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MUTACIÓN DE LA DERECHA Y CULTURA DE LA IDENTIDAD – POR NORA MERLIN

Montaje fotográfico publicado por alainet.org

La psicoanalista Nora Merlin analiza en este artículo el proceso por el cual sectores populares se identifican con los ideales hegemónicos clasistas, racistas y sexistas de la derecha neoliberal.

Por Nora Merlin

(para La Tecl@ Eñe)

La derecha ha mutado: por un lado, exhibe sin inhibición prácticas violentas y, por otro, ha ampliado su composición social consiguiendo salir del encierro elitista. Los argumentos clasistas, racistas, sexistas y conservadores propios de su ideario, ya no se afirman exclusivamente desde los sectores oligárquicos, sino que son compartidos y agitados también por franjas populares excluidas por clase, etnia o género.

Las actuales prácticas de la derecha global combinan mensajes reaccionarios con el despliegue de bandas movilizadas, agresivas y en actings que saltean las reglas democráticas. A manera de ejemplos podemos citar la toma de edificios públicos, como el asalto al Capitolio en Washington (2021) y la ocupación de la Praça dos Três Poderes en Brasilia (2023), entre los actos más resonantes de una escalada que también incluyó otras acciones mafiosas en París (2018), Berlín (2020) y Roma (2021).

La derecha de la región desarrolló su propia agenda temática que se basa fundamentalmente en odio a lo popular, con dureza policial, persecución y venganza frente a experiencias y dirigentes políticos no alineados al poder. Desestabiliza gobiernos populares, orienta su artillería contra los sectores más desprotegidos y judicializa la política –lawfare o criminalización de la protesta social, como sucede actualmente en Jujuy– estigmatizando militantes y dirigentes del campo popular a los que culpabiliza de las desgracias actuales.

En la Argentina logró la proscripción de la figura política más representativa del país, llegando a intentar asesinarla en connivencia con bandas mafiosas, y con un poder judicial cómplice que no está dispuesto a investigar lo que constituye una tentativa de femimagnicidio. La situación en Jujuy se torna cada vez más grave. El gobierno de Gerardo Morales, actual candidato a vicepresidente de Horacio Rodríguez Larreta, criminaliza la protesta social con represión, heridos, presos y persecución contra pueblos indígenas, docentes y todos los que participaron de la marcha del 30 de junio en Humahuaca, en repudio a la reforma constitucional impulsada por el mandatario radical.

Está claro que la derecha ya no es sólo una clase social definida por la estructura económica o las relaciones de producción, sino que conforma un grupo identitario integrado por la élite económica conservadora pero también por sectores populares sugestionados e identificados con sus ideales hegemónicos clasistas, racistas y sexistas.

¿Cómo fue que la derecha logró arraigarse en el terreno popular y disputar presencia en sectores sociales que estaban fuera de su alcance? Dicho en otros términos ¿cómo es qué algunos segmentos empobrecidos o excluidos por clase, género o etnia votan igual que la derecha racista, machista o elitista?

Con el término de la guerra fría, el declive de la revolución y de los ideales colectivos emergió un capitalismo triunfante que, de modo exultante, traía promesas de felicidad para todxs. En poco tiempo el neoliberalismo mostró su rostro salvaje, hambreador, que aumentó la desigualdad a nivel global y sistematizó la segregación como forma de vida. La caída de los estados protectores junto a la creciente concentración y empoderamiento de las corporaciones dieron como resultado una creciente desigualdad. A las democracias debilitadas e intervenidas por el dispositivo de poder que no alojaban a la mayoría social, se le sumaron la pandemia, la virtualización de la vida y la guerra entra Ucrania y Rusia.

Los movimientos de emancipación por impotencia o desorientación ya no se preguntan cómo cambiar el mundo, sino que se orientan a suturar los despojos que quedaron de un planeta intervenido por un sistema neoliberal ilimitado y homicida que produce mayorías descartadas.

Fotomontaje: caras y Cartetas.

En ese contexto surgió un estado anímico de insatisfacción, increencia en la política y depresión generalizada, causado fundamentalmente por tres factores: 1) el modelo neoliberal, que ha multiplicado la desigualdad, la concentración y la precariedad; 2) la pandemia, la cuarentena y el encierro, que trajeron angustia, enfermedad, duelos, pérdidas económicas y desorden en la vida cotidiana; 3) los gobiernos progresistas de la última oleada, que incumplieron su mandato electoral y no estuvieron a la altura de alojar las demandas populares ni las angustias de la subjetividad.

El creciente lugar de la precariedad en las sociedades democráticas creó nuevas “resoluciones”: los sectores desfavorecidos pretendieron una pertenencia, aunque sea imaginaria, por la vía identificatoria. Varios de los individuos neoliberales, empobrecidos y excluidos por el sistema, angustiados y decepcionados de la política, han intentado la pertenencia social por la vía identificatoria, esto es, portando valores de la derecha, eligiendo a sus representantes y reproduciendo esa forma de vida.  Esto es, amando las propias cadenas.

La tramitación por la vía de la identificación explica en parte la ampliación cuantitativa de la derecha y el voto de los humildes dirigido a aquellos dirigentes o modelos que los privarán de derechos y los esclavizarán. De este modo, la derecha dejó de ser exclusivamente una clase social para convertirse en un grupo identitario. La identificación “resolvió” en parte la demanda no siempre explicitada de pertenencia de los sectores discriminados o segregados por el sistema, mecanismo que permite explicar por qué un gay o un negro fue capaz de votar a Bolsonaro o un inmigrante a Trump, y vastos sectores desfavorecidos permitieron el triunfo de la derecha por elecciones en la Argentina.

Entendemos esta inédita ampliación social de la derecha, sostenida también por los sectores más maltratados del sistema, como un síntoma social.

La afirmación de grupos identitarios constituye una respuesta al poder neoliberal, un intento restitutivo de las minorías explotadas u oprimidas de tramitar el rechazo y la exclusión en serie que produce el dispositivo tanático y desintegrador. Se trata, en los círculos identitarios, de un empuje hacia la inclusión, la integración y la pertenencia como un movimiento opuesto a la exclusión y el descarte causado por el neoliberalismo. Los rechazados, para adquirir alguna consistencia y pertenencia aunque más no sea imaginaria, retornan bajo el modo del grupo cerrado identitario y desde ahí logran ser nombrados y reconocidos.

Esos grupos se caracterizan por la homogeneidad y se constituyen fundamentalmente por identificación, un mecanismo –afirma Freud en El Yo y el Ello (1923) – por el cual un sujeto asume como propios aspectos de otros. En la conformación de cualquier grupo identitario se produce un doble movimiento identificatorio al ideal y entre los miembros.

En el caso de las identidades de derecha, la heterogeneidad y antagonismo de clase y etnia fueron cubiertos o abolidos por una homogeneidad de valores (consumo, individualismo, etc.) y cohesionados por el odio como cemento orgánico. Las fuertes identificaciones ocultan tanto la división de los antagonismos que constituyen lo social como la propia fractura inaugural del sujeto.

Estos grupos identitarios no son políticos sino imaginarios y no limitan ni conmueven el orden injusto de la desigualdad neoliberal.

La “salida” identitaria no es política

El grupo identitario constituye una tramitación imaginaria que eclipsa el conflicto político de la desigualdad o la opresión, y obtura lo abyecto del orden social.

La identificación y la pertenencia al grupo identitario pretende una defensa del individuo neoliberal contra la exclusión, pero paradójicamente termina produciéndose lo contrario. Se advierte en ellos una tendencia antidemocrática que tiende al cierre y a la atomización social.  La reducción identitaria exige no mezclarse con ninguna comunidad distinta de la propia y se odia al diferente, de modo que esa lógica fundada en lo identitario reproduce la segregación.

El mecanismo de identificación y pertenencia a un grupo identitario niega la dimensión antagonista y conflictual de lo social, trayendo como su efecto más corrosivo la despolitización y el odio al otro. No sólo no resuelve el orden injusto de la desigualdad neoliberal estructural, sino que, al contrario, lo reproduce circularmente.

 La miseria sistémica y la angustia social generalizada constituyen la prueba que pone de manifiesto el fracaso de toda identidad.

Buenos Aires, 18 de julio de 2023.

* Psicoanalista, magister en Ciencias Políticas.

3 Comments

  1. Angelina Uzín Olleros dice:

    Identidad al mismo tiempo fragmentada, como las denuncias de la actual oposición con imágenes y chicanas alejadas de toda crítica con perspectiva histórica. Fragmentos, esquirlas, que imposibilitan un análisis profundo de lo que sucede, lamentablemente vuelve la electricidad represora, las pistolas taser son una descarga fragmentaria del modelo que utilizó la silla eléctrica, la picana y el electro shock en nombre de la normalidad. Excelente artículo.

  2. Iván dice:

    Muy bien texto

  3. Marcelo dice:

    Excelente analisis
    Una explicación lógica que busco hace rato
    Cómo las víctimas se identifican con sus verdugos
    Síndrome de Estocolmo,pero a nivel social
    Felicito a la autora

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