A propósito de Dylan, Whitman, Menem y otros… – Por Facundo Cardoso

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A propósito de Dylan, Whitman, Menem y otros… – Por Facundo Cardoso

La nota escrita por Facundo Cardoso contiene una cadena casi arbitraria de componentes dispares al límite de la inconsistencia: una inquietud política, una noticia de la industria musical, dos presidentes, un perro, un poeta, un franciscano medieval, el tiempo y un antiguo principio lógico que, como tal, prescinde del tiempo.

Por Facundo Cardoso*

(para La Tecl@ Eñe)

 

La inquietud política –tal vez mal fundada pero compartida– tiene que ver con los esfuerzos de Alberto Fernández por contener una multitud de elementos en tensión, tanto dentro como afuera del espacio político que lo llevó a la primera magistratura. Se puede completar diciendo que hay una disonancia entre las expectativas de gran parte de su electorado y su realización, o bien que tiene un margen de acción estrecho que conspira contra esas expectativas, o que si avanza mucho en ellas puede no contener dentro de límites razonables, en un contexto de pandemia y crisis económica y de deuda, el colectivo que le es esquivo a priori. O bien, todo este entramado de hipótesis a la vez.

El Presidente tiene además un perro, muy celebrado en redes sociales, que recibió su nombre, Dylan, en honor al casi octogenario artista que acaba de editar el primer disco en ocho años con canciones propias.

 

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El nombre del flamante álbum de Bob Dylan es Rough and Rowdy Ways (algo así como “caminos” o “modos ásperos y ruidosos”): más de una hora de combinación de diversos sonidos y versos que refieren (me quedo corto) a la existencia y a la muerte, la significación del pasado y el futuro, la vejez y la inmortalidad, el inconformismo y algún gesto patriótico y a la historia de su país, a través de nombres y episodios contrapuestos pero articulados de manera magistral e incluso polémica, como cuando dice que Sherman y Patton “despejaron el camino a Martin Luther King” (la imagen vulgar de esa relación es más bien la contraria). Desde Art Pepper hasta Julio César, pasando por William Blake, todos encuentran un lugar en este disco. Demasiado. Incluso para un premio nobel de literatura.

El primer tema de algún modo anuncia y expresa el disco entero: I Contain Multitudes o “Yo contengo multitudes”. Allí, Dylan afirma que duerme “con la vida y con la muerte en la misma cama”, que camina por donde “todas las cosas perdidas se arreglan de nuevo”, que puede encarnar personas tan disímiles como Ana Frank, Indiana Jones o los “chicos malos” de “los Rolling Stones”, y asegura ser “un hombre de muchos estados de ánimo”, de “contradicciones” y que, por ello, “contiene multitudes”.

 

Dylan en realidad se inspira en otro poeta laureado, Walt Whitman, quien en su Canto a mí mismo dejará este verso que gravitará durante casi 150 años:

 

“¿Me contradigo?

Bueno, me contradigo.

Soy grande

Contengo multitudes”.

 

Lo vital se contradice y se multiplica. La coherencia momifica. El verso es muy conocido. Quizás no tanto su sustrato lógico, en el que Whitman parece, a su vez, también inspirarse.

La Santa Iglesia de la Lógica Clásica –cuya competencia pretende identificarse con todo lo que existe– establece que de una contradicción se sigue correctamente cualquier cosa. “A y no A, entonces B” es la fórmula válida. A modo de ejemplo, para una lógica consistente como la clásica, un razonamiento del tipo “Macri conoce a Martinengo y Macri no conoce a Martinengo, luego los unicornios son azules” es impecable. Este comportamiento lógico hunde sus raíces –como todo– en la antigüedad pero parece haber sido formulado por el filósofo franciscano oxoniense del siglo XIII, Duns Escoto: ex falso (sequitur) quodlibet o “de lo falso, cualquier cosa (se sigue)”. Contradecirse es contener multitudes conectadas sin lógica alguna. Disparan la imaginación a costa de socavar las certezas. Las contradicciones son recursos atractivos para el arte, porque las dos cosas comparten muchas veces el objetivo común de aniquilar la teoría.

Prueba de esto último es la manera en cómo ha reformulado la epistemología el dogma lógico del filósofo escocés que ahora se conoce como el Principio de Explosión: cuando una teoría (científica) llega a una contradicción, explota; predice y explica todos los fenómenos, tantos los verdaderos como los falsos. Explota. Contiene dentro de su alcance a todo lo que existe y a su contrario: A y no A entonces B (o C, D, E, noE, más o menos F, Z y M, etcétera). Contiene multitudes.

Sin embargo, la “grandeza” se vuelve trivial. Un discurso que da cuenta de todo es místico o religioso, pero de ningún modo científico. Una teoría meteorológica que me informe que en la próxima hora lloverá y que en la próxima hora no lloverá, como mínimo, desilusiona. Ni siquiera es una “teoría”.

Claro que hay una variable ineludible que distancia a la lógica y a la poesía: el tiempo. Es imposible ser y no ser una cosa al mismo tiempo. Decir “llueve y no llueve” es contradictorio; pero afirmar que llueve a la mañana y no llueve a la tarde es referirse a una jornada que contuvo una pequeña multitud de condiciones meteorológicas pero no una contradicción en sentido estricto. El transcurso del tiempo torna consistente una afirmación que a primera vista se mostraba incoherente. Dylan no puede ser Indiana Jones o Ana Frank al mismo tiempo, pero sí en dos momentos de su vida, más o menos distantes entre sí. Ese “vocero de una generación” que negó siempre serlo, nació en el seno de una familia de inmigrantes hebreos de Bielorrusia y Ucrania instalados en Minnesota, después se convirtió al cristianismo y luego volvió a abrazar al judaísmo rezando en una sinagoga de Atlanta. El péndulo de la vida disuelve las contradicciones.

 

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La próxima conexión padece de una lamentable auto referencialidad: esta nueva canción de quien puede ser Bob Dylan y Robert Allen  Zimmerman al mismo tiempo, me transportó hacia la década del 90, cuando escuché por primera vez el verso de Whitman, en un tiempo en el que el peronismo y el neoliberalismo comenzaban a transitar un sendero compartido, áspero y ruidoso, aniquilando la teoría y conteniendo multitudes imposibles, como la UCEDé y el movimiento obrero, Bunge & Born y la revolución productiva, la fatídica cesión de soberanía y la repatriación de los restos del símbolo de la soberanía, Tula y Domingo Cavallo, el Estado y la anti-política, etcétera. Acaso con herramientas conceptuales del análisis marxista se denunciaban las contradicciones del menemismo. Acostumbrado a abrigar tensiones, el peronismo (oficialista) respondía en tono jocoso que era “grande”, incurría en contradicciones porque contenía multitudes. Pero esta justificación –disculpen la expresión– “poética”, omitía la consecuencia epistémica de la explosión.

Pronto se advirtió que en realidad las contradicciones eran aparentes o convenientemente administradas, porque una línea política y económica rígida, sin contradicciones o alternativas, conducía lo que iba quedando de la patria. Lo que “explotó” en 2001 fue más bien la Argentina y sus contradicciones. El peronismo se dividía mientras el menemismo se volvía más coherente a medida que transcurría la década y se iba despojando de las multitudes hasta reducirse a un 24% de los votos en 2003, que le alcanzó para ganar la primera vuelta y huir en la segunda. El antimenemismo que se iba conformando también contenía multitudes y contradicciones, entre el honestismo y la justicia social, entre los que denunciaban peluqueros y ferraris y los que combatían privatizaciones, que explotarían una década más tarde.

Las tensiones no asustan al peronismo, que parece haber aprendido que para contener multitudes o mayorías también hay que contener conflictos y tensiones, las de siempre y las que son propias del tiempo que transita (la última lección fue el recorrido que llegó con la unidad y la posterior derrota del antiperonismo en 2019). Cuando se pone demasiado “severo” cohesiona con épica un número quizás insuficiente para lo que tiene enfrente. Pero esas tensiones tienen que ser administradas en el tiempo. El péndulo debe moverse para ambos lados para que las multitudes estén contenidas sin estallar.

 

Buenos Aires, 1° de agosto de 2020

*Periodista, Co-conductor del programa radial Vayan a Laburar, AM750

1 Comment

  1. norma dice:

    corto y sabroso, me gusto mucho