Ricardo Rouvier sostiene en este artículo que la pandemia, en momentos de agravamiento, además de mostrar la levedad del ser, desnuda las consecuencias derivadas del sistema capitalista, desde el abuso dominante sobre la naturaleza, hasta la escandalosa concentración de la riqueza, que atenta contra la dignidad humana.
Por Ricardo Rouvier*
(para La Tecl@ Eñe)
La expresión que Milan Kundera eligió fue: “La insoportable levedad del ser” que dio nombre a una exitosa novela de los ´90. La frase se liberó de su propósito ficcional para elevarse a una reflexión general sobre la existencia. El coronavirus refuerza esta afirmación, que desmonta al sujeto de la omnipotencia, y lo coloca en la resignación de la fragilidad humana. En gran parte del mundo, se produce esa situación de privación, de privación de la inmortalidad, que queda reservada para el imaginario. Imaginamos nuestra eternidad en la negación de la finitud. En una guerra o epidemia esta construcción se expresa en el: “a mí no me va a pasar”. Y cuando ocurre, la referencia enojosa es: “¿porque a mí me pasa?”.
La pandemia que avanza a cumplir el primer año, produce rebrotes y gambetea la artillería farmacológica; ha dado lugar, todavía sigue dando, a conjeturas, hipótesis y vaticinios inesperados para las proyecciones de la posmodernidad. El virus no sólo ataca al hombre/mujer, y que adquiere letalidad cuando captura a personas de tercera edad o que tienen antecedentes patológicos, ataca también a la actividad económica hegemonizada por el sistema capitalista. Al afectar la fuerza de trabajo, hace puntería en el corazón de la producción y reproducción del capital, sobre todo al capitalismo de mercado porque el capitalismo, en expansión, de Estado (República Popular China, Vietnam, Corea del Norte, Cuba, Rusia, Singapur), cuenta con algunas respuestas, cada uno en su rango, desde sus modelos centralizados.
Todavía falta un tiempo para que podamos cerrar un balance sobre la diferencia entre países respecto al estado de la economía y el estado sanitario. Además estamos en un fuerte rebrote que obliga a los países, también los centrales, a volver al principio. Pero, si bien la afectación es homogénea produciendo heridas similares, se generan diferencias que favorecen a países que por su estructura económico-financiera les permite tener expectativas más rápidas de recuperación. En otros, como el nuestro, se combina el incremento de la infección con el peligro de la estanflación. La destrucción de puestos de trabajo se funda en dos vías: una, la caída de la demanda y la producción, y por la otra, la innovación tecnológica que se vio impulsada este año por las nuevas condiciones laborales, que aseguran que algunas prácticas laborales no volverán. Para algunos analistas esta pandemia es la comprobación del fin del capitalismo por su incidencia en el sistema, la caída de la tasa de ganancia, y el desplome del consumo. Algunos aventuran más que esto, previendo una nueva aurora en la post-pandemia: Trump los alienta sin saberlo.
Hasta ahora, ninguna utopía se ha edificado, ni siquiera las hipótesis de naufragio se han vuelto más robustas. Por el contrario, los países centrales y las grandes corporaciones ratifican su dominio en la campaña por la inmunidad, salvo experiencias valorables de baja potencia como la vacuna cubana.
La actividad privada y/o pública ofrecen, en forma individual o mixta, los recursos necesarios para afrontar la inversión en la investigación y la manufactura; y en eso ocupan los primeros lugares las multinacionales o los Estados. Pronto en nuestro país vamos a contar con la oferta de vacunas de diversas procedencias y por otra parte el gobierno buscará mayor eficacia para alinear las conductas de ciudadanos hartos de las cuarentenas. Mientras tanto, la economía seguirá siendo mirada muy especialmente, sobre todo en un año electoral, como este.
Con diferencias de daños, el virus ha producido un golpe al capitalismo hegemónico. Ha sido herido, aunque no parece mortal pero hay que seguir el proceso de sus lesiones. Inclusive las que son políticas, como la exposición del agrietamiento del pedestal de la democracia moderna en el Capitolio. No podemos, dialécticamente, hacer especulaciones de naufragio sobre la base de la no existencia de una alternativa superadora. Si no hay alternativa contrahegemónica como fuerza innovadora es probable que el sistema vaya reparando algunas de sus partes.
Sí creemos, que como pasó en la crisis financiera del 2008, hay una relevancia distinta respecto al papel del Estado. La UE destina 816.000 millones de euros en la recuperación de la alianza continental. Este nuevo “Plan Marshall” del cual carecen los países periféricos, repondría a Europa a un lugar destacado hacia la multipolaridad. El reciente y destacado acuerdo de la UE con China apunta a lo mismo, con la tardía oposición de un Biden recién electo.
Está claro que así como Trump atacó a los chinos con los aranceles, en definitiva su administración fue muy favorable al incremento del “peligro chino” que señalaba Mafalda en los ´60. Claro era la China de Mao.
La experiencia de la crisis del 2008 y la actual, pone blanco sobre negro el papel del Estado como última instancia ante las economías de mercado en crisis. Si el neoliberalismo con la globalización soñaba con el fin del Estado, esto no ocurrió y obliga a los ortodoxos a adecuarse a los cambios o desaparecer. Esto significa reforzar la alianza entre las corporaciones y el Estado administrador de los recursos públicos. Esta santa alianza es la que ocupará la conducción planetaria durante unos años.
Es cierto además, y lamentablemente, que la aparición del virus y su extensión fomentan la acentuación del individualismo, uno de los blasones de la actual etapa civilizatoria. El asociativismo y la economía social deberán incrementar su resistencia al poder que entre Estado e Individuo dejan vacío el espacio de lo comunitario.
La pandemia, en momentos de agravamiento, además de mostrar la levedad del ser, desnuda las consecuencias derivadas del sistema, desde el abuso dominante sobre la naturaleza, hasta la escandalosa concentración de la riqueza, que atenta contra la dignidad humana.
Buenos Aires, 7 de enero de 2021.
*Lic. en Sociología. Dr. en Psicología Social. Profesor Universitario. Titular de R.Rouvier & Asociados.