; indaga sobre el sí mismo.   

-VM: Comencé a escribir en la adolescencia cuando la poesía había tomado nota de que la voz de la tribu no sólo tenía un qué sino también un cómo a indagar, revisar, aun para transgredir o para usarla de soporte de una respiración, una cadencia. Esa marca fue arrasadora pero se llegó a su saturación y a su abuso. Leyendo más, también entendiendo más, creo que el coloquialismo original fue limando sus aristas lo que no quiere decir que no hayan quedado ritmos, interjecciones y vocablos de una voz urbana que inevitablemente respiro y que, por supuesto, me interesa. Sé que se puede tomar por el camino contrario y sumarle también poesía al mundo, pero esa no es mi opción. Acaso el aprendizaje de la madurez consista en tener todos los instrumentos sobre la mesa y no absolutizar ninguno. Con el sí-mismo puede pasar aproximadamente algo parecido, pero escribir poesía es una causa personal –aunque tenga otras consecuencias- y la presencia del yo o del no-yo se nota inevitablemente. Siempre me pareció interesante una sentencia del psicoanálisis que sostiene: “el que dice, se dice”.

-JB: Permanece en La mueca de tu afán el texto a modo de instantánea; vislumbre abierto a partir de un roce con lo cotidiano, cavilaciones desatadas por un detalle entrevisto al pasar, un reflejo, la figura borrosas dibujada sobre el vidrio empañado. ¿Esto está ligado a la condensación de sentido?

-VM: Así es, a la condensación y a la fugacidad del sentido. Esta tendencia a la “instantánea” me acompaña desde la infancia cuando vaya a saber por qué me importaba indagar algo en la cara de quienes pasaban a mi lado y preguntarme, por ejemplo ¿qué tiene esa señora de la beba que fue? Uno de mis primeros ejercicios de escritura, a la búsqueda de trabajar textos breves, se tituló “Fotos movidas” y es una sección de mi primer libro publicado en 1978.

-JB: Considerando a la poesía como núcleo de tu labor literaria, ¿cómo crees que dialoga con los otros géneros que abordás?

-VM: Me propongo que la poesía, como primero y más grande amor, contamine los otros géneros que he trabajado y trabajo. En verdad, vos ves El zoo de cristal de Tenneessee Williams y está sostenido por la poesía; lees Los adioses de Onetti y sus puntos de vista descriptivos son poéticos; ensayos de Bachelard, de Steiner, entre tantos,  solicitan que sus razonamientos sean sostenidos por imágenes y metáforas. 

-JB: La mueca de tu afán, tu octavo libro de poesía editado, marca un tránsito que viene de lejos, ¿podrías explicar el modo en que se fue desarrollando el proceso de búsqueda formal y temática?

-VM: Creo que la temática transpira en el cuerpo, me integra. No siento exteriores el amor, la amistad, la dimensión social de la vida, la pregunta por la muerte. No me siento un escritor de saltos bruscos aun cuando en varios sentidos (tonos, géneros) pegue saltos. Me veo constituido por capas geológicas donde entran placas de política, de amor y desamor, de encuentros y desamparos, del camino que trazan las hormigas en el desierto o de la capacidad de las branquias del pez martillo.

-JB: Atilio Castelpoggi dijo en el prólogo a tu primer libro, Para alguien en el mundo estamos lejos, en el cual solés dialogar con Buenos Aires, que eras un “poeta ciudadano”, ¿te reconocés en esa consideración? ¿implica un decir ladeado, aporteñado?

-VM: Inevitablemente urbano. Hasta el punto de que mi pasión por el  mar o mi gusto por los espacios abiertos y la luz pura, que también aparecen en mis poemas, tienen estrictamente que ver con ese “lado B” que la vida urbana te pide. Pero me siento especialmente ciudadano porteño, no tendría ningún problema en que el Obelisco quede en el patio de mi casa. Y claro, eso influye en el decir, sin caer por eso en una guiñada fácil ni en sobreentendidos cómplices, es decir en el facilismo.

-JB: Cada obra remite inexorablemente a un contexto; así, tu primer libro aparecido en 1978, no puede deslindarse de la dictadura militar entronizada poco antes. Si bien es imposible homologar las experiencias, ¿cómo dirías que afectó a los y las poetas jóvenes que empezaban a mostrar sus producciones en esos años?

-VM: Lo primero que hay que decir es que la dictadura nos re cagó la vida, a los que sobrevivimos nos sometió a un repliegue o al exilio, para hablar sólo de los que vivimos para contarlo… Fijate vos nuestra generación: tener que replegarse a la edad justa en que lo que querés es desplegarte. Nada que celebrar de la oscuridad, ni el margen de fechorías y respiraciones que cada uno se supo conseguir. Eso sí, la secuencia temporal optimismo histórico-dictadura-muerte-democratización deficitaria, me dejó pegado a la política como un asunto estrictamente ligado al destino.

-JB: Es conocida tu vasta producción en los diferentes géneros que citamos antes y que suman más de 20 títulos, pero hay otra faceta tuya no tan conocida, la del crítico literario, la indagación en textualidades diversas; ¿te sigue interesando profundizar esa mirada crítica?

-VM: Escribí crítica literaria, notas culturales y un mar de bibliográficas. Pero la crítica ingresa también a la creación. Por ejemplo, ahora que estoy trabajando una obra teatral sobre Macedonio Fernández. También cuando me convocan a presentaciones o me acercan libros amigos y conocidos, la crítica resucita. Ahora ejerzo el periodismo cultural en radio. Es más amable porque sólo trabajo sobre lo que me entusiasma.

-JB: Alguna vez mencionaste entre tus vecindades literarias, lecturas e influencias, a poetas argentinos como González Tuñón, Olivari, Gelman y Giannuzzi, a los que sumaste al italiano Eugenio Montale y al español Antonio Gamoneda; ¿podrías contar brevemente qué te acercó a los textos de estos dos poetas?

-VM: Sí, esas son marcas fuertes, constitutivas, porque empecé leyendo poesía argentina y eso me marcó. Eugenio Montale me pegó en eso de dejar en suspenso hiatos de sentido a completar y en la interiorización del paisaje para tratar de exprimirle significado.

Llavallol, 2 de octubre de 2023.

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