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La Gerontocracia Proteccionista – Por Carlos Caramello

La gerontocracia política ya gozó de su oportunidad para ejercer el poder político y así estamos, sostiene Carlos Caramello en este artículo, y afirma que la sociedad está reclamando credibilidad y legitimidad en sus dirigentes, aspectos que mostrarían una mejor predisposición hacia la política si apareciesen nuevos dirigentes en los que depositar su confianza. Es la hora de los jóvenes.

La gerontocracia ya gozó de su oportunidad para ejercer el Poder y así estamos, sostiene Carlos Caramello en este artículo, y afirma que la sociedad está reclamando credibilidad y legitimidad en sus dirigentes, aspectos que mostrarían una mejor predisposición hacia la política si apareciesen nuevos dirigentes en los que depositar su confianza. Es la hora de los jóvenes.

Por Carlos Caramello*

(para La Tecl@ Eñe)

“Míralos, ralos, están tramando algo.

Pícaros, pícaros, quizás pretenden el poder”.

Charly García

 

Mientras Don Macri y su Pandilla acometen contra los viejos (ajustando a la baja sus jubilaciones y pensiones; recortando los medicamentos y las prestaciones de salud; quitándoles créditos, turismo, lugares de esparcimiento, condenándolos, en fin, de mil una maneras), el sector más veterano del establishment vernáculo se gratifica, por estos días, en un minué plagado de gestos en el que unos maduritos cortejan a otros maduritos: se auto elogian, se aplauden, se miman mutuamente, se preservan… acaso como respuesta a ese trasvasamiento generacional compulsivo al que el híper-kirchnerismo -explican- sometió a la Política en la última década, básicamente por imposición de La Cámpora.

Ejemplo más claro, echale blanqueador: María Romilda Servini de Cubría, 81 añitos cumplidos, acaba de designar al frente de la intervención del Partido Justicialista nacional a Luis Barrionuevo (76 años) quien, de inmediato, solicitó el acompañamiento de Julio Bárbaro (76), y ambos, junto a Carlos Campolongo (70), le explicaron a Clarín que, hasta la llegada de esa tríada, el Peronismo “era historia y hoy es futuro” (sic Barrionuevo). A Clarín le explicaron, claro, el emporio periodístico que sigue en manos de Héctor Magnetto (73). Cuentan los que saben que el “Beto” (así lo conocen los amigos), todos los días, a las 9 de la mañana, llega a su oficina del multimedio, portando los adminículos imprescindibles para sobrellevar su enfermedad, y trabaja allí hasta entrada la noche.

 

El Mundo es de los… ¿Adultos Mayores?

Cada vez que alguien, haciendo piruetas para que no lo tiren por la ventana, trata de ofrecer un argumento apela a la tan mentada “sabiduría de los mayores”, que imponía el senado en Roma. Si, la misma Roma que no pagaba traidores… ¡jé! Claro, esto mientras duró la Reppublica porque, con el Imperio, se acabó la lástima… y el respeto. De todas formas, el recurso es engañoso: los senadores romanos alcanzaban un promedio de edad que rondaba 50 años, aunque si uno rebusca, se encuentra con Catón el Viejo, que superó los 80 años o con Valerio Corvino, que fue seis veces cónsul en 46 años y, retirado de la vida pública, pasó los 100 años. También es cierto que, de no haber sido asesinados, otros probablemente hubiesen llegado a la senectud.

En el Medioevo el florecimiento de las grandes ciudades hizo descender el promedio; más que por las guerras, por las pestes. Y esto duró hasta bien entrada la Modernidad. Porque, mire: lo primero que hay que tener en cuenta es que la esperanza de vida no se toma por la edad máxima a la que llega la gente más longeva (todos los años se muere “la persona más anciana del mundo”… hace unas semanas, sin ir más lejos, falleció una japonesa de 122 años y 164 días), sino por la edad promedio que surge de una especie de ecuación entre mortalidad infantil y longevidad. Por este motivo, hasta mediados del siglo XX, dada la altísima tasa de mortalidad infantil, la “esperanza de vida” era siempre muy baja: más que en Roma.

Nuestro siglo XXI ha extendido largamente esas cifras magras y ya nos acercamos a los 80 años como edad promedio. Argentina anda por los 76, España en 82, Canadá 83, y Chile, acá nomás, allende la cordillera, en 80 añitos.

Será por esa extensión de la expectativa de vida que el verano pasado, Susana Giménez, nacida el 29 de enero de 1944, con sus flamantes 74 añitos, pudo convertirse en la modelo-imagen para el lanzamiento de una colección de ropa interior: tanto en el book como en la cartelería callejera se la podía ver sobre una cama luciendo los corpiños con actitud… sensual (?). ¡¡¡Callate, Edipo!!!

Y será también, por estas cuestiones de eternidad, que la vocera oficial del gobierno de Cambiemos es la señora Mirtha Legrand, nacida el 23 de febrero de 1927. A los 91 años, la diva de los “teléfonos blancos” conduce algunas de las operaciones de intelligencia mediática más importantes del Gobierno, seguramente decididas por don Jaime Durán Barba, nacido el 5 de diciembre de 1947, quien está estrenando su ingreso al mundo de los septuagenarios, aunque luzca una cabellera renegrida!

 

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Grandes Valores del… Tongo

La Argentina, en sus etapas democráticas, ha pendulado en lo que bien podría denominarse alternancia etaria. La ley que estableció el voto universal secreto y obligatorio llegó de las presiones de don Hipólito Yrigoyen a Roque Sáenz Peña, quien terminó admitiendo que se vote a partir de los 18 años cuando “El peludo” le dijo: “Andan a los tiros en la calle (hacía referencia a la revolución de 1905) y yo les voy a decir que no pueden votar?”, argumento que terminó convenciendo al entonces presidente. Luego, el Fraude patriótico, fue un tema de “señores mayores”: tanto en los dirigentes que posicionó como en los cuadros encargados de voltear las urnas.

El Peronismo volvió a enamorar a la Juventud, sobre todo con la figura de Evita, que sí era joven, y fue derrocado por un puñado de militares grandecitos… y brutales. Ni Frondizi ni Illia tuvieron una base política demasiado ligada a la juventud pero, el regreso de Perón, en 1972, se fundamentó el la generación del “Luche y Vuelve”: todos muy jóvenes, tanto que, el entonces secretario general del Movimiento, Juan Manuel Abal Medina (padre), tenía apenas 26 años cuando asumió esa responsabilidad. La tensión interna llegó también de manos de la “Tendencia” que se enrolaba en la Juventud Peronista. Perón echó a los imberbes de la Plaza (no a todos, claro) pero al poco tiempo falleció y entonces Isabel se rodeó de viejos brujos.

Con Raúl Alfonsín arribaron los (otrora) jóvenes de la Coordinadora (la Sra. Dora Cordina, le decían algunos en aquellos días) y, como espejándose en ellos, Antonio Cafiero tuvo su propia Cafieradora. Carlos Menem, que antes de ser presidente recibía consejos de la Carpa de los Jóvenes Turcos, decidió, a la hora de gobernar, que era más seguro hacerlo con co-generacionales, y salvo alguna excepción como Claudia Bello o el Chupete Manzano, todo su gabinete fue de cincuentones… para arriba. El poder juvenil volvió a la carga con el gobierno de la Alianza. Fernando De la Rúa puso parte importante del poder en manos del Grupo Sushi pero, cuando cayó en desgracia, algunos de esos jóvenes se transformaron en víctimas propiciatorias: aún se recuerda el cachetazo que le propinó una señora entrada en años a Aíto De la Rúa, en los tiempos del corralito.

Eduardo Duhalde llegó y gobernó acompañado de los suyos. Cincuentones. Bonaerenses. La mayoría del Conurbano. Y luego, Néstor Kirchner, siguió la misma línea: los pingüinos de su gobierno no eran precisamente pibes. Y a los más jóvenes de su entorno, cuando le pedían cargos, él les reclamaba títulos. Tampoco el primer gabinete de Cristina Fernández de Kirchner se destacó por la juventud de sus ministros, y uno de los pocos jóvenes, Martín Lousteau, desde Economía, se mandó la macana de la 125 que casi le cuesta el gobierno. Después lo incorporó a Sergio Massa (¡mamaderaaaa!). Finalmente, con la muerte de Néstor, se inclinó hacia la juventud decididamente. La Cámpora se transformó en su guardia de hierro (una imagen que seguro no les va a gustar) y muchos pasaron a tener una injerencia decisiva en la toma de decisiones político-administrativas-electorales, tanto en el gobierno Nacional como en el de la Provincia de Buenos Aires.

Hoy atravesamos una fase gerontocrática. Si bien el gabinete de Cambiemos tiene varios sub-cincuenta, el poder parece más bien radicar en sesentones y setentones que, como el propio Durán Barba, doña Elisa María Avelina Carrió (61) y don Domingo Felipe Cavallo (71) son los autores de muchos de los dolores de cabeza de Macri.

En este vaivén generacional, la Argentina viene hamacándose con algunos protagonistas que ya tienen varias décadas jugando al Poder… sin resultados demasiado positivos a la vista. Algunos de los nombres ya fueron mencionados; otros, bueno: todos los conocen. Son los que NO se fueron cuando la gente pedía “que se vayan todos”. Los que recortaron sueldos y jubilaciones; los que fueron puestos para reprimir; los que vienen sembrando vientos… Con ellos, Charly, podría reversionar Los Dinosaurios, e insistir en que, “van a desaparecer”. Pero, claro, García también es viejo… ¿no?.

La Hora de los Hornos… Perdón, de las Urnas

Por estos pagos (puede interpretarse Argentina o Sudamérica: queda a consideración del lector) los medios de comunicación, los formadores de opinión, los influencers y otras lacras empujan a la sociedad a un dejá vu del “que se vayan todos”. Buscan que el poder político disminuya a un nivel tan bajo que casi no exista. De lograrlo, la apropiación del Estado sería tal que el Mercado gobernaría sin ningún control. El triunfo de la antipolítica se substanciaría en tal desprotección para los ciudadanos que, reíte de cualquier régimen totalitario que hayas conocido. Desaparecería el Estado de Derecho. Se impondría una especie de Ley del Más Fuerte ligada más al poder económico que al físico aunque… aunque, sería inevitable que algunos sectores críticos/marginales de la sociedad se rebelaran, generando niveles de violencia dignos de una remake de “La Naranja Mecánica”.

El Pueblo, atrapado entre lo que siente y lo que le dicen todos los días que debe sentir, seguramente mostraría una mejor predisposición hacia la política si apareciesen nuevos dirigentes en los que depositar su confianza transformada en voto. Los De la Rúa, los Menem y otros adultos mayores, ya gozaron de esa oportunidad… y así estamos. Es hora, entonces, de los jóvenes. Y no sólo por una cuestión etaria. La sociedad que está reclamando, a gritos legitimidad en sus dirigentes. Una legitimidad fundamentada en la comunicación efectiva entre quien conduce y quienes son conducidos. Y esa comunicación, no depende ya tanto del marketing político como de transmitir credibilidad. Y, disculpen pero, quienes han hecho menos cagadas son más creíbles.

Finalmente, como para completar la idea: Hay dirigentes cincuentones y sesentones que son más jóvenes y verosímiles que algunos sub-cuarenta… Sin embargo, esas cualidades no son el común denominador de una generación que se formó durante el Proceso, de espaldas a la política, de cara a la represión y los negocios. Ellos, y algún veterano tipo Catón el Viejo, serán los encargados de caminar junto a los más jóvenes para recuperar a la Argentina de la debacle neoliberal.

Los otros… bueno, los otros, los veteranos, los curtidos, los que ya soplaron las 70 velitas, los que no quieren soltar el poder a pesar de haberlo arrugado durante las últimas décadas ininterrumpidamente, los que anhelan el viagra político, los que todavía se resisten,  deberían admitir que fueron.

Es condición sine qua non que los dinosaurios desaparezcan… Para que la política se mantenga viva y nueva.

 

Buenos Aires, 30 de mayo de 2018

*Licenciado en Letras, escritor y autor junto a Aníbal Fernández de los libros “Zonceras argentinas al sol” y “Zonceras argentinas y otras yerbas”, y “Los profetas del odio”

1 Comment

  1. Lucas Varela dice:

    Estimado señor Carlos Caramello y amigos,
    De joven, en la edad más fecunda y cuando ya se nos ha revelado nuestro destino, quisiéramos hacerlo todo. Es en la juventud, cuando uno está lleno de entusiasmo, de ilusiones y esperanzas. Y es ley de vida, que el tiempo es inflexible.
    A los efectos políticos, el conjunto de individuos de una sociedad, “el pueblo”, tiene una edad media que es joven (33 años, aproximadamente). El pueblo nunca es anciano y nunca es infantil, goza de una perpetua juventud. De tal modo, que si la juventud no hace a la política, es que al pueblo argentino le falta fe, esperanzas, y porvenir.
    Al no haber sucesión de individuos diversos, la política argentina queda indefectiblemente plantada, estancada. La “masa social” está en permanente renovación, pero los políticos (salvo excepciones) excluyen a los jóvenes que no pueden entenderlos. Y no son los hombres usados quienes puedan dar novedad a los nuevos.

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