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Variaciones sobre el miedo – Por Facundo Cardoso

El miedo conduce a la acción política, sostiene el periodista Facundo Cardoso. Además de la amenaza de un violento “irracional”, la frase “vas a empezar a tener miedo” puede ser leída como una invitación hostil a la política. Poco margen hay para rechazarla.

Por Facundo Cardoso*

(para La Tecl@ Eñe)

 

“Vas a empezar a tener miedo” es una declaración política. 

No converge con los sentidos que habitualmente se adhieren a la noción de institucionalidad, como “democracia”, “república” o “diálogo”. Pero eso no la hace menos política. Tampoco se reduce al odio aunque lo contenga. En ella podría haber más cálculo que desprecio. Interpretar la amenaza de la persona que agredió al móvil de C5N el 9 de julio pasado en el Obelisco como un intento de inmovilizar parecería correcto: la cobertura periodística se detuvo con violencia. ¿Pero qué sentido tiene anunciar la llegada de lo que ya está presente?

Si es correcto suponer que la legitimidad para un rol más protagónico del Estado que otorgaba la pandemia –a nivel mundial–, así como el nivel de aceptación de la figura presidencial, las iniciativas –impuesto a la riqueza, expropiación de Vicentín– y, sobre todo, la investigación del espionaje ilegal, pusieron en guardia a integrantes del entramado opositor, también es cierto que eso no los paralizó. Por el contrario, los motorizó: una serie de reacciones que nada impide imaginar coordinadas pronto se desplegaron ante la amenaza latente del populismo, cuya sustancia es la pérdida de poder de lo que no es popular. Es de esperar otras más, en línea con el anuncio de alguien que si bien no es un vocero oficial de la oposición, podría sin embargo expresarla. Así, el temor anunciado al otro en el Obelisco intenta conjurar el propio. Y lo logra. Es la fuga política hacia delante o, como se dice, con la vaguedad del caso, “jugar fuerte”. La idea de que el miedo paraliza debe ser, por tanto, matizada.

Pero no abandonada, dado que en sentido contrario sí parece haber funcionado y de ahí acaso una parte del malestar dentro del colectivo oficialista. Decir que el miedo se encuentra en la gestación de lo político y lo fundamenta es trivial desde Thomas Hobbes, quien –para ser breve y superficial– explica la necesidad del Estado por el peligro constante en el que los seres humanos vivimos sin él, cuando cada uno representa una amenaza para el otro. El artificio de lo político se justifica en ese miedo natural. Y en el más caro de todos: el miedo a la muerte. La “antropología negativa” de Hobbes y el fundamento poco romántico del Estado bastó para que sus contemporáneos y la posteridad sólo lo mencionen con el objeto de adjudicarse cierto realismo cínico en alguna tertulia y luego encontrar la forma solemne de exorcizarlo.

Pero el “monstruo de Malmesbury” está tan incorporado en la práctica como denostado en la retórica. Porque si bien el Estado surge para neutralizar esa relación de miedo recíproco entre hombres naturales, no es tan claro que la destruya; más bien la canaliza. El lawfare y la consigna de banderazos exigiendo que “la justicia decida” o los movimientos para que todo termine en Comodoro Py expresan que esa institución genera temor en unos y seguridad en otros. ¿Qué coyuntura de aprensiones, cálculos y roscas suscitará en el escenario republicano la reforma de la Justicia, ese bastión intimidatorio que además neutraliza expropiaciones? No lo sabemos, pero mediremos su densidad política por el temor que inspire en unos y otros. El esfuerzo académico y burocrático, así como también el genuino anhelo –sumado a cierta higiene personal– de poner el acento en la institucionalidad hacen por momentos olvidar que la República –esa democracia sin democratización– conserva el temor primigenio y lo impulsa, con otros niveles de complejidad.

No dispongo de la capacidad para un análisis profundo, pero quisiera aprovecharme de un rasgo del “miedo hobbesiano” que está en el fundamento de la política y en su devenir: no es el de las películas de terror. En principio, el cuco no está delante de mí. No necesariamente lo motiva el peligro concreto en el perímetro de la cercanía. Éste es el miedo que inmoviliza o me hace huir y que la historia argentina conoce muy bien. Tampoco se confunde con el odio; los seres humanos no se odian entre sí por naturaleza, sino que se temen, a causa de su poder natural. El temor que tiene en mente Hobbes es el de la amenaza mutua aun cuando todos los hombres estén durmiendo. Hablamos de “mal tiempo” cuando hay un cielo de nubes oscuras que todavía no llueven y cerramos la puerta de noche sin que estemos viendo un ladrón en la vereda de enfrente.

 

Thomas Hobbes | Leviatán

 

El miedo hobbesiano late en el futuro. Es el que siento, pero también el que voy a tener. Constituye un estado de alerta que activa la razón instrumental para evitar el mal que se aproxima y aún no percibo con los sentidos. Entre los medios que se me ofrecen, la posibilidad de inocular el temor a quien me lo provoca no es una excepción. Adelantarme al peligro es legítimo. Sentir miedo e inspirarlo son disposiciones demasiado humanas. También conduce a la acción política: la inferencia de que vivir bajo una institución conviene más a mi autopreservación y la necesaria articulación para tal fin, mediante un pacto con esos mismos que me inspiran temor. Este miedo no paraliza. Moviliza. Está más ligado al cálculo que al pavor. El temor está incorporado al cálculo. Es más: el miedo es el cálculo mismo. Vivir con miedo es vivir haciendo cálculos. El hombre sin miedo no calcula y se deshumaniza; a decir verdad, no existe. 

 

Es un lugar común (y hobbesiano) afirmar que el espacio político que no inspira temor transita un camino perdidoso. Me gustaría agregar que también trastabilla cuando lo pierde. La tan denostada “campaña del miedo” tras la “sorpresa” de las PASO de 2015, a la cual el peronismo llegó casi sin temor, activó la militancia de base que se desplegó en el territorio y no logró cambiar el resultado de las urnas sólo –arriesgo– por falta de tiempo. El miedo es sencillamente una pasión inevitable pero con mala prensa.   La respuesta “no tenemos miedo” es tan digna como inverosímil. Convoca a una épica virtual y estática. Y no asusta.

Lo último. Hobbes parte de una ficción que las instituciones y el contexto internacional han borrado: los seres humanos son libres e iguales. La igualdad está dada por la similar capacidad de generar miedo. Es cierto que puedo ser más fuerte que otros, pero los débiles pueden, a través de una mera razón instrumental tan innata como el temor, unirse contra mí. Es decir que la amenaza persiste a pesar de la actual “correlación de fuerzas”, que es dinámica y tan inestable –si se calcula bien– como el propio Leviatán (un dios que puede morir). El mero cálculo me lleva a hacer todo lo posible para evitar la unión de los otros. La “gran jugada” de CFK no comenzó aquel sábado en que eligió a Alberto (ese fue, en todo caso, el ‘pase–gol’), sino el día posterior a perder las legislativas de 2017, cuando el macrismo controlaba los resortes y se fortalecía sin temores. Bajo la amenaza de la justicia federal, medios y servicios de inteligencia, ante el temor inocultable de una hegemonía neoliberal extendida en el tiempo, la entonces senadora “salió jugando desde abajo” con más cálculo que épica a forjar la unidad que llevó hasta 2019. Nada más humano y legítimo que el temor a perderla… otra vez.

Además de la amenaza de un violento “irracional”, vas a empezar a tener miedo puede ser leída como una invitación hostil a la política. Poco margen hay para rechazarla.

 

Buenos Aires, 23 de julio de 2020

*Periodista, Co-conductor del programa radial Vayan a Laburar, AM750

2 Comments

  1. Héctor dice:

    Muy interesante, Facundo, la interpretación del miedo como invitación a la política. Se trataría del miedo como motor.
    Hay otras versiones, como la de Maquiavelo que lo superpone al amor cuando dice, si no recuerdo mal, que es más seguro ser temido que amado, o sea que el miedo del otro nos asegura más su control.
    Escucho, cada vez que puedo «Vayan a laburar», desde el anterior horario
    Un gusto
    Héctor

  2. norma dice:

    excelente