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La búsqueda del centro – Por Ricardo Rouvier

Las dos alianzas electorales con posibilidades de ganar la elección, son acuerdos electorales y no de gobernabilidad. Lo delicado del escenario exigirá, al que gane, una armadura política de mayor amplitud. La realidad indica que el intento de superar la grieta fracasó y que los polos buscan su propia mediación entre la sociedad política y la sociedad civil, por eso ambos miran a la clase media con el verdadero interés de quién quiere ofrecer, luego de las elecciones, una tregua.

Por Ricardo Rouvier*

(para La Tecl@ Eñe)

 

La evolución de las propuestas electorales va estableciendo un mapa presente y otro hacia el horizonte cercano. La sociedad se va definiendo ante las opciones y se va confirmando lo que se venía anunciando desde hace mucho, se perfilan dos ejes que pueden ser ordenados desde lo ideológico. Alguno de los dos ejes marcará el futuro de la administración del Estado, en un momento de emergencia del país, donde lo económico social imprime las urgencias de una sociedad que ha bajado varios escalones en su nivel de vida. Hoy podemos confirmar que lo que vendrá  tendrá que ser diferente, y eso ha sido comprendido por la ex Presidenta y lo demuestra  en sus aperturas. El período Macri estaba destinado a superar el ciclo anterior y encontrar algún éxito en la derrota global del progresismo. Pero no ocurrió, el vergel de las promesas incumplidas no dio rosas sino espinas.

En el horizonte ideológico hay un polo de centro derecha que gobierna y un polo de centro izquierda que constituye la principal oposición, y que en la versión nacional está dominada por la fracción más grande del peronismo. Fenómeno político cuya versatilidad le permite trazar diagonales hacia derecha o izquierda, pero siempre apuntando a la conquista del poder.

La avenida del medio ha sido pulverizada por la polarización y el movimiento de los extremos es correrse hacia el centro. Hay una clase media muy castigada socialmente y que se queja del Gobierno, pero que mayoritariamente no quiere que haya un retorno del kirchnerismo, o que no lo acepta en forma completa. Entre ambas negatividades pendula un voto estratégico decisivo si hubiera segunda vuelta.

Quedó la fórmula de Lavagna/Urtubey en solitario defendiendo una deshilachada posición. Por el momento, no logra cubrir la orfandad del espacio y no registra el caudal que tenía Massa cuando transitaba por allí. Con Massa ese espacio contaba con un estimado del 20% y hoy alcanza a la mitad. El tránsito del ex Intendente de Tigre pintó de penumbra su imagen, sin embargo agregó votos efectivos al Frente.

Ambos polos comprendieron que en su soledad no alcanzaba para ganar;  que había que abrir las ventanas. El inteligente descenso de un peldaño de CFK y la elección de Alberto Fernández como candidato presidencial, apuntó a resolver la consigna del actual candidato: “sin Cristina es imposible y con Cristina no alcanza”. En la elección de Alberto Fernández se impuso la necesidad de impulsarlo a pescar en otras lagunas. Considerando la distribución probable de los indecisos y de los que votan por otras alternativas de centro-derecha en un ballotage, el objetivo del Frente de Todos es ganar en primera vuelta.

En algunas encuestas, para la elección general, el binomio F/F ya está superando el 40%, pero el oficialismo está pasando el 30%. Es verdad que Alberto Fernández y Pichetto como protagónicos de la innovación electoral no son idénticos entre sí, aunque esto no tiene importancia en el peronismo, en que las separaciones son a plazo fijo. Hasta no hace muchos años ambos adhirieron, con solvencia y lealtad, a un mismo gobierno aunque no tenían un pensamiento uniforme sobre el accionar oficial. Era Néstor Kirchner quien uniformaba desde la conducción; hoy, el bastón de mariscal está volando hacia las manos de Alberto Fernández y no a las manos del Senador.  

Ambos coinciden en su actitud dialoguista y conciliadora, evitan la irritación y la pelea franca que seguramente se desatará en las próximas semanas. Mesura, prudencia y diálogo son atributos que la clase media valora. Pichetto trabaja detrás de las cortinas, en cambio
Alberto Fernández debe expandirse y ocupar espacios, y avanza en el conocimiento equilibrando la fórmula.

Hay una intersección entre la propuesta explícita o implícita del macrismo y una parte de la sociedad que no permanece en los extremos de la pirámide social. Son aquellos que independientemente de cómo le vaya en el mercado, creen que el país está en buen camino de la mano de Macri, a quien votarían  en primera vuelta o se suben en la última estación. Constituyen una minoría pero compacta. Allí hay varias capas de la grieta argentina, entre otras el viejo antiperonismo.

La centro derecha tiene su columna vertebral en el PRO como un partido que se presume más liberal que conservador. Se adscribe al republicanismo, pero tiene núcleos autoritarios fundados en una visión disciplinaria de la sociedad. Esta visión en el pasado les hizo adscribir, a sus fundadores, al partido militar como solución a la imperfecciones democráticas.

Caminar por el sendero de la gobernabilidad de Cambiemos le hizo caer en concesiones, contraviniendo su propia filosofía política, admitiendo la intervención del Estado en la promoción social ante la necesidad de evitar lo que Hobbes definió como “guerra civil”. El mercado absoluto dejó el lugar al pragmatismo.

La AUH y los precios cuidados contradicen sus deseos fundantes, pero el liberalismo cultural les permite tener una posición más amplia y tolerante frente a la libertad de costumbres y ante el avance inevitable de la mujer en la sociedad contemporánea.  Es un error, habitual, medirlos con la vara de la UCeDe, o del Almirante Rojas. Son una derecha más moderna, inclusive que el neofacismo italiano o húngaro o la experiencia extraviada de Bolsonaro.

Su visión individualista es la que termina considerando que lo colectivo como construcción de lo humano queda al margen o es una amenaza si aparece como muchedumbre organizada o en un relato emancipador. Pretenden una revolución cultural en contra de los resabios del pasado expresados por sus fuerzas políticas históricas: el radicalismo centenario y el peronismo o los peronismos. El aquí y ahora posmoderno se impone y el individuo sin la condición de sujeto vive su ficción libertaria. Ficción que hasta ahora viene ganando la subjetividad de los pueblos en el planeta por vía del dominio cultural, combinado a veces, con la violencia armada legal.

Esa subjetividad construida desde la hegemonía cultural se expresa en el descreimiento de la política, el hartazgo por la corporación profesional y el deseo de progreso individual. También hay que decir que de la vereda del progresismo y de la izquierda, muchas veces paradójicamente, se realizan acciones que favorecen el dominio del adversario. Una de ellas es el uso de viejos paradigmas que esterilizan la energía reformista.

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Respecto del escenario internacional, el oficialismo se recuesta sobre la hegemonía mundial del capitalismo y el individualismo. Trata con sus representantes más fuertes; el FMI empujado por Trump, y logran que la opinión pública comprenda que el camino es arduo pero necesario y que el destino es la acumulación con su correspondiente derrame. Pero en realidad lo que aparece es un fracaso de gestión en la medida que no se logran resultados ni amplios consensos legitimadores. En tal sentido el único camino que le queda al macrismo es avisar en la aldea que viene el lobo. El gobierno está tan adocenado con el escenario de la dominación que tampoco interviene en las contradicciones entre la globalización y el modelo nacional industrial que enarbola Trump; ni en la guerra comercial ni nada. Para Juntos por el Cambio estar en el mundo es subordinación y enarbolar un imaginario de que la contradicción no existe.

Considera como natural la desigualdad social y deja que el sistema se autorepare por la dinámica de los mercados. Parte de este discurso cautivó a una clase media que no aguantaba la guerra permanente que le ofrecía el gobierno de entonces. Buscaba un cambio, lo tuvo y lo padece.

Por supuesto que la situación mundial es lo que es y desde la real politik no se puede establecer un diagnóstico ni un proyecto en nombre del idealismo revolucionario. Pero no se trata de dormir la siesta, se trata de permanecer despierto y activo para abrir huellas de soberanía dentro de un contexto asimétrico entre naciones. Dialogando, buscando alianzas regionales, activando una diplomacia de acuerdo a nuestros intereses.  En este punto Perón es una fuente indispensable.

El Frente de Todos puede ser caracterizado como una fuerza política de centro izquierda que gira alrededor del populismo progresista, y a veces de la socialdemocracia.  Que tiene como columna principal al kirchnerismo y a su líder indiscutida; además hay sectores de la izquierda democrática y ahora peronistas críticos de CFK.

Una vez en el gobierno se despliegan dos fuerzas: una que consolida la gobernabilidad y otra que mantienen gestos y discursos antisistema y que apunta a convertirse en régimen. Es decir, conservar el gobierno y simultáneamente avanzar con gestos hegemónicos. Esta situación agonal, de conflicto permanente no tiene resolución y afecta la relación entre el gobierno y la sociedad. 

Hay bases kirchneristas, con fuerte presencia juvenil de clase media, que rechazan el capitalismo de plano, sobre todo aquellos que abrevaron en la tradición de izquierda, y que consideran que la distinción entre el “capitalismo bueno” vs “capitalismo salvaje” es equívoca ya que el capitalismo es un motor inmune a cualquier adjetivación. Esto en el plano político se expresa con luchas por la verdad de las diferentes superestructuras, hoy más ocupadas en el desalojo de Macri. Hasta ahora el cambio de CFK ha posibilitado engrosar la unidad; el encolumnamiento detrás de Cristina ordena a las bases y los mantiene unidos, sin olvidar la ilusión de algunos de regreso a noviembre del 2015. Es ese contexto Alberto Fernández pone su palabra que va como un bote en una laguna dejando estelas que abren surcos en el sentido. Una revisión, respetuosa pero crítica del Cristinismo, oxigena hacia adentro y hacia afuera.   

Ambas alianzas electorales, con posibilidades de ganar la elección, son acuerdos electorales y no de gobernabilidad. Lo delicado del escenario exigirá, al que gane, una armadura política de mayor amplitud.

La realidad indica que el intento de superar la grieta fracasó y que los polos buscan su propia mediación entre la sociedad política y la sociedad civil. Por eso ambos miran a la clase media con el verdadero interés de quién quiere ofrecer, luego de las elecciones, una tregua.

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El Frente de Todos, ha comenzado su campaña electoral que avanzará desde el posicionamiento de Alberto Fernández, el reposicionamiento de la ex Presidenta, hasta las propuestas de gobierno. Papel del Estado en la economía, las políticas sociales, y las propuestas sobre reactivación económica. La búsqueda de recuperar la esperanza en una sociedad mayoritariamente desesperanzada.

Todos entienden que el mundo ha cambiado con mucha velocidad en los últimos tiempos, pero no tienen la misma sintonía, ni consideran que el voluntarismo pueda torcer el camino de la región y del mundo. Con el avance de las derechas que se expresan tanto en la vigencia del liberalismo económico como del conservadorismo político o nacionalismo de los países centrales, y que produce consecuencias en muchos emergentes desplazando o arrinconando a las izquierdas y al progresismo o nacionalismo popular, hoy no están dadas las condiciones para enfrentar la lucha con los métodos de amenazar sin golpe efectivo o montar rebeliones sin destino; no queda duda que esas posturas deben actualizarse, sin abandonar las metas de una perspectiva humanista: igualdad y justicia Social.  

Ambos polos tienen su cuota de negatividad de parte de la sociedad civil. Hay un voto antimacri y un voto anticristina o anti K y se suma a un antiguo voto antiperonista. No hay dudas que esta actitud electoral protagonizará las PASO, la primera vuelta, y sobre todo se agudizará en un eventual ballotage. Eso sí, no hay voto anti Alberto Fernández.

Hay conductas así entre los votantes de Espert o parcialmente de Lavagna en la primera vuelta que se inclinarán por la reelección, más que por una afirmación ideológica excluyente, están ganados por un componente emocional anticristina. Por ese motivo es que el Frente de Todos debe intentar ganar en la primera vuelta y evitarse la experiencia del oficialismo en materia electoral.

Pichetto ha sido elegido no tanto por su poder de fuego directo (no se registran cambios en los votos por esta vía) sino para neutralizar al propio peronismo no K. Su misión es arrastrar voluntades, generar dudas o lealtades ambiguas, difundir la boleta corta, etc.  Al final se evaluará la jugada que lo tuvo como protagonista.

Una cosa es la grieta en campaña electoral y otra la gobernabilidad de una sociedad enfrentada en forma irreversible desde lo emocional, con muy escasa posibilidad de construcción. El país debe volver a los grandes debates sobre un proyecto a 20 o 30 años, la pluralidad de opiniones y la defensa  de una posición, postura o ideología. En la medida que la grieta se achique la política crecerá por encima del marketing político.  

 

Buenos Aires, 10 de julio de 2019

 *Lic. en Sociología. Dr. en Psicología Social. Profesor Universitario. Titular de R.Rouvier & Asociados.

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