Las señales de Lula – Por Ricardo Rouvier

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Las señales de Lula – Por Ricardo Rouvier

El escenario político del Brasil ha dado un paso más hacia la profundización de su crisis al concretarse la detención de Lula da Silva, quien es un actor imprescindible para superar las crisis que atraviesa a todo el régimen político del vecino país. Lula gobernó del 2003 al 2011 articulando, desde su realismo político, libertad de mercado y progresismo.

El escenario político del Brasil ha dado un paso más hacia la profundización de su crisis al concretarse la detención de Lula da Silva, quien es un actor imprescindible para superar las crisis que atraviesa a todo el régimen político del vecino país. Lula gobernó del 2003 al 2011 articulando, desde su realismo político, libertad de mercado y progresismo.

Por Ricardo Rouvier*

(para La Tecl@ Eñe)

 

1 – La lección de Lula

El escenario político del Brasil ha dado un paso más hacia la profundización de su crisis al concretar la detención de Lula da Silva que, además de ser un líder opositor, es un actor imprescindible para superar las dificultades que abarca a todo el régimen político del vecino país, con un gobierno liderado por el Presidente Temer que no supera el 3% de popularidad y que es acusado, con evidencias palpables y no como el líder del PT, de corrupción. Pero Temer tiene un apoyo en el Congreso que no tuvo Dilma y la economía ha empezado, desde hace un par de años, a dejar de caer y luego a recuperarse levemente. Se espera para este año un incremento del PBI del 2,4% y se prevé que esto estimule a la ciudadanía a convivir con las reglas del malherido régimen democrático, faltando pocos meses para las elecciones.  

Hoy no sabemos qué pasará en los próximos días con Lula y escribimos con el temor de que cada afirmación pueda perder su verosimilitud en pocas horas. El paso siguiente a la detención, y tan temido, es que Lula no pueda ser candidato. Considerando que hoy tiene un 36% de intención de voto que lo coloca por encima de los otros precandidatos, su proscripción generaría una gran incertidumbre electoral y una reconfiguración de las fuerzas políticas. Existe una voz creciente en las zonas urbanas y que empiezan a manifestarse por el “que se vayan todos”, es más, aparecieron algunos grupos que se expresaron a favor de la dictadura militar pasada.

Sería un error interpretar que la polarización de la sociedad brasileña está nutrida sólo de política partidaria, de derecha, de centro o de izquierda. Una fracción importante del Brasil está harta de la política, donde el espacio público está ocupado por las grandes corporaciones que viven la política como si fuera una entidad financiera y los partidos políticos son plazos fijos para invertir. Mientras el dispositivo de los grandes medios funcione como un culebrón por día que mantiene a los ciudadanos lejos de sus responsabilidades, viviendo la vida de los otros.

Brasil es una parte importante del escenario internacional y de la región, más por su volumen que por su capacidad de daño hacia los otras naciones. Se constituye en un actor al lado de los protagonistas hegemónicos, aunque en los últimos años ha declinado su peso en razón  de la crisis económica, la desaceleración del BRICS y un estado institucional azotado por la corrupción real.

El vacío que la política profesional deja, ya sea por su inacción o por la incredulidad que provoca su arbitrariedad, es ocupado por algunos jueces que, como sheriffs recién llegados a la comarca, reproducen la propia inequidad en la aplicación de la ley. La cantidad y calificación de delitos del Presidente, Ministros, Gobernadores  y Legisladores en ejercicio muestra la amplitud del abismo que se abre a la política.

Es cierto que Brasil no es comparable con otros casos vecinos dentro del continente, debido a que hoy exhibe a un puñado de grandes empresarios y ex funcionarios presos, como si fuera una ventaja en la eficacia judicial. Hace pocas semanas, temas similares se llevaron puesto al Presidente del Perú que no era precisamente un izquierdista. Lula no sólo es un dirigente sobresaliente, por su historia con tintes claros de épica y su decisión de terminar con la pobreza y la indigencia, sino además por su realismo político.  

En este punto cualquier aproximación ideológica a Lula desde algún costado fijo y dogmático, puede ser equívoco. En ese sentido el ex Presidente ha logrado moverse del propio rincón que lo puso la izquierda o la derecha en función de la gobernabilidad. En nuestro país y en la región, Lula siempre fue más visto desde su leyenda que desde su pragmatismo. Su adaptabilidad le significó en su momento la crítica de prestigiosos analistas locales o extranjeros de izquierda, se le llamó “posibilismo conservador” a su negociación con los factores y a la decisión de impulsar el desarrollo de las fuerzas productivas con la participación privada. En el desarrollismo, el keynesianismo, y la heterodoxia económica se basaron sus acciones, siempre manteniendo un fluido diálogo con las corporaciones y los factores de poder. Eso le valió tiempo después los elogios de Obama y la tapa de New York Times. 

Luego de varios intentos fallidos, Lula llegó al gobierno en el 2002, representando las esperanzas de dos terceras partes del pueblo, y sus primeros pasos sorprendieron al elegir en el equipo económico a funcionarios conservadores en el Banco Central de Brasil – el actual Ministro de Hacienda de Temer, Henrique Meirelles un declarado liberal, acompañó a Lula en los dos períodos de gobierno – y darle total autonomía a éste para practicar una política monetaria y fiscal  ortodoxa que aplicó fuertes recortes en el gasto público, logrando un superávit fiscal del orden del 5% del PIB, superior en base a los acuerdos con el FMI. La explicación “no había otra alternativa” se constituyó en la cuenta que se daba a los propios miembros del PT. Una cobertura para alguien que nunca renunció a su utopía, pero sí ejerció la demora sobre el sueño de terminar con la desigualdad.

Los acontecimientos que rodearon su entrega a la Policía Federal como instrumento de la orden del Juez Moro, fueron una lección más de este zoom politikón. En los acontecimientos que capturaron las cámaras de televisión y celulares del mundo, se pusieron en escena varias señales de un Lula que quiso aprovechar su propia desventaja. Demoró su entrega fortaleciendo su situación y en la parcial desobediencia, le bajaba el precio al juez; eligió un lugar de refugio emblemático, el edificio  sindical, y se preocupó de que estuviera presente la dirección del PT, para que en las fotos estuviesen los rostros de algunos precandidatos en el caso que él no pueda serlo. Y parece que todo apunta a que no lo sea.   

Su preocupación por el PT es la preocupación por el futuro. Ese PT que fue su origen político partidario y que conforma un frente de centro izquierda. Él sabe distinguir entre su liderazgo y lo importante de la política orgánica, para empoderar al PT y poder competir en las muy próximas elecciones. Otra señal fue la institucional, ya que en ningún momento dudo o negó que se presentaría a la orden judicial; la imagen completa engarzaba a un Lula autónomo y resistente, pero legalista.

Cuando Lula desplegó su política económica durante su primer y segundo gobierno, tuvo en cuenta dos ejes centrales, disminuir ostensiblemente la pobreza e indigencia que se localizaba fundamentalmente en el ancho espacio del noroeste -que además es un reservorio electoral del PT- y mantener las políticas de mercado de acuerdo al libreto dominante. En aquel entonces, una comparación de simple vista nos llevaba a decir que la política económica de Néstor Kirchner se ubicaba a la izquierda de la de Lula. Ni que hablar si comparamos los avances en la lucha por los derechos humanos y el juicio al terrorismo de Estado entre nuestro país y Brasil. O la derogada ley de medios en nuestro país respecto al poder irrestricto de O´ Globo.

Estas fueron las dos señales que lanzó permanentemente el líder desde la casa de gobierno: libertad de mercado y progresismo. En el desarrollo de la política, ambos términos pueden ser opuestos o pueden convivir dificultosamente. Y ésta es una crucial problemática que perturba a los populismos latinoamericanos.

Lula gobernó del 2003 al 2011 y se fue con un 80% de aprobación. El programa social «Bolsa Familia» benefició a casi 13 millones de hogares; alrededor de 50 millones de personas. A nivel regional fue un entusiasta impulsor de la construcción de las alianzas; junto con otros mandatarios de la región rechazaron al ALCA y fomentaron la construcción de UNASUR y la CELAC, sin abandonar el destino mundial del Brasil, lo que llevó a Lula a ser un actor internacional. Su positivismo lo empujó a efectuar alianzas políticas destinadas a mantener e impulsar a Brasil a la mesa chica mundial.

 

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2 – Las señales más profundas

Hay otras señales más profundas que produce Lula, aparte de las que aparecen en lo simbólico de su detención, y tienen que ver con un reformismo con un halo revolucionario, y aquí el debate nos incluye e incluye a toda la región. Lula nunca fue seducido por el Socialismo del Siglo XXI, cosa que tampoco le ocurrió al kirchnerismo; distinguiendo la adopción de un modelo con el apoyo y solidaridad con el chavismo. Además, Brasil está ligado a una tradición que lo proyecta como líder en la región, y convidado entre el pequeño grupo de las potencias.  

El expresidente de Brasil es un punto atravesado por diversas rectas; una que tiene que ver con las utopías de izquierda, el gran sueño de la revolución, y otra es el reformismo -fundado en la muerte de la revolución – que es heterodoxo en lo económico y que incluye en las coyunturas adoptar algunas recetas neoliberales. Como hizo el mismo Lula y que alcanzó su mayor plenitud en el gobierno de Dilma, injustamente destituida. Hay una tensión generalizada en las fuerzas populistas o de izquierda, entre el deseo revolucionario y las posibilidades de realización, en razón de la relación de fuerzas con las corporaciones, la globalización capitalista y la ofensiva de la cultura hegemónica en el mundo. La resultante de esto es el reformismo que tendrá sus costados más conservadores o más progresistas, pero que está condicionado a dormir todas las noches con el enemigo. ¿Lo asesina o le prepara el desayuno?

Lula, dirigente con un nivel de estadista, ha sido visto siempre más a la izquierda fuera de su país de lo que realmente lo perciben los brasileños. Cuando emergió como candidato antiestablishment del sindicalismo, combativo, su posicionamiento era más definido, hasta que alcanzó el gobierno. Como Presidente su maniobrabilidad lo llevó a interesar y seducir a los directivos empresarios, por supuesto que este reposicionamiento y el nombre de algunos de sus colaboradores generaron rabietas y discusiones, y también algunas divisiones en el seno del PT.

Lula, el líder metalúrgico y el presidente son una expresión muy rica y dramática al mismo tiempo, de estas contradicciones que marcan la etapa histórica que estamos atravesando, donde conviven aún un Siglo XX residual y un nuevo siglo que plantea nuevos desafíos. Uno de ellos es responder la pregunta sobre si no estaremos en las últimas horas de la democracia liberal, tal cual fue pergeñada por la Revolución Francesa y el Constitucionalismo norteamericano.   

Dijo el líder del PT momentos antes de emprender el camino a su celda “Yo no estoy por encima de la Justicia. Si no creyera en la Justicia, no habría creado un partido político, habría propuesto una revolución en este país». Su presencia, su sola presencia, es el “sueño eterno de la revolución”, pero él no es un dirigente antisistema, como lo dicen sus propias palabras. Y sigue diciendo a favor del sistema aunque señala sus imperfecciones: «Creo en la Justicia. En una Justicia justa, en una Justicia que somete a votación un proceso basado en autos de procesamiento, basado en informaciones de las acusaciones, de las defensas y en pruebas concretas sobre el ¨arma del crimen¨.

Y vuelve sobre lo ideológico:No sirve de nada intentar acabar con mis ideas, ellas ya están flotando en el aire y no tienen cómo encarcelarlas. No sirve de nada intentar frenar mis sueños, porque cuando deje de soñar, yo soñaré a través de sus cabezas y de sus sueños», y concluye en la propuesta de identificación: «Todos ustedes, de aquí en adelante, se convertirán en Lula y van a andar por este país haciendo lo que ustedes tienen que hacer, ¡y es todo el día! ¡Todos los días!». 

Es difícil establecer responsablemente la ruta precisa de la conspiración que lleva a Lula a la justicia y a la cárcel. No se trata simplemente de desarrollarlo como si fuera una serie de Netflix, es bastante más complejo y no se puede manejar la realidad caprichosamente, algo que el dogmatismo no quiere comprender. Lo que no hay duda es que el establishment brasilero aquél que descubrió con beneplácito un Lula capitalista, estaría perdiendo una oportunidad al estimular  el desplazamiento hacia la izquierda del ex Pte. a posiciones más combativas. Lula tiene una innegable capacidad de negociación que podría ser aprovechada para salir de la crisis. Ahora bien, no cabe duda que la hegemonía mundial, que todavía tiene su centro en EEUU y algunos países de la Europa, prefiere, alienta y apoya la idea de que los populismos desaparezcan de la faz de la tierra.

 

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3 – La reconfiguración política

En octubre de 2018 se realizarán elecciones presidenciales en la República Federativa del Brasil; en medio de la crisis señalada se supone que hay cuestiones que despejar para ver si el acto electoral será un paso para la normalización de la gobernabilidad. Las democracias en la región muestran su debilidad, el acotamiento de su extensión, la falta de participación, el desinterés de la mayoría y, por ello, la elitización de la producción política, sea de izquierda, de derecha, populista o moderada.

El resultado electoral en el Brasil repercutirá, pero no determinará, la política del sur del continente y podemos agregar que no será indiferente al empoderamiento del eje Chino/Ruso.  Entre algunos grandes empresarios locales surge el interés por el nacionalismo y proteccionismo de Trump. Ese modelo, en estos momentos, en los EEUU y algunos países de Europa, va ganando adeptos ante el crecimiento de la región asiática y el debilitamiento político de la UE.

El PT ha sido uno de los partidos obreros más grande del mundo y sigue siendo el más importante de América Latina. En veinte años de existencia la organización política fue modificando su perfil. Partió con un programa inicial anticapitalista que prometía un cambio profundo y ha virado hacia enunciados reconociendo el mercado. Ha pasado de ser de izquierda a centro izquierda, con una mayor vocación por establecer frentes electorales por fuera de la izquierda. Temer fue el vicepresidente de Dilma por una decisión electoral de una alianza con el Partido del Movimiento Democrático Brasileño definido por el mismo PT como fuerza del “centro”. Luego, el actual titular del PE la sustituyó y está claro que fue parte involucrada e interesada en el juicio político. La avanzada judicial amenaza a Temer para el día después de que deje el gobierno.

Ante esta situación de “lavado” de las izquierdas, que también ocurrió en Europa, el prestigioso ensayista Perry Anderson escribió: “la izquierda ganó sus galones de partido de gobierno después de haber perdido la batalla de las ideas”. En su evolución el PT ha sufrido una transformación de su perfil social, empezó siendo un partido de raíz sindical y luego pasó a ocupar un lugar cada vez mayor de las clases medias e intelectuales, con un proceso de institucionalización-burocratización de su aparato y de su dirección, progresivamente ocupada por los parlamentarios y los diferentes electos en detrimento de los sindicalistas de ayer.

Con Lula preso, el PT es uno, y sin Lula preso, es otro. En el caso de que el líder no pueda ser candidato y esté en prisión, es esperable un Partido interpelador y corrido más a la izquierda, pero ninguno de los precandidatos hoy está en  condiciones de obtener los votos de Lula; los votos no son transferibles en un 100%, aunque es diferente un candidato acompañado por Lula como lo fue en el caso de Dilma o no acompañado físicamente.

Por otro lado, el escenario electoral muestra al gobernador de la estratégica San Pablo, Geraldo, Alckmin del PSDB, que se autodefine como de centro y es heredero del Fernando Henrique Cardoso, y que posee un nivel bajo de popularidad; en la derecha extrema se ubica el diputado Jair Bolsonaro, que es la contrafigura de Lula. No estando este último en la contienda electoral, no sabemos si el derechista podrá sostener su candidatura al no polarizar con Lula. Marina Silva una ambientalista que fundó su propio partido luego de pasar por el PT, y se presentó a sendas elecciones presidenciales (2010 y 2014) está expectante para capitalizar una eventual ausencia de Lula. Es cierto que si él no es candidato el PT tendrá que evitar la dispersión del caudal.

La declaración del Jefe del Ejército Gral. Eduardo Villas Boas, advirtiendo sobre lo que él consideraba “impunidad”, resucitó los viejos fantasmas del partido militar. El brutal asesinato de Marielle Franco el 14 de marzo pasado, fue la prueba de que hay una derecha que quiere disciplinar, con violencia, a una sociedad. Es tan importante investigar y castigar a los culpables como evitar la venganza.   

Lula da Silva debería estar en libertad y ser candidato, liderando  una nueva configuración política como un elemento de balance entre las fuerzas sociales. El dirigente petista emite muchas señales de diverso rango; para la gobernabilidad y el cambio, para reflexionar profundamente entre reforma y revolución, la importancia de contar con un Partido u organización como espacio de debate, la relación entre concentración económica y empoderamiento de los sectores populares, y el papel de la clase trabajadora organizada y la clase media.

 

Buenos Aires, 11 de abril de 2018

*Lic. en Sociología. Dr. en Psicología Social. Profesor Universitario. Titular de R.Rouvier & Asociados.

 

2 Comments

  1. nora merlin dice:

    Excelente artículo

  2. Claudio Javier Castelli dice:

    Muy buen artículo de Ricardo Rouvier sobre el tema «Lula». Destaco algunos puntos: el hecho que se lo piensa a Lula, más en relación de su leyenda que su concreta actividad, que me parece una aguda observación; otra aguda observación es si no estamos viviendo los últimos tiempos de la democracia liberal conforme la Revolución Francesa y el constitucionalismo norteamericano. Esto parece ser el ethos de esta época, y no es precisamente para instalar una democracia social, que establezca constituciones como la del 49, sino todo lo contrario para limitar derechos, puedo decir que en los filósofos analíticos -que no creen en el concepto de derechos humanos por abierto-se baraja reformular la declaración de derechos humanos de la ONU -Patrimonio de la Humanidad-. Esa filosofía es la que se vende y se impone en casi todas las facultades de derecho y filosofía de Occidente, estimuladas por el mundo anglosajón, y los filósofos oficiales del neoliberalismo como Carlos Rosenkrantz, ministro de la Corte Suprema de Justicia. Destaco también el final del artículo con el señalamiento de una derecha asesina, en Brasil, pero podríamos compartir en Argentina, con doctrina como la de Chocobar.